Almería

Emilia, 100 años de entrega

  • Nacida en Suflí y residente en la capital desde la posguerra, Emilia Moreno Martínez celebra hoy su cumpleaños junto a su familia. En perfecto estado de salud físico y mental, comparte sus recuerdos

Si quisiera colocar un marco más en las paredes y muebles del salón, lo tendría complicado. Razón no le hace falta. Es mucho lo vivido y muchos los recuerdos que uno puede acumular si tiene la suerte de vivir cien años. Sobre todo, si es sólo con un poco de sordera, en un perfecto estado de salud física y mental, como Emilia Moreno Martínez. Celebra hoy su onomástica, rodeada de sus seres queridos y de esas fotografías, tesoros en blanco y negro y color que repasan la historia del siglo XX con el añadido especial de hacerlo desde la mirada particular de esta abuela almeriense.

Le ha tocado vivir tiempos convulsos, décadas en las que la mujer era sinónimo de obligaciones sin derechos y crisis más dañosas que la actual, de los que da cuenta con el relato de su propia vida y con la plácida sonrisa del que se sabe querido y satisfecho del camino andado. Largo y no falto de dificultades a las que esta luchadora les ha plantado cara para sacar adelante a sus cinco hijos. Hoy le rinden homenaje.

"A mí estas cosas no me gustan, no quiero publicidad", comenta Emilia en un tono cordial y humilde, sentada en su butaca sobre la que descansa también un rosario. Le reza todos los días a María Auxiliadora, al Sagrado Corazón de Jesús y a la Virgen del Carmen. "Les pido por mis hijos", explica. Ha vivido para ellos y sigue haciéndolo. Es el secreto de la fortaleza de su pequeño cuerpo, de apenas 1,39 de altura y 39 de peso. Todas las tardes hace un repaso de llamadas -se maneja incluso con los móviles-. Necesita saber de ellos para estar tranquila. "Me emociono cuando sé que están ahí y me enfado mucho si no me contestan. Me preocupo. Pienso que les puede haber pasado algo".

Su hijo mayor, Juanjo, y sus "niñas", Carmen Mari, Rosi, Monse y Pepa, no le han dicho nada de esta visita de Diario de Almería. Sólo un rato antes "para -aclaran- no ponerla nerviosa". No lo está y sus recuerdos fluyen como si fuera ayer.

Emilia nació en Suflí un día como hoy de 1911. La hija de Antonio Moreno y Carmen Martínez describe su casa en este "pequeño pueblo" como "una de las más bonitas. En la calle de la Fuente. Tenía cuatro plantas y balcones". Su "abuelito" era el maestro de escuela. "Leía La Juanita y La Perla. A los doce años tuve que dejar la escuela para ayudar a mi madre en la cocina". Habla de ella con la misma dulzura como la escuchan ahora sus "niñas".

En su infancia conoció al que sería su primer marido, Antonio Sánchez. Se casaron después de un largo noviazgo y terminada de la guerra. "Suflí era zona republicana y Antonio tuvo que refugiarse en mi casa". Nada de besitos: "Cuando mi madre se iba a Tíjola, le decía que estaba en casa", se ríe de otros tiempos, en los que iba acompañada de carabina a misa hasta diez días antes de la boda. Siendo agosto, lo celebraron con mantecados y hojuelas. Se casó con el padre de Juanjo a los 32 de años, con una vestido, que aunque negro, "tenía mangas de encaje y era muy bonito".

De luto, por su hermano fusilado."Mi padre había muerto y mi madre vendió todo para que mi hermano pudiera estudiar. Era profesor en Granada del colegio Ave María. Le dijeron, a él y a otros maestros y un cura, que le llevaban a Almería. Los mataron en la cuneta. Mi madre estaba dispuesta a todo, pero nunca encontró su cuerpo".

Con su marido trabajando en Barcelona, la alegría de su primer hijo no estuvo exenta de problemas. Más preocupados por la salud de Juanjo, aquejado del hígado, que por ellos mismos, la úlcera de su marido la dejó viuda.

A su madre le dieron un estanco en Almería, en la plaza San Pedro. En la capital, comenzó una nueva vida compartida con su segundo marido, José Antonio Pérez. "Era de Tíjola y amigo de la familia". Pasaba horas en el estanco jugando a las cartas con Juanjo. "Le consulté a mi hijo y me dijo que quería que me casara con papá, ya le llamaba así". Tenía apenas 8 años, cuando Emilia volvió a vestirse de novia. También de negro y sin viaje de novios, pero en el salón de casa esta vez había "magdalenas y pastelitos".

José Antonio y Emilia estaban convencidos de que Juanjo iba a ser su único hijo, pero en cuatro años tuvieron cuatro hijas. Toda una sorpresa: "En zona republicana, quería bajarse al sur cuando los nacionalistas lo interceptaron y no le creyeron. Recibió tres tiros". Uno de gracia en el testículo. Sigue contando Emilia que "lo dieron por muerto, lo subieron a un camión con cadáveres, pero se dieron cuenta de que José Antonio aún respiraba". "Y en cuatro años, cuatro hijas, tela marinera, menudo arroz", apunta la más pequeña de ellas, Pepa.

"Mi madre ha sido una mujer muy luchadora, la recuerdo siempre cuidando de nosotros". Su marido trabaja en los Talleres de Oliveros. Eso durante el día, porque por la noche el salario para poder mantener a cinco hijos lo completaba como Policía Municipal. "Yo -retoma la historia Emilia- no paraba de hacer cosas y cuando acostaba a los niños, seguía. Me podían dar las seis de la mañana. A veces, de lo agotada que estaba, me quedaba dormida en cualquier sitio". Sus hijas la recuerdan "siempre lavando", haciendo del aceite usado jabón, el pan y cocinando interminables pucheros en un hornillo de petróleo.

Ahora, aunque tiene ayuda, y lavadora, sigue limpiando a mano "mis trapillos", dice Emilia, satisfecha con una vida de la que sus mejores recuerdos son momentos en familia. Ha crecido con cinco nietos y siete biznietos, una palabra que no le gusta. "Se me atasca: Yo soy la abuela de todos", añade feliz por "cien años bien aprovechados".

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios