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Elegir bien y con calma: no hacerlo cuesta dinero y tiempo

Elegir bien y con calma: no hacerlo cuesta dinero y tiempo

Elegir bien y con calma: no hacerlo cuesta dinero y tiempo

Vivimos inmersos en una sociedad que invita de manera permanente a consumir. Gastar, comprar y renovar incluso si no es necesario. ¿Quién no ha cambiado de teléfono móvil cuando todavía no le tocaba? ¿O se ha dejado llevar por una compra impulsiva de la que luego se ha arrepentido? Decisiones que se toman sin pensar y que, con el paso del tiempo, van suponiendo una losa importante que van destruyendo nuestra economía. Pequeños gastos que, una vez sumados, suponen un problema de índole mayor.

La presión de marcas y anunciantes

Las marcas son conscientes de ello y aprovechan estas tesituras para seguir una espiral de compras que lleva a que el cliente siga manteniendo una imagen o estatus. Esto se da tanto en productos de consumo como en los que se destinan a mantener un estilo de vida. Por ejemplo, a la hora de escoger un coche y su correspondiente seguro. La elección del vehículo no apropiado, solamente por desear dar una imagen, suele ser desastrosa. La razón es muy sencilla, se trata de un bien que suele tener una vida útil mayor a los 10 años. Al igual que con la elección de coche, la de los seguros suele ir aparejada a contratar algo que no necesitamos. Por poner un ejemplo, los seguros Verti ofrecen características adaptadas a las necesidades reales de los clientes, mientras que hay compañías que invitan a realizar un gasto más elevado, aún sabiendo que el cliente no va a necesitar determinadas características.

Basta sacar la calculadora para comprobar que el dinero se va de la manera más tonta. Por ejemplo, hay quien tiene seguro en su smartphone y realmente no lo necesita, porque el valor del móvil ya no merece la pena. Sin embargo, piensan que 10 o 12 euros al mes es una buena cobertura. Hablamos de más de 100 euros al año para algo que directamente se podrían haber ahorrado o destinar a otras cosas.

Hablando de dispositivos móviles, se trata de uno de los productos más infrautilizados de cuantos tenemos entre las manos. La mayor parte de la población no consigue sacar partido de lo que tienen, ya que este se limita a redes sociales, comunicaciones y poco más. Comprar o financiar un dispositivo de alta gama para luego no darle el provecho necesario es una de las formas más evidentes de tirar el dinero. Una verdadera lástima, ya que la tecnología, al alcance de cualquiera, nos va invitando a utilizar funcionalidades que nos vienen grandes.

Para evitar estas situaciones en las que el dinero se nos escapa casi sin que nos demos cuenta, lo mejor es partir de una buena educación en consumo. Es evidente, sobrevivir al bombardeo de publicidad de las marcas y de su continua necesidad de hacer que compres es muy difícil. Pero para ello ha de partirse de la premisa de valorar lo que se tiene y darle el uso adecuado antes de que la obsolescencia, programada o no, haga su efecto. El mundo publicitario hace uso de técnicas muy complejas y que se basan en imágenes impactantes, mensajes que calan, la creación de una necesidad que no es tan evidente. Es decir, se crea una sensación falsa de publicidad que no nos corresponde, pero que nosotros asumimos como propia. Por tanto, una buena educación de consumo es quizás el arma más poderosa para evitar un consumo despiadado y que lleva a unos gastos que son completamente innecesarios.

Educar a las nuevas generaciones en este tipo de pautas, enseñándoles a distinguir entre la necesidad real y la provocada es uno de los pilares fundamentales para conseguir que se sea más responsable. Como adultos hemos de fomentar un consumo responsable, en el que el impacto de las marcas no termine siendo una losa de la que es difícil librarse. Ya que en los centros educativos estos temas se tocan de pasada, es fundamental fomentar hábitos de consumo basados en la responsabilidad individual y que tendrán el objetivo de tener unas cuentas saneadas.

Decisiones erróneas en la compra de productos de consumo, contratación de seguros que nos vienen grandes o no nos hacen falta o incluso de productos bancarios, puede dar al traste con cualquier economía. Por tanto, nada más adecuado que hacer un análisis de nuestra situación, valorar cómo son nuestros hábitos y hacer los cambios que sean pertinentes. Si sacamos papel y lápiz podemos ver que el dinero se escapa con mucha facilidad y que hacer que vuelva a nuestro bolsillo es solo cuestión de cambiar de hábitos. El consumo responsable permite que llevemos un estilo de vida más acorde con nuestra economía y que no deseemos aparentar algo que no somos de manera real. Vivir de otra manera es posible, más sostenible y con mucha menos presión. Aprender a protegerse es el primer paso para llevar una vida mucho más tranquila.