Ilusión para la vuelta del Deseado
Pinceladas de la retirada de las tropas francesas
EN este episodio titulado El equipaje del rey José (1875, EN 11) Galdós detalla la retirada del ejército francés, su derrota en Vitoria y la ilusión del pueblo español por el retorno del Deseado.
La salida de José I Bonaparte se prepara desde marzo de 1813, mientras se espera el regreso de Fernando VII desde Francia. Es el momento de la identificación y represión de los «afrancesados», españoles colaboradores con el gobierno. Frente a ellos, asegura un personaje, «Parece que corren vientos anglicanos y wellingtonianos». Estos últimos se reconocen por sus casacas rojas. El padre Salmón, fraile de la Merced, informa de la salida de la comitiva real hacia El Escorial, con intención de celebrar allí su santo. Y le corrigen el nombre del mes, para nombrarlo en jacobino: «No se dice Marzo, sino "Ventoso", víspera de "Germinal" y antevíspera de "Floreal"», más adelante nombrará al "Rey postizo" que está siempre en "Vendimiario". Con la confusión entre unos y otros aumentaban los rumores, en tanto se soliviantaban atentos a la mínima noticia sobre la inminencia de los acontecimientos. Galdós exclama «¡Y entonces no había periódicos!».
La despedida de "Napoleón el Chico" carece del gesto anímico, el suspiro, exhalado por Boabdil de Granada: «Madrid y su palacio y su polvo y su claro cielo y su aire sutil...fueron... un recuerdo».
En este episodio nos presenta a dos personajes que aparecerán durante el sexenio del 14 al 20: Salvador Monsalud (patriota afrancesado), joven militar «sargento jurado» y Juan Bragas (del lugar de Pipaón), covachuelista, germen del funcionariado público. Si el primero era idealista, romántico; el segundo se definía realista y amante de la infalibilidad de las matemáticas. En realidad había vitoreado a «Pepe Botellas» cada vez que este salía de paseo, gritando «¡Mueran los Madripáparos!», por tres reales, y aspiraba a algún empleo o cargo. Frente al joven militar defensor del ideario constitucional, el funcionario arribista sin ideales, el burócrata.
La entrada de Fernando estaba programada para el 30 de mayo, día de su onomástica, por tanto los preparativos de salida de José se intensifican con el compromiso de abandonar Madrid el 27. Desde marzo embargan coches y carros en la villa para el traslado de obras de arte y otros objetos suntuarios y artísticos expoliados, que formarán parte de su equipaje. No obstante las tropas españolas comandadas por el general Castaños desde Extremadura, Porlier y Losada en Galicia, Morillo en Asturias y Mina en Vizcaya, coordinadas desde Fregeneda por Lord Wellington, les cerrarán el paso de Burgos y Vitoria.
En la tertulia que se celebra en casa del tío de Monsalud, el familiar comunica que ha sido comisionado para preparar los festejos de un arco del triunfo en la recepción del primer libertador de la patria a su entrada en Madrid: D. Juan Martín El Empecinado, Lord Wellington o... Los detalles de la ceremonia son los siguientes: composición de versos (himnos de aclamación), un desfile con carro, adornado con guirnaldas de rabo de cometa, banderitas y escarapeles. Un grupo de doce o catorce doncellas tiernas, vestidas de ninfas, irán delante del carro cantando «el Velintón». Sobre el carro una figura disfrazada del dios Marte, con medio cuerpo desnudo y un chafarote en la mano.
Para los absolutistas, representados en el personaje vascongado Fernando Navarro Garrote, el enemigo es triple: franceses, afrancesados y liberales, especialmente estos últimos «de los que en Cádiz han hecho lo que llaman la Constitución», cuyas «Gacetas» respiran «odio a los patriotas, al Rey y a la sacrosanta religión. Son los discípulos de Voltaire». Este rancio y quijotesco héroe del antiguo régimen, que recuerda a Don Guido de las Coplas de Machado, consagró su juventud al vicio y tuvo un hijo no reconocido: Salvador Monsalud. Así Fernando Garrote simboliza el padre de dos vástagos: Carlos Garrote (preanuncio del carlismo, línea legitimista) y Salvador Monsalud (las esperanzas puestas en El Deseado, línea constitucionalista).
El hecho de que Fernando VII se dirija a Valencia, dilatando su entrada triunfal en Madrid, tras firmarse el tratado de Valençay, explica la publicación en la Gaceta del decreto 4 de mayo de 1814 por el que Fernando VII suprime la Constitución y las Cortes, restaura el absolutismo y deroga toda legislación derivada de aquellas, lo que supondrá la supresión del consistorio carbonero nacido del constitucionalismo doceañista.Santa Alianza), al mando del duque de Angulema, devolverá el vecindario de la Carbonera a Sorbas y se cerrará el consistorio carbonero durante los diez años últimos del rey «Neto» o rey «felón» (1823-1833).
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