La Junta reconoce la lucha por la igualdad de una mujer centenaria

Isabel Zamora fue el ángel de la guarda de los que huían de la guerra y ayudó a muchos a escapar de la cárcel o del fusilamiento a su regreso a Mojácar

Isabel Zamora, distinguida por la Junta con el Premio Meridiana.
María José Uroz · Ricardo Alba

11 de marzo 2014 - 01:00

Isabel Zamora, una vecina de Mojácar con cien años de edad, es una de las cinco mujeres que hoy reciben el Distintivo por la Igualdad 2014, que concede el Instituto Andaluz de la Mujer y que reconoce la labor de personas, entidades, colectivos e instituciones en defensa de la igualdad de derechos y oportunidades de mujeres y hombres. El acto, que estará presidido por la Delegada del Gobierno, Sonia Ferrer, tendrá lugar en el Museo Arqueológico de la capital.

Zamora es una de esas mujeres que han sido invisibilizadas por la historia, y un verdadero ejemplo de supervivencia y compromiso con la sociedad. Sufrió la peor parte de la guerra y de la posguerra, y supo adaptarse la situación y a una época en la que su ayuda fue vital para muchas personas. Por su lucha por la igualdad, compromiso con la sociedad, y apego a la vida, la Junta de Andalucía ha decidido distinguir a esta republicana centenaria.

Isabel Zamora ha pasado el siglo de vida, está cercano su ciento un cumpleaños. Ella ha llenado sus años de vida y no la vida de años como podría suponerse por la edad, no. Trabajadora desde niña "desde que pude andar, sembraba cuando era la siembra y recogía cuando era la época", campesina sin otro menester y pastora sin remedio, a ver, es lo que había en la Sierra de Cabrera. Isabel Zamora nació en La Adelfa, no en Mojácar, ni en el Sopalmo, "en La A-del-fa", queda claro tal y como Isabel quiere que quede.

Llegados los años mozos se casó con Martín allá arriba, en Sierra Cabrera. Ambos emigraron a Barcelona, a Suria, un pueblo barcelonés donde había minas de potasa en las que trabajaba su marido, sin saber que allí les pillaría la Guerra Civil y que Martín sería muerto en el frente de Lérida poco antes de finalizar la contienda. Viuda de un rojo la vida no le fue fácil ni mucho menos. El hambre, el racionamiento, cogió el tifus al tiempo que trabajaba para un arquitecto "que se llamaba Luis y no me acuerdo del apellido pero era muy famoso entonces que hizo un barrio en Barcelona". La memoria de Isabel es prodigiosa. Cualquiera firmaría por llegar a sus años con la mente tan clara.

A los pocos años de finalizada la guerra, Isabel Zamora regresó a su tierra. Se hizo el ángel de la guarda de aquellos que huían de los Civiles, ayudó a muchos a escapar de la cárcel o del fusilamiento, quién sabe.

Ahora, bien cuidada, sin una enfermedad, Isabel Zamora Zamora es la matriarca de una extensa familia mojaquera y "sus añadidos" dice ella. La despedida es un beso, pero el beso de Isabel Zamora se traduce en cuatro o cinco besos en la mejilla, una sonrisa y la alegría de ver una cara nueva. Que Dios la conserve otros 101 años.

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