Joan Manuel Serrat, fiestas de despedida
Almería
En el adiós de una leyenda. El cantautor catalán más universal de todos los tiempos se ha despedido de los escenarios en su gira mundial “El vicio de cantar. 1965-2022”
Cada recital ha sido una fiesta de despedida, removiendo sensaciones y recuerdos. Las emociones han flotado en el ambiente, pero el “Noi de Poble Sec” ha sabido manejarlas con buen humor y una sonrisa guasona nada más salir cada noche a los escenarios, con los brazos abiertos, a veces, en más de una ocasión, cruzando una teatral cortina de terciopelo rojo. Ha querido asegurarse de que todos los asistentes dejaran a un lado “la melancolía, la nostalgia y cualquier otro sentimiento de este tipo, ya que se estaba en una fiesta de despedida, sí, pero una fiesta”. Y el pasado ya no existe, vino a decir. “De ahora en adelante, solo nos queda el futuro”.
Del pasado nos remontamos al 27 de diciembre de 1943, fecha de su nacimiento, pero fue en 1965 cuando a partir de entonces pudo nacer un estilo, una manera de ser, una manera de ahondar en lo que sienten él y otros muchos. Un modo de comunicar sentimientos, algo de humor y melancolía.
Nuestro corazón, es decir, nuestra forma de sentir, se hizo con él; hubo lecturas –Sartre, Camus, Vallejo, Miguel Hernández, Miguel de Unamuno…- y Joan Manuel Serrat. Por aquel entonces, nos habíamos hecho, únicamente, al oído del catalán Raimon, que fue como un obús sentimental –y comprometido- de la canción nueva, que nació en Cataluña como “la nova cançó” pero que muy pronto tuvo voces en otros lugares, entre ellas las de Paco Ibáñez, Rosa León, Luis Eduardo Aute… Pero llegó Serrat y “mandó a parar”, como decía otro tema. Su música, la catalana, la española, es decir, la poesía en las dos lenguas, adquiría para los mortales de este país, el color y el calor de la melancolía; residía dentro de nosotros como el recuerdo de una buena lectura y ese era ya el espacio sentimental en el que se desenvolvían nuestros preciados recuerdos. Joan Manuel Serrat ha sido uno de los cantautores más importantes de la historia de España, si no el más importante.
Y ya en la más rabiosa actualidad, tras una inactividad forzosa obligada por la pandemia de covid-19, el pasado 27 de abril, en el Beacon Theatre de Nueva York, iniciaba la gira de despedida. Una gira que ha llamado “El vicio de cantar. 1965-2022” y que el poeta-cantautor ha querido llevar a cabo para compartir con sus, podemos decir, millones de seguidores, algunas de las canciones que los han acompañado a lo largo de su vida, y que consolidaron al cantante como uno de los iconos mundiales de la música.
Desde que irrumpió en el mundo del espectáculo hace la friolera de 57 años, no dejó nunca de escribir canciones, grabar discos y hacer giras por todo el mundo a través de formatos muy distintos, acompañado de orquestas sinfónicas, con la intimidad de un piano o una guitarra, o incluso con voces y estrellas de talla mundial, con su inseparable Ricard Miralles.
A lo largo de los años su prestigio se fue ensanchando, su manera de ser se hizo más interior, más permeable a los sentimientos más hondos de la vida, y eso se fue trasladado a su manera de proceder, y a las letras de sus canciones. Han pasado años y años, pero por sus letras y su música solo pasaron la caricia adolescente del tiempo efímero que está dentro de sus canciones.
Casi 80 “fiestas de despedida”
Próximo a 80 conciertos repartidos por Estados Unidos, Sudamérica y España han sido testigos de la despedida de este catalán universal. Han sido recitales-conciertos rondando casi las dos horas y media de canciones y pensamientos en voz alta. Cierta liturgia en el aire, con silencios respetuosos. No ha estado el cantautor circunspecto, sino que ha bromeado con su adiós escénico. Junto a él, una banda de siete músicos con sendos maestros en cada flanco, a los teclados, su inseparable Ricard Miralles y Josep Mas “Kitflus”. Cómplices estrechos en la carrera de Joan Manuel Serrat. A la luz de su trayectoria y producción dispone de material clásico para nutrir varios conciertos (en toda la gira ha manejado un repertorio de unos 70 temas) y en los compases avanzados de las noches fueron manifestándose los gestos hacia Miguel Hernández (Para la libertad) y Antonio Machado (Cantares), el siempre pletórico “Mediterráneo” y las juveniles “Paraulas d’amor”.
Los asistentes a sus conciertos “El vicio de cantar. 1965-2022” han sido testigos directos del punto y final a una trayectoria única por su relevancia como artista, como compositor y como cantor de poemas, además del legado humano que seguirá escribiendo en su biografía.
Han sido conciertos alegres porque el cantante ha podido volver a lugares llenos de recuerdos agradables que no ha podido visitar en tiempo, pero también melancólicos, porque “el tiempo, que tantas cosas ha dado, también se me las ha quitado, y las pérdidas ya son muchas”, dijo en su momento.
“Todo pasa y todo queda pero…”. Por eso después de cada recital-concierto hubo de decir “hasta siempre” con gratitud.
“Mediterráneo”. Primera obra maestra de la música española
Recuerdo con grato sabor como uno entra en el disco, como se adentra en un mar desconocido, con cosquilleo, con bastante misterio. Pero nada más entrar se siente el efecto salvífico. Es casi imposible desentrañar el enigma de las musas que lo inspiraron cuando, hace cincuenta y un años, se publicó “Mediterráneo”, una obra colosal que reconfortó entonces y sigue haciéndolo, que protege al que escucha y que salvó a su autor de unos años turbulentos. Es tal la calidad de esta obra, que puedo decir muy subjetivamente que, puede mirar a los ojos de verdad a cualquier pieza anglosajona de autores como Bob Dylan, Leonard Cohen, Paul Simon y otros grandes.
“Mediterráneo” fue como esos libros de la juventud que cuando los recuerdas te vienen olores, colores e imágenes aunque no tengan relación alguna. Serrat compuso este disco cuando tenía 27 años en tres emplazamientos muy distintos: En la Costa Brava, en Calella de Palafrugell (Gerona), en Fuenterrabía (País Vasco) y Cala d’Or (Mallorca). Se grabó en apenas una semana en Milán y los arreglos jugaron un papel fundamental de la mano de Juan Carlos Calderón, de Gian Piero Reverberi y del ingeniero de sonido, Plinio Chiesa.
“Mediterráneo” no fue solo una inmortal canción, sino todo un disco que aún hoy, todavía, conecta con esa visión tan realista como romántica de la España de los pueblos rendidos, las ciudades descorazonadas y de sus gentes que buscan una buena razón para vivir. Pero jamás se imaginó el alcance que tendría su disco: “Mediterráneo” nació simplemente de la necesidad de reencontrarse con la esencia de su faceta como cantautor. “Es un accidente que algunos trabajos trasciendan un tiempo más allá de lo que podríamos llamar ‘normal’, más allá de este olvido rápido con el que pasan las cosas, mucho más en el mundo de la canción”. Es el costumbrismo de “Aquellas pequeñas cosas”, el respeto de “La mujer que yo quiero”, el abandono de “Pueblo blanco”, el retrato de “Tío Alberto”, el amor de “Lucía”, el viaje sentimental de “Vagabundear”…
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