Kim Manresa, un fotoperiodista que plasma la denuncia y la esperanza
Afincado en Turre, despierta conciencias con sus reportajes que además muestran la cara oculta de ciertas prácticas en el Tercer Mundo Está comprometido con los temas sociales
La santa curiosidad le bendijo al nacer. Entre el ojo y la mirada puso el visor de una Werlisa con carrete regalo de su padre. Era cuando antes de antes, cuando a una televisión sueca le interesaron fotografías de la policía gris porra en mano tras el gentío despavorido, dolorido, acardenalado, para un reportaje acerca de la Transición española. "Sí, hay un 'chiquet', un 'pringao' de Sant Andreu, que saca fotos, tal vez tenga alguna". El 'pringao', efectivamente, tenía fotos de manifestaciones, cargas policiales. Los suecos le pagaron a tanto la fotografía y Kim Manresa, el 'pringao' de la ocasión, se encomendó al santo patrón de la kodak y a los ángeles del revelado. Atrás quedó el 'pringao' del barrio, dejó la retaguardia, le ficharon en 'La Vanguardia' va ya para cuarenta años, los mismos que combina con encargos de reportajes, los mismos que le han dado nombre internacional y premios, más de cincuenta, entre ellos el FotoPress en siete ocasiones.
Encaramado en el teleobjetivo de una cámara fotográfica ha puesto en imágenes a todo el globo terráqueo "excepto unas cuantas islas de Oceanía, conozco todos los países del mundo. Empecé a recorrerlo recién cumplidos los 17 años. Primero Europa, después África, luego el resto". El resto y la suma en la vida de Kim Manresa es la fotografía, por sus venas corre el haluro de plata, ahora en menor dosis debido a la aparición de la fotografía digital que "ha aumentado la posibilidad de manipulación", apunta Kim.
"Debería existir un control de la profesión, una comisión o una especie de colegio que vigilara a los fotógrafos que mienten o exageran y que, en caso de reincidencia, pudiera expulsarlos del oficio". No se anda por las ramas Kim Manresa, un maestro de la fotografía artística y social, cuyos trabajos los realiza en gran medida en África y América Central y del Sur, aunque también en Asia, sobre temas que suelen reflejar las condiciones de vida en esos p países.
Kim Manresa usa la fotografía como instrumento de denuncia "no busco ser 'artista' de la fotografía, la cámara me sirve para plasmar las historias que a mí me interesan, no al revés. Es como el que escribe historias: da igual que use un boli o un ordenador, porque siempre hay algo que contar. Yo de la cámara no me cansaré, porque siempre habrá historias que explicar". Una de las singularidades de este magnífico escrudiñador de relatos gráficos es que no tiene equipo, no atesora cámaras fotográficas "a mí se me conoce porque no me importa el equipo que llevo. Me importa más el mensaje que la técnica. En cada viaje me informo un poco de cómo están las cosas y compro una cámara de segunda mano. Me da igual que sea Olympus, que sea Nikon o que sea Canon. Luego la regalo en el país donde haya estado". Libre y ligero de equipaje, así es él.
Manresa procura acercarse a Almería, a Turre concretamente con su amigo Paco Flores, tantas veces como puede que no son muchas. Ahora anda enredado en un encargo de la Unesco: mostrar en imágenes el Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, o sea, tradiciones, fiestas, costumbres, antropología, declaradas Patrimonio Inmaterial en 100 países. "Puede ser lenguaje, escritura, cuenta cuentos en Chipre, por ejemplo, el Tribunal de Aguas en Valencia, la Cal de Morón, el Silbo gomero, el Flamenco, la Cetrería, los Castellet, el Misteri de Elche, La Fiesta de la Patum de Berga, castillos, y la Dieta Mediterránea" para la que ya ha fotografiado los naranjos de Antas.
Si la fotografía le proporciona una vida apasionante, la pasión de Kim Manresa es su hija Ada. La lleva con él "tantas veces como puedo y sin desviarla de sus estudios. Es muy bueno, muy educativo que conozca distintas formas de vida, culturas, civilizaciones, es un bagaje que le servirá para el desarrollo de su vida".
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