Los Gallardos vuelve a respirar los aires del medievo español
El bullicio por las calles comienza a primera hora de la mañana, con celebraciones y apertura de los puestos · Pintura, animales y venta de objetos artesanales para atraer a todos los amantes de la feria
La chiquillería se amontona alrededor de Jacobo, 'El Jorobado, quien subido a una enorme bola de color azul, armado tal cual la sota de bastos, nariz de cochino, una chepa por la que trepa un ratón blanco, y una voz de aguardiente casero, intenta arrearles en el lomo. Cada vez que hace un amago, los críos salen como bandada de pájaros despavoridos para perderse entre los puestos del Mercado Medieval que ocupa gran parte del centro de Los Gallardos.
Hasta las afueras del pueblo se alcanzan las melodías de las gaitas, el retumbo del tambor, el timbre de las cuerdas del bouzouqui, que ponen por encima de las tejas de los tejados de las casas gallarderas las Cantigas de Alfonso X 'El Sabio', la música más tradicional española con ochocientos años de antigüedad. Y otro apunte más que se aprende en el Mercado, la gaita española es de las más antiguas de Europa, en tanto que los escoceses la usan desde hace sólo cuatrocientos años.
Por la parte de arriba del Mercado Medieval se sitúan los animales de dos y cuatro patas. Burros, ocas, conejos, un hermoso pavo, pobreciño mío que no sabe lo que le espera, gallinas de continuo cacareo. Algo más abajo, apenas unos metros, Juan Manuel Rocamora, artesano de la piedra, cincela el escudo heráldico de Los Gallardos. Juan Manuel se toma su trabajo artesanal con interés, poco a poco la piedra se talla con suaves toques de martillo y cincel. En su puesto cuelgan numerosos trabajos realizados con sus manos, allá en su taller de Caravaca de la Cruz. Las buenas gentes de Los Gallardos van y vienen por las calles, por la plaza; se acercan a los puestos, miran, preguntan precio, compran o se van, según. Los niños quieren de todo, las pacientes mamás dicen no a todo a sabiendas de que sus retoños insistirán.
Son muchas y variadas las tentaciones para los pequeños. Algunos se detienen ante Carlos, el alfarero, dale que te pego a la rueda con la fuerza de los pies para su movimiento. Carlos se sienta a horcajadas en un banco y hace girar un pesado volante con el pie. El volante, a la vez hace girar un cabezal sobre el cual da forma a la arcilla.
Con las manos forma el barro en preciosas figuras ayudado con una cuchilla y para asombro de la chavalería separa la vasija con un fino alambre de corte. Carlos, el alfarero, con fina ironía dice que "el año 2012 no sé cómo será; el 2011 malo". Bueno, al menos está trabajando.
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