PEQUEÑAS HISTORIAS ALMERIENSES

Discoteca Atenas: bailar y salir como una moto

  • Atenas Club se inauguró en abril de 1977 y supuso una revolución del ocio nocturno almeriense: rayo láser, copas de calidad y música del último grito. Sorteaba motocicletas Montesa entre los clientes

Sorteaba una motocicleta Montesa de motocross entre los clientes

Sorteaba una motocicleta Montesa de motocross entre los clientes / José Manuel Bretones

Los muchachos almerienses menores de edad de mitad de los años setenta se entretenían paseando por el centro comiendo pipas calientes del quiosco, jugando al futbolín en Las Vegas, al ping-pong en el sótano de El Baúl de la Abuelita, bajando al Puerto a fisgonear, al cine y, como mucho, tomando un pincho en La Charka, unos cacahuetes salaos en El Barril, unas bravas en el Pedra Forca, un “sherigan” en La Parrilla o una tapa de migas en Las Garrafas. Se bebía cerveza, pero sin botellón. Ni el presupuesto ni la edad permitían más dispendio.

Por eso, en 1977, con la llegada de la transición, la teórica apertura de mentes y la flexibilidad de las prohibiciones, los quinceañeros descubrieron un mundo festivo desconocido: los pubes y las discotecas. La oferta no era amplia: “Fortress”, que abrió en 1970 en la calle Real y ardió en 1980 y en 1990; “Odeón Club”, que obtuvo la licencia de apertura el 3 de noviembre de 1976 y estaba en la calle Santísima Trinidad, “Discoteca Don Mateo” del empresario Miguel Pérez-Hita Rabell o los pubes “Wagon” del Parque y “Athos” en Álvarez de Castro. Las salas de fiestas “Hoango”, “Chapina”, “Play Boy”, “La Gata Negra” o “Manolo Manzanilla”, no. Estaban absolutamente prohibidas.

En las discos, el acceso estaba limitado a los adultos, pero todos teníamos algún amigo golfillo que era experto maquillador de fotocopias del DNI; con un cúter y un rotulador negro cambiaba un 63 por un 56 en la fecha de nacimiento y ya tenías los años reglamentarios para acceder a las pistas de baile. Los porteros no eran tontos, pero el negocio era el negocio.

Logotipo de la discoteca Atenas Logotipo de la discoteca Atenas

Logotipo de la discoteca Atenas

Por eso cuando, de repente, los jóvenes descubrieron que en el Centro Comercial Altamira había abierto un local de ocio nuevo, moderno, con magia, distinto, se montó una buena revolución: un sitio estupendo donde pasar las tardes-noches de los viernes y sábados. Era la “Discoteca Atenas Club”. Se inauguró la noche del jueves 28 de abril de 1977; tenía una decoración espectacular diseñada por Juan E. Gómez Ruiz, las copas rebosaban calidad y un rayo láser se movía al ritmo del último grito en temas musicales: “Give a little bit” de Supertramp, “Linda” de Miguel Bosé” o el álbum “Animals” de Pink Floyd.

Atenas tenía un logo muy chulo, con el capitel de una columna griega y el nombre imitando el alfabeto helénico con el eslogan “un mundo de luz y sonido”. Sus posavasos eran magníficos porque absorbían la agüilla sobrante de los tubos de los cubatas y no te goteaba en el pantalón de campana. Según los expedientes de apertura del Ayuntamiento, la idea surgió en la Navidad de 1976 y la ejecutaron los socios Manuel García Hernández y el empresario de Rágol José Moreno Sierra no sin quejas, denuncias y lamentos de los residentes en el bloque. Pero obtuvo los permisos, abrió y fue como un tiro.

Se trataba de un local amplísimo donde se oía la música de maravilla, con mesitas cuadradas, vasos de cristal de boca ancha para el whisky, taburetes para poder cambiarte de mesa, una bola con espejitos que reflejaban las luces de colores, camareros serviciales y sillones confortables donde más de una pareja adolescente descubrió que la fugacidad del amor eterno duraba un fin de semana. La experiencia de Moreno en el sector se dejó notar, ya que fue el propietario de “Zodiaco” y “Lido”, ésta fue la primera discoteca que se abrió en el centro; ocurrió en septiembre de 1969 en Álvarez de Castro, esquina con Gerona.

La discoteca organizaba concursos de bailes y disfraces para matrimonios, fiestas pro viajes de estudios y conciertos en directo

En Atenas se celebraban muchas fiestas de los tres institutos de la ciudad para recaudar fondos destinados a los viajes de estudios que, entonces, eran al concluir tercero de BUP, aquello que denominaron pomposamente Bachillerato Unificado Polivalente. Los porteros se apostaban en la puerta vendiendo los tickets de entrada a 50 pesetas, con derecho a una consumición. Si querías beber más, se la pagabas al barman. Pero la estrategia empresarial de ambos socios consistía en atraer también a clientes con un poder adquisitivo mayor al de los jóvenes, por lo que se diseñaron concursos de baile o de disfraces para matrimonios. El premio para el ganador era una botella de champán y 1.000 pesetas.

También se sorteaban motos. Los clientes guardaban su entrada y si en la rifa celebrada al alba salía su número se llevaban una Montesa de motocross. Más de uno salió de Atenas como una moto, hinchado de copas, y pilotando la motocicleta que le había tocado en suerte. También se celebraron algunos conciertos en directo, como el de “Los Gemelos del Sur”, que estaban en la cúspide de su éxito. Eran aquellos hermanos de Puerto Lumbreras que cantaban a dúo “Así te quiero, Dolores” o “Una mentira piadosa”. (Sé que mentí cuando hablaba/ de nuestra próxima boda/ porque su vida se apaga/ en la quietud de la alcoba...) decía la magnífica letra.

La discoteca estaba justo debajo del local que el sindicato socialista UGT bautizó como “La casa del pueblo”. Allí siempre había ruidosas asambleas de trabajadores de todos los gremios y sectores y, como casi nunca se ponían de acuerdo, terminaban poniendo verde al empresario y discutiendo el convenio colectivo en Atenas, con el gin-tonic en una mano y el cigarrillo Marlboro en la otra.

Los socios de Atenas: José Moreno a la izquierda y Manuel García, el segundo por la derecha en la puerta de la discoteca Los socios de Atenas: José Moreno a la izquierda y Manuel García, el segundo por la derecha en la puerta de la discoteca

Los socios de Atenas: José Moreno a la izquierda y Manuel García, el segundo por la derecha en la puerta de la discoteca

Atenas tuvo sus momentos difíciles, como un incendio devastador y un conato de fuego por un cliente despistado que se dejó la colilla mal apagada en la moqueta. También, una vez, un grupo de cinco granujas con cara de buenos y liderado por Manuel Ogallar Tamayo “alias El Chino” se coló y montó un lío gordo, en el que dos agentes de la Policía Municipal tuvieron que intervenir con disparos al aire en el interior del local. Los provocadores terminaron en prisión.

Atenas, como la mayor parte de los negocios de ese tipo, tuvo su inicio, su época dorada y su final. Los socios traspasaron a sus clientes, con invitaciones y detalles, a Grant´s Club, bajo el Gran Hotel. Y aquella pista, donde los chulillos del fin de semana bailaron felices “Fiebre del sábado noche”, se modificó para academia de informática. Ya lo dijo Heráclito de Éfeso en la Atenas clásica: “lo único que es constante es el cambio”. Y en el ocio nocturno, más.

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