Almería

Los Gallardos mira a Roma

  • Miles de vecinos y visitantes de la comarca disfrutaron en el día de ayer con una representación histórica caracterizada por la intervención de centenares de gallarderos y en la que hubo carreras de cuádrigas

La estrella plateada de nombre María guía a los Reyes Magos a través de las calles de Belén de Los Gallardos. Sus Majestades siguen la señal púrpura en busca de un recién nacido al que llaman Jesús, quieren regalarle oro, incienso y mirra porque saben que el niño Jesús es el esperado de los hombres. Los pastorcillos se han adelantado, le han dado al niño lo poco que tenían: pan, queso, algunos dátiles.

Este es el comienzo de la historia que se revivió durante todo el día de ayer en el municipio levantino de Los Gallardos durante la tradicional celebración del Auto Sacramental de los Reyes Magos que congregó a miles de personas en sus calles y plazas. Un ambiente festivo cargado de Historia y momentos épicos en el que no faltó una solemne misa en la iglesia parroquial con la actuación del coro municipal de la localidad.

Y continuando la historia, en su palacio, Herodes, el rey de Judea, llama a sus centuriones a su presencia. ¿Quiénes son esos que dicen Magos, a qué vienen a mis tierras? Salid y traedlos ante mí. Los soldados cumplen las órdenes, reúnen a sus tropas, marchan a las afueras, al cruce de caminos donde los Magos de Oriente toman descanso.

Mientras tanto, ajenos a la cólera de Herodes, los mercaderes han abierto sus puestos: el pan, los dulces, los adornos, la bisutería, la artesanía de madera, un sinfín de productos, se exponen a la vista de los paseantes. En la plaza del mercado un oso hace el oso: baila el hoola hop, lanza sus buenos cortes de manga, hace el pino, y se deja fotografiar a cinco euros la foto.

Los centuriones y soldados regresan a palacio sin los Reyes Magos. Herodes se coge un solivianto de aquí te espero. El centurión trata de explicarse, mas el arrebatacapas eleva el tono de su acaloramiento a tal punto que los romanos marchan de nuevo al encuentro de Melchor, Gaspar y Baltasar.

No muy lejos de donde acontecen estos sucesos, cuatro o cinco cocineros alrededor de una gigantesca sartén se entregan a la condimentación de migas con las de dar de comer a dos mil personas y gratis, que lo paga el Ayuntamiento. Justo detrás de la paellera monumental, los padres más avisados suben a sus retoños en un castillo de plástico inflado de aire. Allí, la chiquillería sube, baja, bota, salta, cae, así hasta caer rendidos que no es otro el objetivo perseguido.

Al fin, Herodes tiene frente a sí a los Magos de Oriente. Temeroso de que le arrebaten el reino o de que arenguen a la multitud, el hijo de Herodes I el Grande, casado con Herodías, a su vez esposa de su hermanastro Herodes Filipo, tras repudiar a la propia, invita a los recién llegados a que le cuenten sus planes y a marchar después. Al poco, Herodes Antipas queda solo, pensativo, reflexionando sus cuitas en voz alta: que si Calígula, que si Agripa, que al final terminó deportado en Lugdunum, la actual Lyon.

Se acerca la hora del hambre, las migas ya huelen, la cola se va haciendo, cada cual con su plato de plástico y su tenedor de lo mismo se dispone al buen yantar. En la plaza del mercado hay un tiovivo que gira a pedales, totalmente cierto, los chiquillos suben a un león, o un caballo, o un caracol, según van quedando libres.

Los pollos ensartados de a cuatro en seis varas de acero dan vueltas a la velocidad de rotación exacta, bañándose en los jugos naturales que produce su propia grasa. El tiempo de cocción es muy rápido, por lo que asar un pollo de un kilo tarda menos de una hora. Si el hombre lo dice que es el que entiende y el que lleva años, según explica, asando pollos, será verdad. Un vecino de cola manifiesta que en la ferias y fiestas se aprende mucho, y también es verdad.

El palacio de HA, Herodes Antipas, se ha quedado vacío. Ni el dios Baco que por allí andaba, ni la esclava con el quita moscas de plumas de pavo real han dejado rastro alguno. Los romanos han ido a sus respectivas termas, una ducha tras tanto ir y venir de palacio a los Magos, de los Magos a palacio, es el merecimiento mínimo al esfuerzo. El mismo lugar en que se situaron sus Majestades, ahora es ocupado por una pareja de enamorados a los que el amor ha envuelto en un velo que les impide ver a los que miran, que son casi todos los que quedan en la plaza. "Omnia vincit Amor: et nos cedamus amori." "El amor vence todas las cosas: capitulemos ante el amor".

Todos han abandonado el lugar incluidos los y las componentes del Coro. Lo antedicho: es la hora de comer, de darse una cabezadita, que ya las fiestas son muchas fiestas. Los britanos, los celtíberos, los vikingos venidos de otras tierras, vagan de un lugar a otro, de un bar a otro, cual japoneses con la cámara fotográfica disparando a lo que se mueve y a lo que no. En Belén de Los Gallardos hay mucho gentío en este día grande. Antonio, Chincheto, el fotógrafo oficial del Levante anda renqueante el hombre, pero, a ver, el trabajo es el trabajo.

Con el ánimo entero tras las migas, los pollos, los chicharrones, los pastelillos, el personal traslada su corporeidad a un descampado encharcado de las últimas lluvias. Cuatro columnas de capitel romano adornadas con guirnaldas dividen en dos partes el campo de batalla, el campo de carreras, de los romanos blancos y los romanos negros. A su alrededor se agolpan los gallarderos, los antusos, los garrucheros, los turreros, e, incluso los de más allá de más allá, o sea, de donde da la vuelta el aire.

Los paganos y los cristianos quieren circo romano, el espectáculo circense en época romana fue uno de los más favorecidos por el fervor popular. Desde uno de sus extremos, las carceres, aparecen los competidores que se dirigen a la línea de salida en espera de la señal de comienzo de las pruebas. Los romanos blancos en corceles blancos, los romanos llamados negros en alazanes negros. A pleno galope han de clavar una lanza en la diana. Después, la espada. Se miran fija y fieramente a los ojos. La multitud grita. Las nubes chispean, la temperatura climatológica desciende en la misma proporción que aumenta el calor de la lucha en el, digamos circo, entre los gladiadores curtidos, cada uno de ellos con sus pinturas de guerra para que los dioses los protejan.

Con las cuadrigas en el campo de carreras se completaba el día festivo vivido tradicionalmente el día seis de enero en el municipio de Los Gallardos, que cada día de Reyes cumple con la tradición instaurada hace ya años de representar el Auto de los Magos de Oriente con la participación de multitud de vecinos del pueblo.

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