Germán San Nicasio, un arquitecto frustrado para el bien de las letras
El escritor madrileño, que veranea todos los años en Almería, acaba de publicar su tercera novela 'La cárcel de Jackson Pollock' de la editorial 'Eutelequia'
Dejó los planos y los proyectos por la pluma y el pincel. La sociedad perdió a un arquitecto, pero la literatura salió ganando con el giro que dio a su vida Germán San Nicasio (Madrid, 1978) que acaba de publicar su tercera novela en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. San Nicasio está muy vinculado a la tierra almeriense ya que veranea desde hace mucho tiempo en Mojácar y últimamente en Vera y las pedanías cercanas. "Creo que soy el único que no hace nudismo allí porque me da vergüenza desnudarme, pero no me asusta contar mis intimidades en diarios", asevera.
San Nicasio asegura que de la provincia de Almería ha sacado algún personaje del libro y sobre todo muchas estampas y escenas del fracasado matrimonio del protagonista, con lo que "el libro tiene algo de esencia almeriense", espeta.
Tras conseguir un premio en un certamen de novela taurina con su opera prima 'Verde Pañuelo' publicada por Espasa, lanzó su segunda novela 'Mejor Guión Adaptado' de la editorial Almuzara. 'La cárcel de Jackson Pollock', publicada por Eutelequia, consolida e impulsará la carrera de este escritor.
El protagonista de la obra está convencido de que la locura es una actividad muy absorbente. Un pintor madrileño de ochenta años que en su momento fue muy famoso y cotizado, que un buen día, nadie sabe muy bien por qué, decidió hacerse llamar Jackson Pollock, como el pintor americano, y a partir de ahí empezaron los problemas.
Su cotización cayó en picado y sus deficiencias mentales se agravaron. Es un personaje extraño, pintoresco y sombrío, que se mete tubos de pasta dentífrica en la bragueta para convocar a las musas, se alimenta a base de comida especial para gatos y no habla con nadie porque considera que todo el mundo es gafe mientras no se demuestre lo contrario. Lleva años obsesionado con pintar un cuadro de la cárcel de Carabanchel, en la que estuvo encerrado, pero algo le impedía ponerse manos a la obra.
Ahora, anciano y enfermo, intuye que le queda poco tiempo de vida y por fin se decide a pintarlo. Sabe que será su último cuadro, una obra emblemática que será mitad exorcismo, mitad ajuste de cuentas.
El pintor, con un nudo de enfermedades en la garganta, recuerda aventuras delirantes y personajes fantasiosos. Pero por encima de todos estos personajes, destaca la personalidad de Penélope, una gata coqueta y provocativa con la que el artista mantiene una relación muy peculiar.
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