Un 'Golfo' que cambió por completo su vida
La mujer de Antonio se encontró al can colgado con una soga al cuello en un árbol Hoy se ha convertido en su sombra, en su motor diario y en su hilo conductor
Antonio Campoy conservaba la vida pendiente de un hilo. El atasco en las arterias es lo que tiene, le pegó un zurriagazo de infartos al corazón. Los médicos le dijeron: "Antonio, tú verás, reposo y vida tranquila". Antonio se instaló en su casa de Pozo del Esparto en el año 2006. 'Golfo', este nombre le puso la señora de Antonio Campoy al animal, estaba en el árbol del ahorcado sin Gary Cooper y aquello no era Montana, ciudad sin ley. Colgado con una soga al cuello a 'Golfo' le quedaba un hilo de vida. Quiso la misericordia que un hijo de Antonio llegase a tiempo de descolgarlo, llevarlo a casa, ponerlo en manos de un veterinario, desparasitarlo y explorarle la garganta que la llevaba destrozada de la estrangulación.
"Seis operaciones en las glándulas salivares lleva ya desde que lo recogimos", cuenta Antonio Campoy, "había tenido roturas y se le quitaron todas las del cuello. Le operaron a vida o muerte, pero ahora está muy bien". En toda la conversación, Antonio no deja de acariciar una bolsa que a 'Golfo' le cuelga del cuello como si fuera un cencerro, "esto es saliva, no es ningún tumor, es una bolsa de saliva porque no la puede expulsar y se queda acumulada, por eso se la acaricio, a veces revienta y yo le ayudo a arrojar la suciedad, lo curo y hasta la próxima". Hasta la próxima, sí.
Antonio pendiente la vida de un hilo y 'Golfo' con un hilo de vida se han agregado el uno al otro y viceversa. Dice Antonio que el perro ha cambiado de carácter, que aunque nunca ha sido malo, ahora es mucho más dócil, más sociable, "según me dijeron es un 75 por ciento labrador y un 25 podenco, buen animal". Antonio lo mira, lo acaricia, "le debo mucho" murmura, no se deben nada porque ambos están unidos por esos lazos invisibles de la vida. "A raíz de los infartos cogí una gran depresión que me hizo quedar prácticamente inmóvil". Antonio, antes de proseguir entorna los ojos, baja la cabeza, "el perro, con empujones, echándose encima de mí, me hizo salir y aun con muletas cada vez caminaba y caminaba, si yo me caía 'Golfo' me levantaba".
Antonio, hombre, ¿cómo que le levantaba el perro? "Metía el morro por debajo de mí, hacía fuerza, y hasta que veía que yo no cogía de nuevo las muletas él no se separaba de mi lado. Es una maravilla". Y uno mira al perro y lo encuentra hermoso. Por dentro y por fuera.
En la casa de Antonio hay otro perro, perra, "que era de mis suegros. Mi suegra murió y nos hicimos cargo de mi suegro. Mi suegro murió y ninguna de mis cuñados hubiera querido la perra, 'Luna'. ¿Qué tal se llevan 'Golfo' y 'Luna'? "De maravilla. El 'Golfo' se come a quien haga daño a la 'Luna' y 'Luna' se come a quien haga daño al 'Golfo'. Son uña y carne". Antonio Campoy, que nunca antes tuvo perro ni dejó que sus hijos pequeños lo tuvieran, "jamás esperé que me dieran lo que me ha dado 'Golfo', me lo ha dado todo, es mi compañía, todos los días salgo a pasear con él, él sabe cuándo tiene que salir y si por la noche tiene que hacer sus necesidades entra, me llama, me toca con la pata, lo saco, y a la casa de nuevo".
Antonio Campoy se queda en silencio, mira fijamente, ofrece un saludo generoso, camina hacia la playa, percibe que ha dado que pensar y se aleja para no turbar el pensamiento. Antonio y 'Golfo' caminan juntos enlazados por un hilo, por la emocionante hebra de la vida. Y conmovedora.
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