Almería

Cementerio dentro del cementerio (y II)

  • Prohibición. El consulado británico acogió en su cementerio los cadáveres de dos insignes almerienses a quienes el obispo Santos Zárate Martínez les negó sepultura en "tierra sagrada"

LLa información aportada por Gaspar Cuenca -penúltimo vice-cónsul inglés y gestor del Fondo del Cementerio Británico- incluía las tasas abonadas por las inhumaciones en los años setenta en dicho lugar, al norte del municipal de San José, tras cruzar el segundo recinto (ocupado por criptas y capillas privadas) y el llamado neutro o Civil, construido por el Ayuntamiento a finales del s.XIX tras repetidos requerimientos del gobierno de Madrid. Sostenido por ciudadanos ingleses con pequeñas donaciones y las tarifas establecidas: 2 o 10 mil pesetas, según la sepultura fuese por cinco años o a perpetuidad; y mil más anuales para el mantenimiento del recinto, incluida la capilla devastada por un grupo de facinerosos al concluir la guerra civil; los mismos que profanaron tumbas de prohombres significados en contra del fascismo. El recinto irregular de 888 metros cuadrados -en el Marchal de Iniesta- pasó a ser, por cesión del Consistorio capitalino, propiedad del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda: "De modo gratuito, perpetuo e irrevocable (…) Pudiendo disponer libremente del mismo con arreglo a las Leyes internacionales". A su cargo corrieron los gastos de la cerca perimetral, camino exterior independiente del católico, puerta y cerrajería, capilla y pozo abastecedor de agua.

En base al detallado plano con los nombres de los que allí yacen más el cotejo en sucesivas visitas de hornacinas, lápidas, cruces y estrellas de David -borrosas o semidestruidas- que lo cubren, confeccionamos el listado nada desdeñable de personajes ajenos al credo oficial: protestantes, judíos o ateos: No habiendo en esta población Cementerio a donde puedan ser conducidos los cadáveres de los que mueran sin pertenecer a la comunidad católica. Entre ellos la familia Fischer, ocupante de una quíntuple fosa encabezada por Herman Federico Fischer (Copenhague, 1848-Almería, 1918), significado miembro de la burguesía local: exportador uvero, cónsul de Dinamarca y propietario de la finca Santa Isabel (Cortijo Fischer o del Gobernador), su esposa Cecilia e hijos. A ellos se añaden -calculamos en un millar los acogidos en tierra- los nombres de militares muertos en la segunda Guerra Mundial en las cercanías de nuestras costas o el de tripulantes del destructor anglosajón "Hunter", explosionado en 1937 por la Escuadra nazi en la desembocadura del Andaráx. A título de curiosidad, el último cuya inscripción he podido identificar es la de Mr. Harold Arbeiter, residente en la urbanización La Parra, fallecido 18-VI-1986. La incuria y el desconocimiento llevó al alcalde Gómez Angulo, en los años setenta, a clausurar impunemente la puerta de acceso (¿dónde iría a parar la artística forja?) y a abrir un portillo de comunicación con el resto del recinto funerario. El ahora cerrado con candado por el concejal Carlos Sánchez.

OLALLO MORALES Y JOSÉ LITRÁN

Dos son a nuestro juicio los almerienses merecedores de honrar en virtud de su trayectoria. José Mª Pérez de Perceval elaboró la biografía (Instituto de Estudios Almerienses, 1984) de Olallo Morales Lupión (Berja, 1852-Almería, 1889), enterrado al lado de su hija Teresa. Rico por herencia y arruinado por azares de la fortuna, viajero por el mundo y gran valedor del tendido ferroviario a Linares-Madrid, se casó en Johannesburgo con Zelma Wislkman, quien, al quedar viuda, marchó a su Suecia natal. Su primogénito, de igual nombre, tiene el debido reconocimiento internacional como compositor y pianista. Al igual que al Dr. Litrán, el obispo Santos Zárate le denegó el "suelo consagrado" del municipal; en su caso por krausista y librepensador. De José Litrán López (1845-1889) me ocupé en mi primera colaboración en Diario de Almerìa y lo he incorporado a una próxima ampliación del Diccionario Biográfico del IEA. Valga de nuevo una mínima semblanza en el 127º aniversario de su muerte.

Masón y benefactor de la clase menesterosa, en agosto de 1885 salvó a cientos de vecinos contagiados durante la virulenta epidemia de cólera declarada en la capital y provincia. La suya fue una manera noble de ser y de vivir. Digna hasta su muerte. Correligionario y gran admirador de Nicolás Salmerón, perteneció en calidad de Venerable Honorario a la logia masónica alhameña que llevaba el nombre de aquel. Tras estudiar en el Instituto de 2ª Enseñanza, con 22 años se licenció en Medicina y Cirugía por la Universidad de Granada. Níjar fue su primer destino, localidad en la que comenzó a fraguarse una merecida reputación de entrega hacia los más desfavorecidos. Nombrado director de Sanidad del Puerto, alternó la consulta médica (pública y privada) con el ejercicio de la política, encuadrado en las filas republicanas y fiel a su condición progresista y demócrata. Excelente orador y articulista en prensa, su altruismo le llevó a agilizar la apertura de la Tienda-Asilo y de La Bienhechora, popular sociedad obrera de socorros mutuos que lo nombró presidente honorario (…) Impulsó la fundación del Colegio Oficial de Médicos; fue redactor de la revista La Voz Médica, subdirector del Centro Mercantil y presidente de la sección de Ciencias del Ateneo, dando muestra de inquietud intelectual y científica. Con el nombre simbólico de Danton y encuadrado en la logia almeriense Amor y Ciencia, en 1887 alcanzó el grado 30º, con la categoría de Venerable. Ahí coincidió con el arquitecto Trinidad Cuartara y respetados profesionales de las Ciencias, las Letras y Abogacía provincial

Pero fue durante la citada epidemia colérica de 1885 donde José Litrán dio muestras de su heroísmo y abnegación para con los infectados más humildes y necesitados de ropas, alimentos y medicinas. Siendo subdelegado local de Medicina, asumió la responsabilidad del Hospital de Infecciosos del Barrio Alto, habilitado en el convento de las Hermanitas de los Pobres, "habiendo días de visitar sin descanso hasta veinte horas seguidas". Litrán también sufrió contagio, pero aunque logró sobrevivirlo, un incurable cáncer le produjo la muerte el 24-II-1889. Al sepelio asistió una comisión de la vecina Alhama, de la que era Hijo Adoptivo, sumándose al cortejo cientos de almerienses de toda clase y condición social.

La llegada del féretro al cementerio municipal provocó una censurable y embarazosa situación: las autoridades eclesiásticas le negaron la sepultura alegando que Litrán López era un notorio masón. De nada valieron los buenos oficios de amigos y autoridades ante la cúpula diocesana. Para vergüenza de buena parte de aquella sociedad hipócrita e intransigente, el nº 69 de la revista Giordano Bruno dio cuenta puntual (1891) del suceso: "El clero nególe la sepultura en el único cementerio que entonces había en Almería, y para no enterrar el cadáver en un campo abierto, expuesto a la voracidad de los animales, la colonia inglesa protestante no tuvo inconveniente ninguno en enterrarle en su cementerio, dando así una lección de hospitalidad u caridad cristiana al clero y a los fanáticos de Almería".

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