La Chanca llora a sus palomas y rescata a las no 'sepultadas'

Hay animales (perros o gallinas) a los que todavía se les escucha en el interior de las cuevas a las que enterró el derrumbe de Pescadería

Los más jóvenes están salvando lo que pueden

Francisco, Daniel José, Rafael y Antonio, con palomas rescatadas.
Francisco, Daniel José, Rafael y Antonio, con palomas rescatadas. / J. A.
Rafael Espino

08 de mayo 2017 - 12:57

Pescadería llora a sus palomas. Es imposible precisar cuántas han perdido la vida tras el derrumbe de hace un par de semanas, pero se estima que en la ladera había en torno a un millar. No son palomas comunes, y no es porque sean de competición, incluso ni por el diverso y extenso color de su plumaje... con su pérdida, la Chanca puede decir adiós a una de sus tradiciones más arraigadas al mismo tiempo que pierden el lugar que lo hacía posible. Si a estos ciudadanos no se les echa mano desde fuera, L a Chanca echará en falta una afición y un rasgo cultural que ha cultivado desde hace casi un siglo.

Son los propios vecinos los que están intentando recuperar las pocas que quedan vivas, y de estas, va a ser imposible salvar a todas. El desprendimiento de rocas ha destrozado el camino habitual a muchas de las cuevas. Así que el acceso es más que complicado y no está al alcance de todos. Los bomberos, quienes fueron enviados a la zona por el Ayuntamiento, no han podido o visto adecuado hacer algunos de estos trabajos según los vecinos. Hay un buen número de aves atrapadas en cuevas que han sido taponadas por completo. También se han quedado encerrados perros y, de vez en cuando, se escucha el grito de alguna gallina que, seguramente, tenga imposible salir.

Pueden perder una tradición de casi un siglo y piden ayuda con la creación de un palomarHay vecinos que estaban en la ladera durante el derrumbe y salvaron la vida por metros

Por lo tanto, es evidente que el desmoronamiento de las Cuevas de Las Palomas ha tenido como única consecuencia el desalojo de unas familias y el desarrollo de unos trabajos que, antes o después, asentarán el talud y darán seguridad a la zona. Los propietarios volverán y, en cierta medida, el problema para ellos habrá pasado, pues la Junta ya ha mandado operarios a las viviendas que se habían visto afectadas por el derrumbe. Y eso era impensable hasta ganar seguridad. El problema va más allá. Afecta, para muchos, a una forma de vida. Por eso, vecinos como Rafael Ruiz o Daniel José Sorroche, a quienes se le han muerto casi una veintena de Palomas, o José Luis Picón, que vio como las piedras rodaban a un par de metros, y ha perdido más de medio centenar de ejemplares, piden ayuda al Ayuntamiento para que cuando el peligro de desprendimientos haya pasado, les echen una mano en la construcción de un palomar en la zona. Es eso, o el significado de las Cuevas de las Palomas se habrá perdido para siempre enterrado por las rocas.

Pero los vecinos no se han dado por vencidos y los que tienen mejores piernas han llegado hasta donde los bomberos no lo han visto oportuno. Están consiguiendo rescatar al mayor número de palomas posible. Rafael, Daniel José Sorroche y Francisco García han conseguido salvar en torno a una treintena. El primero de ellos suele estar en la zona a hora en la que se produjo el desprendimiento: "Suelo subir todas las mañanas un rato antes de la hora en la que se produjeron los desprendimientos. Pero esta vez, cogí las llaves del palomar pero me fui a dar yeso a una habitación que estoy reformando. Mientras estaba en la habitación escuché el ruido. Me salvé por unos minutos porque estaba a punto de subir a cuidar a las palomas. Escuché a mi madre gritar porque se creía que estaba en la cueva. Cuando la vi estaba llorando y me dio un abrazo emocionada". Su madre, Remedios, no daba crédito: "Creía que las piedras se le habían caído encima. Salí desconsolada gritando su nombre. Fue un momento malísimo". Rafael también salvó a Lana, su perra, hasta la que los bomberos tampoco pudieron llegar. La sacó de la cueva arriesgando su físico, pero también estaba en juego la vida del animal. José Luis Picón ya ha salvado la vida en dos ocasiones en la misma zona. La primera en 1992. Aquella vez en la que la caída de rocas sí provocó varios heridos, uno de ellos grave. Por entonces, él vivía en el interior de una cueva, como muchas otras familias (ya solo quedan dos residiendo en estas cavidades en esta zona) cuando escuchó un ruido infernal que duró unos segundos. Una piedra de grandes dimensiones pasó al lado de su casa, con la fortuna de que la pendiente la desvió justo hacia el lado contrario. Hace apenas unas semanas, el salir de la cueva en busca de material para realizar una mezcla con cemento le salvó la vida. Las piedras le pasaron a apenas un par de metros. Estaba en mitad de la ladera: "No he podido ni salir a la calle porque he estado en estado de shock durante todo este tiempo".

Hay quienes, simplemente, no saben por qué ese día no acudieron a la zona: "A esas horas siempre suelo estar ahí tomándome una cerveza y fumándome un cigarro. En esta ocasión no lo hice y estaba en Plaza Pavía", explica El Latero.

stats