Almería

Entrevista a un filósofo: La muerte, el fin de la vida

  • Cayetano Aranda reflexiona sobre la muerte humana como fin de la vida. Para él, la muerte es "el fin del proceso vital que se inicia con el nacimiento y que el ser humano a veces vive con inquietud y angustia porque no se ha preparado para ella"

Entrevista a un filósofo: La muerte, el fin de la vida

Entrevista a un filósofo: La muerte, el fin de la vida / Rubén García Felices

El término de la vida, la muerte, un tema que siempre me ha obsesionado. ¿El por qué? No lo sé. Tal vez sea por el misterio que ella encierra. Nuestro destino final. En esta entrevista traigo a Cayetano Aranda, filósofo, para que nos hable de este tema y nos comparta su visión sobre la muerte y el sentido de la vida. Cayetano José Aranda Torres (Almería, 1951) es catedrático emérito de Filosofía de la Universidad de Almería. Su larga trayectoria académica ha estado dedicada a la filosofía idealista alemana, la filosofía del arte y la hermenéutica. Desde hace algunos años desarrolla una línea de investigación centrada en la filosofía de la salud. Sus últimas publicaciones son Una lectura filosófica de Edgar Allan Poe (Editorial Círculo Rojo, 2015) y Sexting: signo de identidad juvenil en la sociedad digital (EIDUAL, 2019), esta última escrita en colaboración con la profesora doctora Amada Cesibel Ochoa Pineda.

R. G. F.: El precursor de la Psicología Transpersonal en España, Antonio Blay Fontcuberta, en relación a la muerte, argumentaba que ésta no existe, sino que simplemente es un proceso de vida. Él mismo definía a ese "cuerpo al que le salen gusanitos" como un instrumento, el mismo instrumento que siempre ha sido. ¿Usted como filósofo idealista qué me puede decir sobre esto?

Cayetano: No conozco el pensamiento de Blay Fontcuberta, por eso de que cada uno tiene sus fuentes y lecturas obligadas y las del filósofo son las obras eminentes de la filosofía. Pero le puedo decir, estimado Rubén, que, desde el inicio del pensamiento filosófico, éste ha concebido la labor del pensamiento como una meditación sobre la muerte, y a ésta como el final necesario de un proceso biológico de nacimiento, crecimiento, reproducción y acabamiento. Si pensamos en la lejana pero segura fusión entre la galaxia Andrómeda y la Vía Láctea, veremos que la caducidad de la vida humana, cualquier que sea su futuro, forma parte de un fenómeno de dimensiones que nuestra modesta inteligencia, ni siquiera la inteligencia artificial (IA), puede llegar a comprender por el momento.

R. G. F.: Entonces, usted piensa que después de la vida ya no hay nada. ¿Pero, qué es la muerte?

Cayetano: Es el fin del proceso vital que se inicia con el nacimiento y que el ser humano a veces vive con inquietud y angustia porque no se ha preparado para ella. Lo que pueda haber después de la muerte no tendrá nada que ver con la vida humana y, en consecuencia, no podemos tener la menor idea de qué pueda ser.

R. G. F.: La mayoría de la gente piensa que después de la muerte va a ver a su Dios. ¿Por qué esa necesidad de creer en algo más allá de la piel? ¿Y qué relación tiene la religión y la muerte?

Cayetano: Sin duda alguna tiene que ver con la promesa de eternidad e inmortalidad que las religiones propagan y difunden. Esa promesa es el argumento más convincente para conseguir la fidelidad a los diferentes credos. El problema consiste en que, al no poder definir el más allá en términos humanos, se recurre a una imaginería (Edén, paraíso, Jannah, Walhala, etcétera) descrita como vida eterna y feliz, como si parte de la vitalidad terrenal se proyectase en el más allá, pero acrecentada en forma de inmortalidad y felicidad eternas.

R. G. F.: El cristianismo, islamismo, hinduismo... ¿Qué dice cada una de estas religiones respecto a la muerte? ¿Tienen algo en común?

Cayetano: Cristianos y musulmanes creen en la reencarnación de las almas y en la vida en el más allá, y la describen como una vida beatífica, sin calamidades ni pesares mundanos, para compensar los sinsabores de este valle de lágrimas en el que se resuelve, para estas religiones, la vida terrenal. Budismo e hinduismo creen en la reencarnación cíclica de nuestras almas en unos ciclos de eterno retorno de todas las criaturas vivas. En uno y otro caso, el ser humano sueña con la esperanza de esa trascendencia, sin tener ninguna evidencia, ni siquiera noticia, de la misma y, en muchos casos, renunciando a los sanos placeres y alegrías de la vida humana cuando se vive con prudencia y sensatez.

R. G. F.: El Día de los Muertos mexicano es una tradición con carácter festiva y alegre en la que se honra la memoria de los muertos. Es un encuentro anual entre las personas que la celebran y sus antepasados. ¿Cuál es su opinión sobre esta costumbre?

Cayetano: Hasta donde alcanza mi conocimiento del culto a los muertos, tengo la impresión de que la cultura de la muerte en México obedece al sincretismo o hibridación entre mitos, ritos y creencias anteriores al descubrimiento de América, todo ello unido a las supersticiones de un cristianismo primitivo y ancestral, que tenía como creencia común la existencia del purgatorio, lugar intermedio entre infierno y paraíso, y oportunidad que se daba a las almas de los difuntos para pagar por sus pecados, con la inestimable colaboración de los supervivientes, que las ayudaban con dádivas y rogativas.

