Almería

El Centro Comercial Altamira cumple hoy medio siglo

  • El 10 de julio de 1972 se iniciaron las obras del moderno complejo residencial y comercial de la calle Doctor Gregorio Marañón

El Centro Comercial Altamira cumple hoy medio siglo

El Centro Comercial Altamira cumple hoy medio siglo

Hoy se cumple medio siglo del inicio de las obras del Centro Comercial Altamira, en la calle del Doctor Gregorio Marañón. El lunes, 10 de julio de 1972, las máquinas excavadoras de Juan Soler Martínez, contratadas por la promotora “Novedades Inmobiliarias S.A.”, comenzaron a convertir una superficie de 3.882 metros cuadrados, donde se sembraban patatas y nabos, en un moderno conjunto residencial y de negocios.

El proyecto de los arquitectos Ángel Jaramillo y Ángel de Blas y de los aparejadores Narciso Espinar y José María Gómez constaba de dos fases; contemplaba decenas de viviendas, innumerables locales comerciales y zonas comunes. La construcción del complejo ofrecía las garantías de un aval del Banco Central, dato trascendental para que muchos pequeños inversores se plantearan seriamente las posibilidades de adquirir una casa u otro espacio. Era, sin duda, toda una modernidad para aquella Almería de hace 50 años, que ya miraba al otro lado de la Rambla como un emplazamiento de expansión, modernidad y lujo.

Desde el inicio de los trabajos, la promotora inició una fortísima campaña de publicidad de la mano de la agencia García Ridao, que después ocupó uno de los nuevos despachos. Vallas, cartelerías, anuncios y constantes referencias en las radios locales con las posibilidades de aquel lugar, convertían al Centro Comercial Altamira en un codiciado objeto del deseo; un edén, un paraíso: garaje de 2.000 metros cuadrados, banco, supermercado, cine, whiskería, cafetería, óptica, farmacia, floristería, estanco, peluquería, sastrería, peleterías, sauna-gimnasio, tiendas de regalo… Se promocionaba hasta la escalera mecánica que enlazaba la calle con los altos comerciales y su gran letrero luminoso de neón de 40 metros de largo.

Por eso, la clientela que acudía a comprar inmuebles de la primera fase a las oficinas de la promotora, en el Paseo número 55, regresaban de allí con una hipoteca que oscilaba entre el 7 y el 10 %, pero con una sonrisa de oreja a oreja, satisfechos de engrandecer su patrimonio familiar y orgullosos de haber cumplido el sueño de su vida, aunque se empeñaran hasta las cejas.

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Los pisos ofrecidos eran grandes -algunos de hasta 160 metros cuadrados- tenían calidades de primera, con cuatro y cinco dormitorios, ascensores de última generación, estaban orientados al sur y todo exterior. Desde los áticos se divisaba la bahía. También había apartamentos de 90 metros cuadrados que los especuladores compraban y ponían a la venta poco después por un millón de pesetas de 1974.

El “boca a boca” de las maravillas del complejo promocionaron las viviendas y locales mucho mejor que la publicidad de la promotora, que insistía en que sería “el núcleo comercial más importante de Andalucía, a nivel de las grandes capitales europeas y en la zona de expansión de la capital”. En definitiva, “la gran obra que prestigiará a Almería”, como decían las octavillas impresas que depositaban bajo los limpiaparabrisas de los coches aparcados. Y, en realidad, era así. Meses después comenzaron a instalarse negocios, despachos profesionales y tiendas.

El lunes 16 de diciembre de 1974 se inauguró “Automercados Cada”, un súper a lo grande que permitía adquirir en el mismo lugar todos los productos necesarios para el hogar, desde alimentación a limpieza y menaje. Durante los primeros meses funcionó con cuotas de socios –como un economato o como hacía “Ecoprix”- pero dos años después allí podía comprar todo el mundo. La exclusividad de otros establecimientos le impidió tener al principio todas las primeras marcas, pero se suplía con otras de contrastada calidad: Aceite Elosva, Leche Paido, Zumos Júpiter, Chocolates Lore, Agua mineral Fon Pirine o Whisky Monray. “Automercados Cada” supuso una revolución a mitad de los setenta porque conjugaba muy bien la existencia de cafetería, aparcamiento y pescados frescos y carnes de ganaderías propias, características que destacaba en sus campañas de difusión en la radio: “Sea moderna, compre en el mejor supermercado de Almería, el más surtido y el más cómodo” decían Álvaro Cruz “Pototo”, José Antonio Belda, Diego García, Paco Cruz y otros locutores.

