Almería

HUÉRCAL OVERA. Venerable en vía de beatificación

Salvador valera

Salvador valera

Vivió como un asceta y murió como un justo, señala su biografía. Tras una larga vida sacerdotal, el huercalense está pendiente de Beatificación vaticana. Estaba en posesión de las órdenes de Isabel la Católica y Carlos III. D.E.P.- El virtuoso, el amparo de los desvalidos, el modelo de Sacerdotes, el nunca bien alabado Cura-párroco de esta villa, el Ilustre D. Salvador Valera Parra, Caballero de la Real y distinguida orden de Carlos III, entregó su alma a Dios... encabezaba su esquela mortuoria.

Costeada por particulares y convenientemente restaurada, una estatua preside desde 1950 la plaza que lleva el nombre del ilustre hijo de Huércal-Overa. Al sacerdote venerado hace dos centurias por sus paisanos, el arzobispo de Valencia, Barrio Fernández, le dedicó el laudo: Solo os pido que os miréis en el espejo que tengo en Huércal Overa, en el cura D. Salvador Valera Parra; en cuyo espejo se mira también vuestro obispo. Ocurría tras ser nombrado por Isabel II (1859) Caballero de la Real Orden de Isabel la Católica y la de Carlos III, en premio a su actuación en favor de enfermos y necesitados durante la epidemia de cólera sufrida en el Sureste en 1855.

Cura Salvador Valera Cura Salvador Valera

Cura Salvador Valera

Nació el 27 de febrero de 1816, hijo tardío de las segundas nupcias del modesto labrador Diego Valera con la jovencísima Josefa Parra. Siendo huérfano a muy temprana edad, estudió gramática y latín en el pueblo antes de marchar a Murcia con su tía materna, abadesa de las Clarisas Capuchinas. En el seminario de San Fulgencio cursó Filosofía y Teología y con 24 años cantó su primera misa. Ya por esas fechas nos lo describen como un joven “alto, enjuto de carnes, delgado, muy cano, tez blanca, porte majestuoso y modales de gran señor”, destacando al mismo tiempo su humildad y mansedumbre. Tras la ordenación regresó a Huércal Overa, iniciando una larga vida pastoral que concluyó tras medio siglo en diferentes parroquias: Alhama de Murcia; de nuevo (1851) en el curato huercalense de Ntra. Sra. de la Asunción; Cartagena (1863/1868) y definitivamente en su localidad natal, hasta el fallecimiento el 15 de marzo de 1889. Fue sepultado en la capilla mayor de la iglesia arciprestal, perteneciente entonces a la diócesis de Cartagena. El obispo de la ciudad Departamental inició en 1954 el expediente pro beatificación del Cura Valera, proceso que en opinión de la Asociación creada al efecto en 1988 estaba muy avanzado. Mientras tanto, en marzo del presente año el papa Francisco firmó el decreto por el que la Iglesia declara <Venerable> al cura Valera.

Carmen Pinteño, pintora

Carmen Pinteño Carmen Pinteño

Carmen Pinteño / Javier Alonso

Versatilidad y originalidad confluyen felizmente en nuestra pintora contemporánea más representativa. Propio de ciegos relatores de historias truculentas, el legendario <Crimen de Níjar> le sirvió como obertura del retablillo callejero de 18 viñetas -con textos igualmente romanceados- que sorprendió al visitante a la exposición en el CAMA de “La mirada de Carmen”, incluida en el antológico catálogo posterior. La comisaria de la muestra, Matilde Sánchez Imberlón, viuda del añorado Manuel Falces, la define con precisión de cirujano:

Una historia de vida observada y retratada a través de los pinceles de una mujer auténtica, rigurosa y coherente, orgullosa de sus raíces y agradecida con su tierra, que siempre ha sido protagonista e inspiración, con una técnica madurada bajo la luz del Mediterráneo y la soledad del desierto. Sus protagonistas son figuras que encarnan la ternura, el candor, la amistad, la ilusión, la pena, la alegría, la resignación.

Historia que evoluciona desde la mujer, con el hombre, en el desnudo, en la tierra, con la pareja, la maternidad, la familia y mostrando hechos de la vida cotidiana o acontecimientos cercanos y a la vez universales con los que podemos identificarnos.

Carmen Pinteño, nativa de Huércal Overa (1937), es heredera natural de aquella pléyade de pintoras del XIX a las que se refería Dionisio Godoy. Autodidacta embebida de múltiples corrientes y autores, incluidos los indalianos de sus inicios, aunque pronto soltó amarras. Su obra, inmensa y bella, está apasionadamente plasmada en el lienzo; n el día a día de una trayectoria limpia. Las exposiciones, individuales y colectivas, son por tanto numerosas y los galardones, medallas y reconocimientos, merecidísimos. Desde el inicial Premio Provincial en Almería de 1962 a la medalla de Honor del Salón de Verano de Nueva York en 1999.

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