Crónicas desde la Ciudad

Corpus Christi (II)

  • Vespertina. Bajo el obispado de José Mª Orberá y por privilegio de la Congregación de Ritos, desde el último tercio del siglo XIX la procesión del Corpus Christi tiene lugar en la tarde del domingo

Corpus Christi (II)

Corpus Christi (II) / D.A. (Almería)

La rescatada casa-palacio de José Jover Giral -hoy Archivo Municipal “Adela Alcocer”- atesora una información imprescindible para el conocimiento del devenir anual de nuestra ciudad, incluido las manifestaciones religiosas en que tomaba parte el Consistorio. Veamos un añejo catálogo. Sesión plenaria 23/05/1857:

Ostensorio custodia Ostensorio custodia

Ostensorio custodia / D.A. (Almería)

Se acordó que sin perjuicio de concurrir a todas ellas siempre que el servicio público a que está consagrada la Municipalidad lo permita, se consideran como de precisa e indispensable asistencia las siguientes:

Procesión de la Santa Bula

Festividad de la Candelaria

Entierro de Cristo en el Viernes Santo

San Indalecio, Corpus y su Octava y Virgen del Mar

San Esteban, o sea, aniversario de la Reconquista por los Sres. Reyes Católicos.

Para este trabajo he preferido investigar en los copiosos fondos del AMAL. Una de las primeras citas halladas tiene que ver con el abuso que determinados individuos hacían de la cera sufragada por el Cabildo; tema recurrente dado su carestía y la obligada utilización en cualquier cortejo procesional. Se trata de una Provisión Real de Felipe II fechada el 27 de junio de 1573 remitida al Alcalde Mayor, “para que no se den hachas (velas) a los regidores (concejales) a cuenta de los Propios en la festividad del Corpus Christi”.

Dos siglos tardó en pronunciarse otro monarca sobre el tema. Carlos III trata de los excesos cometidos, a cuenta de músicas y bailes, en otra Provisión dada en la Granja de San Ildefonso el 21 de julio de 1780:

“Han llegado a mis oídos algunas notables irreverencias que en la Fiesta del Santísimo Corpus Christi de este año se han cometido con ocasión de los Gigantones y Danzas, en donde permanece la práctica de llevarlos en las procesiones (…). He servido mandar se quitasen y cesasen para lo sucesivo los gigantones, gigantillas y tarascas, porque semejantes figurones (…) causaban no pocas indecencias. He resuelto que en ninguna Iglesia de mis Reinos, sea Catedral, Parroquial o Regular, haya en adelante tales danzas ni figurones, sino que se cese del todo esa práctica en las Procesiones y demás funciones Eclesiásticas, como poco conveniente a la gravedad y decoro que en ellas se requiere”.

PROCESIÓN BAJO MAZAS

Un año sí y otro también, de la festividad del Corpus Christi se ocupaban algún pleno en mayo o junio. Bien por la dotación asignada para sufragar sus cuantiosos o confirmando la presencia del Cabildo bajo mazas, encabezado por el alcalde. Salvo concretos periodos de desencuentro, caso del Trienio Liberal (1820-1823), durante la centuria del XIX y gran parte del XX el maridaje Estado-Iglesia tiene fiel refrendo en las fluidas relaciones Ayuntamiento-Obispado; quien delegaba el protocolo en el deán y canónigos, con la recomendación de ser puntillosos respecto al rango y distinción de ambas instituciones, civil y eclesiástico. Un ciclo litúrgico preñado de barroquismo como vehículo donde ratificar sin recato el principio fernandino de Religión, Patria y Trono.

El Ayuntamiento asistía anualmente a las funciones religiosas del Corpus y a su Octava

A GASTOS PAGADOS

El culto al Santísimo corre paralelo en el tiempo a la obligación asumida por el Concejo de abonar las cuentas de la procesión y de los festejos públicos en el exterior de la seo catedralicia. La tradición se remonta a las Capitulaciones árabe-cristianas y a una disposición de los monarcas castellanos: “Por mérito del Real Privilegio concedido por los Sres. Reyes Católicos para invertir en la mencionada festividad la suma necesaria para que esta se realice cual corresponde”.

