Almería

¡OTRO ESCUDO GRITANDO! Rey Chico, okupa en Fuente Victoria

  • A gritos proclama un escudo de Fondón que su casa es de los del Moral y no de "las Godoyas" con el mismo ningún éxito de mis quejas en este diario y ante aquel ayuntamiento del que no he merecido respuesta alguna a no ser la oficiosa, advertencia sutil incluída, que se me dio hace unos días por parte de alguien que suponía con sensibilidad histórica: que yo era solidario con el escudo por ser ¡toma ya! " pariente consorte de los del Moral".

¡OTRO ESCUDO GRITANDO! Rey Chico, okupa en Fuente Victoria

¡OTRO ESCUDO GRITANDO! Rey Chico, okupa en Fuente Victoria / D.A.

Si ahora descubre mis lazos de familia con las aves estoy perdido: parentesco tan cercano [somos bípedos en primer grado…] además de exponerme a las iras de algún bruto, invalidará por interesada mi petición de que Laujar restituya los cuervos a su escudo oficial… e invalidará también mi empatía con unas palomas heráldicas empeñadas las pobres en devolver su nombre original a una de las casas más bonitas de nuestra Alpujarra...

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IMG_20210502_175406_2 / D.A.

El lugar de Cóbdar de Andarax de los árabes se llamó luego Presidio, hasta que en la segunda República, pensando que el nombre venía de cárcel y no de lugar principal, se le denominó Fuente Victoria para pasar después a acrecentar el término de Fondón hasta que finalmente quedó constituida en entidad local.

Menos mal que el alto Andarax no es tierra cargada de escudos; de haberlo sido, no un grito sino un clamor es lo que resonaría en el valle por el continuo maltrato de obra y de palabra infligido a su patrimonio desde la impunidad, sin que sirva de nada la protesta, pues no hay nada como un sordo voluntario para pasarse el grito de una piedra por el arco del triunfo al tiempo que coplea aquello de la Piquer: "No me lo cuente vecina / que no me quiero enterar".

Bueno, pues si no quiere que se lo cuenten, ampliaremos los gritos para que al menos se enteren los alcaldes de Fondón, Laujar y Fuente Victoria, que entre sus obligaciones está la de combatir el embobamiento ante lo foráneo mientras se abjura de lo propio por creerlo inferior, ninguneando así a quienes arraigaron en la tierra, se entregaron a ella y en ella dejaron sus corazones latiendo, si no por su sangre sí por sus obras. Entre las que, por supuesto, se cuentan sus casas, tal como esta que desde mediados del siglo XVIII adorna Fuente Victoria, un privilegio por sí misma, por sus fundadores, el paisaje y el mucho campo a ella vinculado según muestra su almazara. La "Casa Grande", cuyo blasón de piedra decía ser propio de los Palomar como ya escribí y dibujé en mi libro Los Escudos de Almería publicado en 1986.

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Escudo / D.A.

En 1753 la habitaban dos huérfanos de catorce y doce años, don Manuel y don Pedro Palomar de Estrada -así, con el "don" de los hidalgos- tutelados por la madre y el padrastro. No he podido precisar lo que aconteció con estos dos pobres niños ricos; tal vez murieron jóvenes… o fueron heredados por los descendientes de su tío Andrés de Palomar, pleiteante por su nobleza en 1775 ante la Real Chancillería de Granada… pero el caso es que acabó faltando descendencia directa a comienzo del siglo XIX y gran parte del patrimonio pasó a un ilustre linaje capitalino con el que había enlazado por el casamiento de Juliana Palomar con Lorenzo Puche. En tiempos de José Puche y Perceval, alcalde de Almería y su último alguacil mayor perpetuo, se produjo en 1820 la supresión de los mayorazgos, liberadora de sus propiedades para la venta.

Venta que al igual que ocurrió con la de los bienes desamortizados, supuso la decadencia de la casa a la que sin duda ayudó la de la minería, causante en gran medida del empobrecimiento del pueblo; el edificio fue ganando abandono y cerca de la ruina andaba ya cuando en los años cincuenta empezó el turismo y entonces una lumbrera de la tierra, Bernardo Martín del Rey, poeta e historiador, presunto, vió cómo estos reparaban en la casa y no tardó en responderse su propia pregunta poniéndose él por medida": esto tan admirado no puede ser de uno de los míos, de uno como yo…" y se le encendió el candilillo y ¡hala! sin importarle historia ni documentos se revistió de archivero de Almería, presunto, de fabulador, cierto, y endosó la casa a Mohammad XI, último rey de Granada, Boabdil para los enemigos, Rey Chico para los amantes de la comparación.

Pero una cosa es que el osado imponga nombre y otra que los que pagan el bautizo ni siquiera lo cuestionen. ¿Es que acaso volvió el rey llorón, zombi de

doscientos años, a pasar el resto de su eternidad en Presidio? No imagino de anfitriones a los Palomar para quienes Boabdil era la encarnación del mal y antes se hubieran dejado aspar que alojarle; como tampoco veo al sultán de las llantinas interesado en ser huésped forzoso por muy bonita que la casa fuera.

Ya hemos visto cómo en ausencia de los dueños, uno de esos que hacen suya hasta la caspa ajena, invitó al Rey Chico, no a pasar unos días, sino a quedarse para siempre en la casa. Ni los Palomar se merecen esto ni Boabdil está dispuesto a consentirlo... ¡Pues no es nadie él para aceptar vivienda cristiana, habituado a vivir, como vive, fantasma, en la Alhambra, la casa mora más bonita del mundo! Por otro lado, no sé a qué viene tanto miramiento con Boabdil. ¿Qué hizo por la taha de Andarax que en señorío le dieron los Reyes Católicos? Pues venderla, echar unas lagrimitas cocodrilas y salir corriendo a embarcar en Adra rumbo a Marruecos con ochenta millones de maravedíes en la buchaca.

Si en su día era explicable que desconociéndose la identidad de los fundadores de la casa se recurriera a este invento, ahora, cuando se sabe, resulta inaudito el mantener esta atribución, agravio a la Historia y desprecio de sus protagonistas. Menos mal que el destino es sabio y propició que los Palomar se fueran de Presidio al hoyo sin saber que la tontuna le acabaría robando a su casa el nombre del linaje para dárselo a un rey enemigo, ante la indiferencia de todos.

De todos menos de las palomas de su escudo que zurean cada vez más alto, hasta llegar al grito, indignadas de tener al Rey Chico, okupa en Fuente Victoria.

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