Almería

LÍJAR. El Astérix de los Filabres

Panorámica

Panorámica

Si el galo Astérix fue el terror de Roma, el alcalde de un pacífico pueblo enclavado en Sierra de Filabres trató de emularlo ahora contra Francia, dicho sea con el respeto y la ironía que el rocambolesco lance suscita. Y es que la pequeña localidad sorprendió a España y Europa nada menos que con una su declaración de guerra en toda regla. Afortunadamente, un siglo después se firmó el armisticio entre ambas partes

Desde finales de los años setenta (anota el Ayuntamiento en su portal de Internet), sus habitantes viven principalmente del mármol, motor económico de la comarca. Perteneciente al Partido Judicial de Purchena, Líjar cuenta con canteras dentro de su término municipal. Las más importantes -mantenidas en activo incluso durante la crisis de los años 80- son las de Lobera, Cerro de las Huertecicas y Cañada de la Viña. En la actualidad hay unas 12 explotaciones (…) Pero son pequeñas, así que muchos hombres trabajan en el vecino municipio de Macael. Economía basada, además, en el monocultivo del almendro y olivar en sus 28,1 kms./2 de extensión

Castillo Castillo

Castillo

Líjar posee una pequeña pero frondosa vega con árboles de buen porte, regada por las fuentes del Algarrobo, Marchal y Cañares. Dispone asimismo de una floreciente industria de ganado caprino, con la mayoría de sus ganaderos como socios de la cooperativa Los Filabres. En el paraje Piedra de las Herraduras se hallaron petroglifos, declarados BIC en junio de 1985. Su orografía es ideal para la práctica del senderismo, con varias rutas señalizadas: Los Pinos, Huertecicas Bajas, Pilarica, El Ciscario, Veinticuatría, Rambla de Gomeres, etc. En el s.XVII-XVIII se construyó la iglesia dedicada a Santa María, siendo festejado su patrón, San Blas, en enero-febrero. En mayo celebran la romería de la Virgen de Fátima hasta su ermita en las afueras.

Guerra al francés, abajo los gabachos

No fue belicista el pueblo sino su alcalde y quienes le secundaron. Antes el asombro general, Líjar sería en el ocaso del siglo XIX protagonista insólito en un lance ocurrido a miles de kilómetros de un pequeño territorio al sur de Los Filabres. Por anacrónico, la decisión es de difícil justificación. El alcalde de la villa en ese momento, Miguel García Sáez, no era precisamente un lugareño iletrado y sí todo un licenciado en Derecho y ocasional corresponsal de prensa. La actitud beligerante frente al país vecino no tuvo trascendencia, que sepamos, en los diarios; aunque en cierta crónica sobre el polémico viaje regio a Alemania queda constancia de que “el pueblo de Líjar decide incluso declararle la guerra a Francia”. Con García Sáez eran concejales Juan Martínez, Diego Molina, Nazario Sáez, Juan Díaz, Raimundo López, Francisco Martínez, Antonio Martínez y Francisco García. Siglo y pico después todo queda en mera anécdota, fruto de la mente exaltada de un reducido grupo de “patriotas” que pretendieron inducir al tranquilo pueblo filabrés a un “conflicto internacional”; aunque ninguno de los dos Estados se pronunciase al respecto ni retiraran los embajadores.

En 1883, Alfonso XII, el del triste destino, aplaudió en Berlín el triunfo prusiano ante Francia e incluso, ante la indignación gala, aceptó honores militares. Al regresar a España, fue abucheado e insultado en París. ¡Líjar no podía tolerar tales agravios al monarca! El 14 de octubre de 1883 se reunió en sesión ordinaria el Consistorio presidido por el susodicho alcalde con un solo e inaudito punto del orden del día:

Actas municipales

Guerra a Francia. Acta Guerra a Francia. Acta

Guerra a Francia. Acta

“Por el Presidente se hizo saber al Ayuntamiento, que al pasar por la Ciudad de París el Rey D. Alfonso de regreso de su viaje el día veinte y nueve de septiembre último, fue insultado, apedreado y cobardemente ofendido por turbas miserables, pertenecientes a la Nación Francesa.

Que el más insignificante pueblo de la Sierra de los Filabres, debe de protestar en contra de semejante atentado, y hacer presente, recordar y publicar, que solamente una mujer vieja y achacosa, pero hija de España, degolló por si sola a treinta franceses que se albergaron en su casa, cuando la invasión del año ocho. Que este ejemplo solo, es muy bastante para que sepan los habitantes del Territorio Francés que el pueblo de Líjar, que se compone únicamente de trescientos vecinos (1200 habitantes) y seiscientos hombres útiles, está dispuesto a declararle la guerra a toda la Francia, computando por cada diez mil franceses un habitante de esta villa”. Sigue un encendido alegato sobre el valor de España, de los españoles y la glosa de distintos hechos de armas gloriosos, concluyendo el acta:

¡El Ayuntamiento tomando en consideración lo expuesto por el alcalde, acuerda unánimemente declararle la Guerra a la Nación Francesa, dirigiendo comunicado en forma debida directamente al Presidente de la República Francesa, anunciando previamente al Gobierno de España esta Resolución! La herida abierta debía cerrarse y así, el 14 de octubre de 1983, un siglo después, autoridades francesas y Corporación lijareña firmaron el armisticio antes de dar cuenta de unas suculentas migas a los acordes del himno de España y de La Marsellesa. Una plaza del pueblo luce desde entonces el rótulo “La Paz”.

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