La Chanca: De cuento y pobreza
"La belleza panorámica del conjunto y el horror del detalle", escribió Juan Goytisolo.
"La perspectiva de Almería, vista desde el hacho de La Alcazaba, es una de las más hermosas del mundo. El Barrio de La Chanca se agazapa a sus pies, luminoso y blanco, como una invención de los sentidos", escribía la pluma de Juan Goytisolo, el último premio Cervantes, sobre La Chanca. Lo plasmó en un libro al que el propio barrio dio nombre, acento, dignidad y carencia. Todo en uno. Y es que así es La Chanca: cuna de la Almería más antigua y refugio cultural de la moderna. Sin ella ni se entendió ni se entiende la sabiduría almeriense. Dio vida a un pueblo y gestó una de las obras más bellas de la península, la imponente Alcazaba, pues tal y como el creador usó a Adán para dar vida al hombre, La Chanca hizo lo propio con el monumento andalusí. Pues de sus canteras califales se extrajo la materia prima.
La Chanca conjuga el don de sus gentes con la pobreza radicada en una posguerra donde la miseria y desatención fue el todo de un barrio que siempre ha sabido resurgir de sus cenizas, cual ave fénix, como ha podido. Más aún cuando, al igual que numerosas ciudades españolas, La Chanca ha tenido que recuperarse de las heridas sufridas en una Guerra Civil en la que llegó incluso a ser bombardeada por la Alemania nazi, aunque allí había que huir entre manotazos sin que existiera posibilidad de entrar en refugios, para eso había que andar hasta el centro de la ciudad. Y así ha llegado hasta nuestros días, mostrando su espectacular historia, cultura y gentes, pero también sus años de retraso socio-económico. Y es ahí donde hay que buscar culpables. Quizás, Goytisolo lo retrató mejor que nadie: "Me sentí atrapado en el dilema que me ha acosado a lo largo de la vida: la insoluble contradicción entre la fascinación estética y la indignación moreal. La bellaza panorámica del conjunto y el horror del detalle". Durante la época de posguerra, La Chanca era un espacio reservado para sus habitantes y poco más. Las pocas fotografías que de ella se podía tomar eran guardadas por los servicios sociales de La Falange y se custodiaban bajo llave. Pero un fotógrafo almeriense, Pérez Siquier, encontró la pasión suficiente como para adentrarse en este mundo aparte y consiguió un trabajo que hizo daño debido a su presentación en París, allá por el año 1962. En realidad, este hecho provocó un sisma en la dictadura franquista de la época. Pero el trabajo terminó desapareciendo en manos de los espías del régimen. Era de esperar a pesar de la verdad del documento. Todo empírico. Todo cierto. Lo que es incierto es el futuro de La Chanca. Hace apenas unos días, el propio Goytisolo reflexionaba sobre ello en un artículo de opinión publicado en el diario El País: "¿Está condenada La Chanca a la exclusión y a la indigencia? La belleza que siempre nos deslumbra, ¿debe convivir para siempre con un subdesarrollo inaceptable? Estas imágenes nos fuerzan a reflexionar. No da respuestas fáciles, sino que plantea preguntas y más preguntas. En ello reside, sin duda, su carácter ejemplar".
La población de La Chanca, mayoritariamente, está compuesta por gente sin recursos, pero su conciencia es poderosa. Fueron numerosas sus propuestas, algunas de gran calado, como la que se llevó a cabo el 2 de julio de 1976, y relata Mónica Fernández Amador, coincidiendo con la festividad de la Virgen del Carmen, patrona de los pescadores, los trabajadores del sector decidieron paralizar sus actividades hasta que sus reivindicaciones, tendentes en su mayoría a una mejora de sus condiciones de trabajo, no fuesen tomadas en consideración.
También mostraron su indignación por el caso Javier Verdejo, un estudiante muerto de un disparo cuando hacía una pintada a través de la que intentaba reivindicar más trabajo y libertad.
La Chanca es sinónimo de grantes artistas, sobre todo en el mundo del flamenco. De su cuna surgieron grandes como Tomatito, Rocío Segura, Antonio Torres Rilete, Juan 'El Pirri', El Negrillo así como María la Rabota o el propio Niño Josele.
La Chanca tiene tanta historia como la ciudad en la que se asienta. No es otra cosa que su átomo primigenio.
En la actualidad, es un barrio que trata de recuperar su esencia, posee la materia prima, pero le falta el apoyo de quien en su día se sirvió de ella, el poder. Mira de reojo al Albaicín, eje del conocimiento granadino y con el que guarda numerosas similitudes, y opta a ser Patrimonio de la Humanidad , aunque este proceso se encuentre estancado en la actualidad.
Pero no son pocas las voces que durante los últimos años han trabajado para otorgar a esta zona tan prestigioso nombramiento, ya que, sin duda, colaboraría de forma inimaginable a la puesta en valor de un barrio que un día fue gérmen económico, social y cultural.
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