Dulce espera entre rejas
La atención sanitaria a las embarazadas es diaria Una vez que las internas dan a luz deben decidir si se trasladan a un centro de madres o dejan al bebé con algún familiar
A sus 33 años, Nadia se enteró de que iba a ser madre por primera vez estando en prisión. Una nueva vida estaba creciendo en su interior y fue precisamente durante un encuentro íntimo con su pareja (de los que tienen derecho a solicitar cada tres meses) en la cárcel cuando se quedó embarazada. La falta de la menstruación le hizo sospechar de que algo estaba ocurriendo en su cuerpo, y al acudir a contárselo al médico de la cárcel y hacerse un análisis de orina, rápidamente corroboró que efectivamente estaba esperando un hijo. La sorpresa fue mayúscula, también para los médicos de la cárcel, que hacía años que no atendían a una gestante en prisión.
Dudas, inquietudes e incluso miedo fueron los primeros sentimientos que se le pasaron por la cabeza, pero que empezaron a despejarse una vez que habló con los psicólogos y con los propios facultativos sanitarios del centro penitenciario, que le asesoraron y le explicaron cuál iba a ser su vida hasta que cumpliera la pena que le había impuesto el juez tras ser condenada.
Como la de cualquier interna, pero con una atención y asistencia sanitaria disponible las 24 horas del día y con la garantía de recibir todos los controles que cualquier otra mujer embarazada en libertad tiene derecho. Hasta la prescripción de dietas especiales, que se preparan con mimo en la cocina. Las salidas de una gestante del centro para ir al médico siempre se realizan en taxi o en ambulancia, nunca esposada, para hacer más dulce la situación.
Los meses fueron pasando y mientras cumplía su pena por un delito de tráfico de drogas, del que era reincidente, también sumaba meses a su estado de gestación, algo que no le impedía participar en los distintos talleres y programas que se ofrecen en el centro penitenciario. Su condición de embarazada no le excluía de participar en determinadas actividades obligatorias como por ejemplo el mantenimiento del módulo, la limpieza..., así como en las actividades escolares, talleres ocupacionales, etc. En definitiva, con todo lo organizado por el departamento que no fuera incompatible con su condición de gestante.
La noticia más feliz de su vida fue un espejismo porque a pocos meses de que llegara al mundo su primer hijo, no quería que fuera en una celda. Y no lo fue, pues cada vez que una mujer se ha puesto de parto en la prisión provincial El Acebuche de Almería, ante el primer síntoma de parto la interna es trasladada al hospital para que sea asistida con todas las garantías.
No fue así, sin embargo, en el caso de otra interna que en febrero del año 2011 dio a luz en la enfermería de la prisión, en una camilla, con ayuda de un médico y el ATS porque el trabajo de parto estaba tan avanzado que no dio tiempo ni a que llegara la ambulancia para ir a Torrecárdenas. Cuando el médico empezó la exploración vio que la cabeza del bebé ya se veía, por lo que tuvo que improvisar un paritorio. En menos de diez minutos el bebé estaba fuera y en buen estado de salud. La feliz anécdota aún se recuerda entre los facultativos de la prisión con muy buen sabor de boca.
La dulce espera de Nadia entre rejas será un episodio de su vida que jamás olvidará, así como tampoco el momento en que tuvo que decidir si trasladarse con su bebé a una unidad de madres (en España hay tres y están ubicadas en Sevilla, Madrid y Valencia), o por el contrario quedarse en El Acebuche, más cerca del lugar de residencia de sus familiares, y ceder la guardia custodia de su hijo a algún familiar hasta que obtuviera definitivamente la libertad. Así lo hizo. Instituciones Penitenciarias entiende que la cárcel, por muy bien que esté, no es el medio más adecuado para que crezca un niño, por lo que desde hace unos seis años las madres no pueden vivir con sus hijos en una penitenciaría.
Sin duda fue una despedida amarga que se quedó grabada en su mente y que no pudo borrar hasta que volvió a abrazar la libertad para criar a su retoño como una madre más. Esto fue un año después, cuando el niño ya había celebrado su primer aniversario.
La cárcel la ha curtido, la ha hecho recapacitar y no tiene en su mente volver a cometer un error semejante que la pueda volver a privar de libertad.
El ejemplo de Nadia es el de otras mujeres que actualmente cumplen condena en la prisión de Almería por diferentes delitos (principalmente contra la salud pública o por robos con fuerza) y que están embarazadas. Hacen su vida en el módulo de mujeres y comparten celda, como cualquier otra interna. Cumplen con sus obligaciones en el día a día del centro y acuden a talleres que les hacen pasar su estancia privadas de libertad de una forma más amable. Cuentan los días para cumplir las penas impuestas por el juez y confían en poder salir en libertad antes de que llegue la hora del parto.
Marian González es médica de la prisión El Acebuche y es una de las que atiende a las mujeres gestantes.
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