Javier López-gay. 54 años. Profesor en oncología

"Intentamos que estén en el aula y no piensen en su enfermedad"

"Intentamos que estén en el aula y no piensen en su enfermedad"

"Intentamos que estén en el aula y no piensen en su enfermedad"

Javier López-Gay, a sus 54 años, inicia su tercer curso en el aula hospitalaria de Oncología. Una vocación por la atención de los pequeños que le viene de familia. Su padre era pediatra y siempre le interesó la idea de dar clases en el hospital. "El impacto psicológico de una enfermedad tan grave como el cáncer, tanto para los padres como para los niños, es difícil de abordar desde un punto de vista educativo. Por más imaginación que uno le eche, lo que intentamos es que estén en el aula y piensen lo menos posible en su estado", asegura. Normalmente son niños con estados de inquietud, desgana y cansancio propio de los tratamientos que reciben y el equipo docente centra su esfuerzo en poder motivarlos con todo tipo de actividades. Campeonatos en el futbolín, dibujos, juegos tradicionales y todo lo que esté a su alcance para que los pequeños pacientes se impliquen con sus compañeros y no les falten los momentos de diversión y disfrute.

La única restricción del profesor López-Gay es el ordenador, no accede a que pasen más horas de las necesarias. "Lucho contra las nuevas tecnologías", asegura y lo razona en base a que los jóvenes abusan y se olvidan de aspectos lúdicos y descuidan las relaciones sociales. El personal educativo trabaja con las familias y se esfuerza mucho en el ámbito afectivo-emocional, pero quieren que los padres y madres de estos niños oncológicos aprovechen las horas de clase para desconectar y aprovechar para hacer las cosas que el prolongado periodo en el hospital te impide hacer a diario. También inciden en la necesidad de que las familias aprovechen las aulas hospitalarias para cuidar de los hermanos de estos niños con enfermedades crónicas o de larga duración porque suelen sufrir el síndrome del hijo abandonado al concentrar padres y madres la atención y esfuerzo en la curación del convaleciente.

En su trabajo con los pequeños y las familias, Javier López-Gay cuenta con el inestimable apoyo de los psicólogos y trabajadores sociales, tanto de Torrecárdenas como de la Asociación de Padres de Niños con Cáncer de Almería (Argar), además de la relevante función que desempeñan por las tardes los voluntarios para que las actividades abarquen todo el día. Está muy satisfecho de todo lo que está aportando, pero ya piensa en el siguiente reto que pasar por llevar sus clases a la prisión de El Acebuche.

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