El Fraga que yo conocí
La autora recuerda en primera persona su relación con el fallecido desde los tiempos en los que fundó la Asociación de mujeres de Alianza Popular en Almería
Cuando me he enterado de la muerte de Fraga, me han venido tantos recuerdos y tantas vivencias que no puedo menos que tener un recuerdo público lleno de cariño y de amistad para un hombre que lo fue todo en la Transición democrática y que junto a él un grupo de almerienses capitaneados por Joaquín Monterreal formamos Alianza Popular llenos de ilusión, la fuerza, el coraje y el trabajo que Fraga nos transmitía. Éramos pocos, empezamos de cero, no teníamos ni sede, ni local; luego nos dejaron provisionalmente una casa que iban a tirar hasta que pudiéramos encontrar algo. Pero teníamos enfrente al jefe, a Fraga que nos empujaba con sus palabras, su ejemplo, sus llegadas a Almería y la sede de Madrid abierta para cuanto necesitáramos.
Yo tuve que ir en varias ocasiones en representación del partido, siempre a pedir ya exponer problemas y siempre me recibía atento, con cariño, con paciencia, procurando ayudarnos a superarnos para poder poco a poco, ir despegando hasta conseguir que ganáramos posiciones
Volvía ilusionada y empecé reuniendo a unas cien mujeres que formamos la Asociación de Mujeres de Alianza Popular. Todas maravillosas, dispuestas a todo, sin pedir nada a cambio, pero que se prestaban a toda clase de trabajos y a conseguir dinero para hacernos con una gran sede. Y lo conseguimos porque sólo nos movía la ilusión de llegar a ser un gran partido, junto a Fraga, a quien queríamos como persona y admirábamos como político y como amigo en tantas ocasiones.
Venía a Almería, no sólo cuando había elecciones. También vino a inaugurar la sede que nos dijo que era la mejor de España y también para una reunión en el local o en una comida donde nos informaba de cómo iba el partido y de cómo teníamos que trabajar.
Después de cada mitin había una comida con militantes y simpatizantes. Siempre lleno absoluto. Las mujeres le regalamos un cenicero de plata grabado con el lema 'Asociación de mujeres de Almería'. Se lo entregamos en la reunión previa a la comida en el Gran Hotel. En los postres me acerqué a él y le pedí permiso para subastar algo suyo. Me dijo que encantado y que empezara por el cenicero, que agradecía muchísimo pero que nosotros necesitábamos lo que pudiéramos sacar por él. Y claro que se sacó dinero. Me animé y le pedí a Fraga su pañuelo de la chaqueta. Me lo dio y otra subasta estupenda. Seguí atreviéndome y le pedí su corbata viendo el éxito que tenían y también ofrecieron bastante dinero. No sé si el pañuelo lo ganó el prestigioso abogado Juan José Pérez Gómez y la corbata un gran empresario. Luego me dijo Fraga que no fuera a pedirle la camisa. Le respondí que había sido muy generoso y que ya estaba bien. Conseguimos un dinero que necesitábamos en aquellos tiempos.
Otro día llegó el alcalde de Turrillas, Bermejo. Nos invitó y fuimos a cenar unos cuantos a su casa, una cena familiar, no oficial, ni política en la que todos éramos iguales. Al final, Fraga nos obsequió con su famosa queimada. Muy de noche nos vinimos a Almería.
Cuántas veces he ido a Madrid. Procuraba verle, aunque estaba el guardián, Jorge Verstringe que no te dejaba subir a ver al patrón como él le llamaba, pero yo no le hacía caso. En una ocasión, Fraga decidió irse de España. No recuerdo ni a dónde, ni por cuánto tiempo, pero se iba e incluso llegó a preparar sus cosas en la sede. Coincidió que tuve que ir a Madrid y subí directamente a verle. Salía de su despacho: "¿Qué hay Carmen? ¿Qué haces por aquí? Pasa que ahora vengo". Estuvimos hablando de su anunciada marcha; yo creo que estaba muy desanimado por los resultados electorales y pensó que era un estorbo; se creyó culpable.
Entraban a su despacho constantemente jóvenes con su foto para que se las firmara y lloraban; para todos tenía una palabra de cariño. El teléfono no paraba de sonar. Me despedí, también llorando y me dijo: "Carmen, estas cosas me parten el alma". Más tarde me enteré que fue el entonces presidente de la Generalitat de Cataluña, Jordi Pujol quien le convenció para que no se fuera, seguramente con argumentos muy convincentes.
Podía contar miles de anécdotas, como para llenar un libro, pero si tuviera que destacar lo mejor de Fraga diría simplemente, "honestidad, honradez, trabajador incansable, fuerza, ilusión, gran español y un enorme luchador". Sólo quiero que dios le reciba en estos duros momentos que todos estamos pasando al recordar su figura irrepetible.
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