Almería

LAUJAR DE ANDARAX. La lumbrera de Salamanca y Filipinas

Francisco Villaespesa

Francisco Villaespesa / Jesús de Perceval (Almería)

Tan alto reconocimiento obtuvo Francisco Villaespesa Martín (1877-Madrid, 1936) que sus convecinos, en un ejercicio de admiración devocional hacia el ilustre paisano, añadían a la denominación oficial de Laujar del Andarax: “y de Villaespesa”. En palabras de la alcaldesa, Almudena Morales: ”Don Francisco es laujareño por la gracia de Dios”. No obstante, en virtud de sus muchos panegiristas y dada la difusión de su vida y obra entre las recientes generaciones, hacemos personaje troncal de este monográfico a otro paisano no menor en conocimiento y virtudes, con una biografía politemática. Como imán turístico, recientemente cuenta con museo propio y Centro Cultural Hispano Filipino, abierto en la casa-palacio de Los MoyaTan alto reconocimiento obtuvo Francisco Villaespesa Martín (1877-Madrid, 1936) que sus convecinos, en un ejercicio de admiración devocional hacia el ilustre paisano, añadían a la denominación oficial de Laujar del Andarax: “y de Villaespesa”. En palabras de la alcaldesa, Almudena Morales: ”Don Francisco es laujareño por la gracia de Dios”. No obstante, en virtud de sus muchos panegiristas y dada la difusión de su vida y obra entre las recientes generaciones, hacemos personaje troncal de este monográfico a otro paisano no menor en conocimiento y virtudes, con una biografía politemática. Como imán turístico, recientemente cuenta con museo propio y Centro Cultural Hispano Filipino, abierto en la casa-palacio de Los Moya.

Por los caminos de España

Florentino Castañeda Florentino Castañeda

Florentino Castañeda

El jesuita Pedro Murillo Velarde y Bravo de Valdivia, catedrático en la Universidad de Manila, era pariente del primer Guardián del convento local de San Pascual Bailón. Séptimo entre catorce hermanos habidos en el matrimonio formado por Jacinto y Magdalena, vio la luz primera un 4 de agosto, siendo cristianado dos días después en la iglesia de Laujar. Corría el año del Señor de 1696. En el Libro de Defunciones de esta parroquia arciprestal se asienta su muerte, acaecida el 30-XI-1753 en el gaditano Puerto de Santa María. Ahí se describe igualmente la posterior misa funeral a la que asistió el Cabildo, clero secular, frailes regulares y cofradías establecidas en la localidad.

Vista la despierta inteligencia del chaval, su padre, regidor perpetuo del Presidio de las Alpujarras y labrador acomodado de origen extremeño, con probada hidalguía; y su tío Juan, capitán de Caballos, lo matricularon para su instrucción primaria en el Imperial Colegio de San Miguel granadino, por entonces el más prestigioso centro del antiguo reino nazarita. Sus hermanos, Esteban y Manuel Antonio, fueron asimismo canónigos en la catedral y Universidad alhambreña. Tras un breve paso por Murcia, recaló en Toledo, protegido por su tío Andrés, servidor de la Primada y posterior obispo de Pamplona. De aquí a la Universidad de Salamanca, de cuyo Colegio Mayor de Cuenca fue alumno privilegiado y, pese a su juventud, catedrático de Leyes durante cuatro años. 

Consagrado sacerdote en 1718, ingresó en la poderosa Compañía de Jesús, concluyendo en Alcalá de Henares los estudios de Teología. De su claustro partió un lustro después a Filipinas, convertido en un veinteañero ávido de horizontes misioneros. En el colegio de dicha orden en San José y en la Universidad de Manila ejerció la cátedra de Derecho Canónico y Civil, logrando merecido reconocimiento como jurista. En la capital tagala llegó a Procurador General de la Compañía (cargo que le obligaba a viajar regularmente a Roma y a Madrid), inquisidor del Santo Oficio, visitador de las misiones de Mindanao, rector del Colegio de Antipolo, etcétera. Entre su vasta obra humanística sobresale su ensayo cimero: <Geografía Histórica Universal>, diez tomos impresos (1752) en editoriales madrileñas. En ellos vierte amor y nostalgia por España, por Andalucía y por su pueblo; describiendo orígenes, paisajes o la bondad del clima y habitantes. Al cumplirse en agosto de 1996 el 4º centenario de su muerte cuando, desde el puerto gaditano se disponía a regresar a Ultramar, el ayuntamiento laujareño descubrió un mosaico que perpetúa la memoria del ilustre paisano.

Y es que Laujar es de los pueblos donde con mayor profusión encontramos hombres destacados en distintas parcelas del saber. Tal circunstancia no tiene, lamentablemente, parangón en la mujer. Afortunadamente hubo historiadores, caso de Florentino Castañeda, que se preocuparon en dejarnos escrito su legado.

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