Cayetano Aranda, filósofo Cayetano Aranda, filósofo

Cayetano Aranda, filósofo / Rubén García Felices

R. G. F.: Aquí todos estamos de paso unos años. ¿Quién se acuerda de los que vivieron hace siglos? ¿Y qué sentido tiene la vida si todo termina con la muerte?

Cayetano: Los filósofos hemos tomado de Platón un concepto de inmortalidad del alma al que nos aferramos y laboramos para que se haga realidad. Se trata de la pervivencia en la memoria de los vivos, de la que esperamos perdure por mucho tiempo. Así, nos esforzamos en que de nosotros se acuerden las generaciones futuras porque recuerden de lo que hemos sido, lo que hemos hecho y lo que hemos dejado para la posteridad. Esa memoria puede ser eterna.

R. G. F.: Los humanos al ser conscientes de la muerte queremos buscar lo mejor en los años de vida y conseguir dejar una huella de nuestro paso por el mundo. ¿Dejar esta huella tiene un coste en vida? ¿Usted que huella va a dejar?

Cayetano: Todos dejamos una huella, mayor o menor, deleble o indeleble, de nuestro paso por este mundo. De lo que se trata es de cultivar en nosotros y en los que nos siguen el gusto y la ocupación con la memoria, la reciente y la más remota, porque rememorar y recordar, desde Platón hasta Hegel es el modo primario de conocer. En todo auténtico proceso de conocimiento hay siempre un ir a nuestro interior para hacer surgir la forma de la experiencia. Por lo que a mí respecta, como docente e investigador universitario, aspiro a perdurar en el recuerdo de todos los que han estudiado conmigo y también que el recuento del número de lectores de mis obras se demore en el tiempo.

R. G. F.: El ser conscientes de esa realidad de finitud invita a los filósofos a ser activos, a tomaros la vida con más inquietud.

Cayetano: Vivir es actuar, laborar, ser activos mientras nos quede un aliento de vida y, sobre todo, seguir pensando sin parar en los problemas que la humanidad se ha planteado desde siempre y lo seguirá haciendo, porque no hay, no habrá una IA que sea capaz de dar una respuesta que nos convenza a todos.

R. G. F.: ¿Viviría eternamente si pudiera?

Cayetano: Desde luego que no. La aspiración a prolongar la vida artificialmente es una añagaza de la biomedicina, cuyos intereses ocultos no andan lejos del interés pecuniario. La memoria del que pudiera vivir eternamente sería su principal enemiga, a no ser que para vivir cada día se nos borraran los recuerdos de lo vivido, y esto es la mayor tragedia del vivir humano.

R. G. F.: ¿Se está perdiendo el miedo a la muerte?

Cayetano: No, para nada. Nos han hecho creer en cierta inmortalidad ligada a la prolongación del tiempo de vida como criterio médico de salud, pero en realidad los riesgos siguen ahí, nuestra vida es sumamente frágil y caediza, y somos felices y/o desdichados precisamente porque somos finitos y nuestro tiempo en la tierra está tasado.

R. G. F.: ¿Cree en el destino? ¿Está escrito?

Cayetano: El destino lo forjamos los seres humanos con nuestras acciones, que no olvidemos que somos libres, autónomos y, en consecuencia, sujetos a responsabilidad. Tradicionalmente la creencia en el destino era propia de las personas indolentes, pesimistas y que no creen en la capacidad humana para cambiar el curso del mundo, en especial, cuando este nos es desfavorable.

R. G. F.: ¿Está a favor o en contra de la eutanasia?

Cayetano: Como derecho humano fundamental, no solo estoy a favor de la eutanasia, sino que soy un convencido defensor de esta, porque refuerza la autonomía de los seres humanos para decidir sobre su vida, cuando el sufrimiento de la enfermedad es irresistible o despiadado. Por otro lado, ensalzo y elogio el coraje civil, el compromiso y, sobre todo, el ejercicio de compasión, que llevan a cabo los profesionales de la sanidad que, de acuerdo con la ley, ayudan a morir dignamente.

R. G. F.: ¿La dignidad humana, claudica con el término de la vida?

Cayetano: La dignidad humana es el monumento invisible que nos convierte a cada uno de nosotros en miembros de una especie inteligente, que utiliza la razón para lograr una vida buena, con y para los otros, en instituciones justas y equitativas.

R. G. F.: ¿En su obra, existe alguna relación entre la escritura y la muerte?

Cayetano: En mis primeros estudios sobre la filosofía de Hegel me ocupé detalladamente de la importancia para el pensamiento del dolor, el sufrimiento y la muerte; constaté que en todo el pensamiento clásico el ejercicio del pensamiento racional no deja de estar condicionado por esas radicales experiencias cruciales.

R. R. G. F.: Y para terminar la entrevista: ¿podría decirme de qué trata el libro que va a publicar próximamente con la editorial Tirant lo Blanch?

Cayetano: Es una obra escrita en colaboración con la profesora doctora Amada Cesibel Ochoa Pineda, de la Universidad del Azuay, de Cuenca (Ecuador), que lleva por título Introducción a la filosofía del arte, y que se ocupa de la manera que ha tenido la filosofía contemporánea de pensar sobre la naturaleza de la "obra de arte", a diferencia de la no artística, lo que le confiere a aquella un valor de bondad, belleza y verdad.

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