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Mientras llenabas el carrito, lavaban tu coche y le cambiaban el aceite en el garaje que controlaba el señor Bernal; si lo preferías, llevaban la compra a tu casa sin coste alguno. “Cada” vivió su esplendor, pero también sus cambios de propietarios a empresarios locales y, finalmente, a “Contur”, la empresa de la viuda de Diego Rodríguez Juárez quien decidió cerrarlo, como su súper de la calle Juan Lirola.

En marzo de 1975 abrió “Aldecor, Almería Decoración”, una empresa experta en revestimientos plásticos, moquetas y tarimas que ya estaba en la calle Granada. Ésta diseñó el interior del Cine Emperador, que se inauguró allí mismo el día de San José de ese año con la película “El gendarme de Saint Tropez”, de Louis de Funes. Junto al cine, un negocio que terminó por colocar al Centro Comercial Altamira en el centro del mapa del ocio local fue la “Discoteca Atenas Club”, que se inauguró la noche del jueves 28 de abril de 1977.

También comenzaron a ofrecer sus servicios en aquel maravilloso espacio de grandes macetas en los patios y garita para el conserje la boutique de señoras “Goiba”, “Costasol TV”, “Limpiezas y Reparaciones Indálicas” o el “Salón Nona” de belleza, estética y peluquería. También se instaló el insigne químico y profesor Ignacio Flores Sánchez, con su Centro Almeriense de Estudios Superiores “CAES”. Hasta el sindicato socialista UGT montó en el entresuelo su “Casa del Pueblo” en 1978 donde eran sonoras sus asambleas gremiales.

Logo Cine Emperador Logo Cine Emperador

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En un local con ventanales a la Carretera de Ronda estuvo la primera oficina de “Viajes Cemo”, fundada en 1975 por el gran empresario de San José Bernardo Hernández César, junto con su socio Santiago Martín Moreno. Muchos almerienses realizaron sus primeros desplazamientos al extranjero gracias a los contactos de “Cemo”. Era posible volar y dormir una semana en Dinamarca por menos de quince mil pesetas; pero lo más importante fue el gran número de expediciones aéreas de turistas europeos que llegaron a la Costa de Almería de la mano de “Viajes Cemo”.

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Conforme pasaba el tiempo, los locales de las dos fases del Centro Comercial Altamira cambiaron de dueños, de nombre o de actividad. Allí estuvieron, o aún están, la farmacia de Luis Bermejo Valenzuela, Foto Ortiz, Joyería Romero, Peluquería Newstyle, Peletería Paco Ruiz, el oculista Francisco Sánchez Waisen, la delegación regional de los frigoríficos Iberna, Ortopedia Castro, el Bar Metropol -donde se juntaban los alumnos del Colegio Universitario antes de los exámenes- Almerimatick formación, “Payback”, Cocinas Gayva, Viajes Planeta, el sindicato de profesores ANPE, la Asociación Indalajer, Ortosanitaria, Aynat abogados, Faecta, la sede del Polideportivo Almería, Karlex, Telefonía Efege, Nuevo Futuro, Gámez Rosales, el local de los cursos de cristiandad, el Colegio Oficial de Peritos e Ingenieros Técnicos Industriales o, cómo no, el Chiquipark de Manuel Páez Romero y su piscina de bolas, donde miles de niños han celebrado sus cumpleaños desde el 26 de febrero de 1997, cuando alcalde Juan Megino López lo inauguró.

Cincuenta años después del inicio de las obras, los locales del Centro Comercial Altamira siguen ahí, pero sumidos en una decadencia que roza la decrepitud. Ya no son lo que eran, pero con su céntrica ubicación podrán volver a serlo. Eso sí, si sus propietarios quieren.

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