El desembolso que suponía la adquisión de cirios y velas de calidad era considerable, al punto de que, por ahorrar, los sobrantes del Santo Entierro pasaban a La Soledad de Santiago. Su carestía obligó al Municipio a solicitar del contador general de Propios y Arbitrios del Reino un extra a la subvención de 1806, “en atención al aumento del precio que ha tomado la cera”. Fue concedido con la condición de “que se prohíba del todo dar velas o hachetas a las personas que no concurran a la (función) de La Candelaria y Corpus; y no repartiéndose más de una vela a cada Capitular que asista y no a los pertenecientes a otras comisiones”. Más adelante, dichos ediles, designados nominalmente, se obligaban a adelantar de su propio bolsillo la cantidad invertida, reintegrable con cargo al presupuesto anual de Propios la cuantía de las mismas. Al efecto, compusieron una específica Comisión de Asuntos Religiosos, presidida (1868) por Mariano Álvarez, impresor y suegro de Carmen de Burgos “Colombine”.

Las velas y hachones con las que acompañar en la procesión era un bien caro y prestigioso

En el reinado isabelino las cuentas estaban supervisadas por el jefe Político. En mayo de 1862 “se dio cuenta de un oficio del Sr. Gobernador de la Provincia (meses antes de que Isabel II visitara la ciudad); concediéndole el Ayuntamiento la autorización solicitada para cumplimentar la factura a que ascendería la próxima función del Corpus”). Puesto que el desembolso solía ser considerable, y no solo por la cera, dos décadas atrás tuvieron que buscarse un esponsor: “Se comisiona al Sr. Regidor Salute para el arreglo de las calles y demás que correspondan para la función de los próximos días del Corpus… Y que se oficie al Sr. Comandante de Marina invitación a que se sirva influir con el Gremio de Mareantes para que faciliten los toldos que con tal motivo se necesitan, como los ejecutados todos los años”.

Toldos que se instalaban en la plaza de la Catedral y carrera oficial (Eduardo Pérez, Real, Santo Cristo, Mariana, Administración de Rentas y Cervantes) y que influyeron decisivamente en la traslación de la mañana a la tarde. Así, en lugares preestablecidos de antaño: “Que dispongan según costumbre, la colocación de toldos en los descansos (durante las sucesivas paradas del recorrido depositaban la Custodia sobre altares provisionales), que se avenen las calles y pongan yerbas odorìferas, comprando tres velas de a libra”. Si importante era “techar” el recorrido y adornarlo con flores de retama, poleo, mastranzo u otras plantas, más lo era drenar las calles de charcos estancados. Todas de tierra, salvo la hoy de Eduardo Pérez, única por entonces empedrada.

ACOMPAÑAMIENTO MUSICAL

La música es un capítulo igualmente imprescindible en el trajín callejero. Obligada a acompañar al cortejo y a amenizar los días de Octava: “El lustre, decoro y prestigio del Ayuntamiento exige que en sus salidas a las funciones religiosas y cívicas lleve el aparato (uniformidad y orden) que corresponde a su rango y dignidad, como sucede en todas las poblaciones de igual categoría a esta Ciudad”. Las manifestaciones del alcalde José Prats y Blanco (1842) razonaban la petición al gobernador de un añadido de 1200 reales al presupuesto para “gastos de una banda de música que en las mencionadas salidas vayan tocando delante del Ayuntamiento, puesto que aún este gasto es inferior al que ocasiona el salario de los clarineros que llevan desde la antigüedad más remota”. Finalmente, en 1851 el Consistorio creó su propia banda de música, una de las cinco primeras existentes en España.

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