Garaje Sagredo
Aún tardarían años para que las primeras señales de tráfico lucieran en la confluencia de Real del Barrio Alto con la Rambla o que en Puerta de Purchena centelleara el ámbar de los dos semáforos; pero ya en la década de los 30 la automoción le ganaba terreno a los vehículos de tracción animal
Manuel Sagredo Fernández, chófer de Alsina, casado con Carmen Ureña y padre de siete hijos, empleado y socio del taller de Antonio García, sentó las bases de la acreditada saga de mecánicos instalados en el nº 11 de la Cta. de Granada, próximos al domicilio familiar de c/. El Zagal. En la actualidad lo continúan -en tercera generación- nietos del fundador y un operario de los "de toda la vida", en el polígono industrial San Rafael (desde finales de los setenta).
Alsina Graells -empresa barcelonesa de transporte establecida en Almería en 1915- inauguró líneas regulares con la provincia antes de que incómodos autobuses acercasen a bañistas de flotador y trajes pudorosos a los balnearios Diana y San Miguel. Paralelamente, en prensa se anunciaban las marcas Dodge, Chevrolet y Ford, representadas por Manuel Berjón (Garaje Americano, en el Parque) o José Mª Artero, con exposición y venta en plaza Flores. Atrás quedaban los "locos cacharros" de cuatro ruedas pilotados por los sportman García Peinado, Luis Batiste o Pérez Burillo; al tiempo que, al rebufo de la modernidad automovilística, nacieron los talleres de reparación del citado Antonio García, Garaje Inglés (de Adolfo Téllez), Cataluña, Estrella, etc. Y el de nuestro protagonista.
Tras asistir a la escuela pública, sus tres varones mayores (Manuel, Rafael y Miguel) se incorporaron paulatinamente al en principio modesto negocio, en un local alquilado en mayo de 1931 a Francisco Rodríguez por la suma de 90 pesetas mensuales. Días después, y tras abonar otras 50 pesetas, el Ayuntamiento le concedió licencia de apertura como "taller de reparación de vehículos y maquinaria".
En este primer tramo de la populosa vía de acceso a la ciudad -entre rambla de Belén y Cruz de Caravaca- se alzó el Barrio del Inglés, por Guillermo Hall, propietario de un almacén de esparto. Antes y después de la guerra, a su largo y ancho se establecieron cuadras y cocheras para carruajes fúnebres, la carretería de Antonio Zapata, Destilerías Fernández -reconvertida en Escuela de Maestría Industrial-, el almacén de coloniales y bebidas de Ignacio Núñez o La Cartagenera, fábrica de mosaicos. A Sagredo le flanqueaban la tenería de curtidos y pieles de Fernando el Malagueño (más adelante le comprarían el local), un herrador y modista, Felipe Cañadas (experto en bobinado de motores eléctricos) y Garaje Sevilla, a cargo de Juan Morales. Y en la acera opuesta, Piquer Hermanos.
Especializados en turismos, taxis y camionetas, pronto ocuparon un creciente mercado en el emergente sector industrial. Después de la guerra les fue concedido el servicio oficial de los motores Barreiros y de los vehículos industriales Renault. En aquella España autárquica y aislada del mundo, la escasez de derivados del petróleo pusieron en la carretera -a la fuerza ahorcan- los llamados "gasógenos", calderas adosadas a la trasera del vehículo y alimentados, a modo de combustible, con carbón, leña y cáscaras de almendras. De difícil mecánica y frecuentes averías, Azcoyen, Gasna e IEG -representado en la provincia por Sagredo- eran los modelos más solicitados. En la fotografía lo vemos adaptado al coche de línea Níjar-Almería.
Juan Sagredo, el hijo menor, casado y viudo de Mª Carmen Ametis Godoy, se incorporó directamente desde la Graduada Escolar "Calvo Sotelo" a un taller en el que, rara avis, los cuatro hermanos se entendían a las mil maravillas. Y si surgía alguna disparidad de criterio -siempre por temas mecánicos-, se solventaba en la Venta "Santa Ana" o en la Cuesta de los Callejones ante un plato de jamón, habas y dos botellas de vino.
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