Lágrimas de emoción en las pistas del aeropuerto
Un avión de la Fuerza Aérea trasladó a los legionarios a Herat · Familia y amigos acompañaron a sus conocidos
Muchos de ellos no lo entendían. Querían saber por qué esta vez les separaba una reja de sus familiares y amigos. Por qué no podían seguir el acto sin el incómodo entramado de alambre verde ante sus ojos. Al final, una manta traslúcida de emocionadas lágrimas consiguió velar la formación militar que sirvió de despedida para los 63 soldados que partieron a Afganistán, pertenecientes a la Brigada Rey Alfonso XIII con base en Viator. Esmeralda Galindo sostiene una botella de agua vacía entre las manos. La aprieta cuando le ve, a lo lejos. Al hijo que se marcha porque es su trabajo, su obligación. Porque ha elegido La Legión para llenar su vida. Es duro, señala, "pero estamos seguros de que le va a ir bien... no puedo explicar cómo me siento. Estoy algo nerviosa, ¿sabes? pero soy fuerte y estoy haciéndome un roble", asegura.
A su lado, el resto de la familia. No han querido dejarle sólo. Ni ahora ni nunca. Esmeralda ha colocado su corazón en el petate de su hijo. Lo espera de regreso en seis meses.
Los lazos de sangre se hicieron fuertes durante el tiempo que duró la espera. Cuando pasada la una y cuarto de la tarde, los que iban a partir ya estaban formados, esperando la llegada de los mandos, que se dirigieron a ellos recordándoles la importancia de una misión con un fuerte componente humano y social. Analizando la importancia de representar no sólo a España y los españoles, sino a La Legión. La leyenda y la historia. "Estáis capacitados vosotros y también bien mandados", señala uno de los jefes durante su discurso. Falla el sonido. El motor del avión de la Fuerza Aérea Española apenas puede distinguirse. No obstante, ellos lo han encontrado. Las familias localizan la silueta entrecortada de la aeronave, pintada ante el contraste del cielo. Más fuerza.
Un hombre con gafas de sol se apoya en la valla. A su lado, su esposa. No pueden hablar. Ella estruja entre sus manos un pañuelo blanco. Suspira.
Termina el acto. Romper la formación. Momentos de intimidad para el beso, la mirada, el abrazo... el decir sólo son seis meses, que vendrás de nuevo.
Pasan las dos de la tarde. La Policía Militar estrecha el cerco, la distancia entre los que se van y se quedan. Rugido de motores. Y el momento de la despedida. De la real. Sonrisas y muchas lágrimas. Un niño juega a ser un avión con prismáticos colgados, para poder verle una vez más, a lo lejos. Su padre le acaricia la cabeza. Él le mira y se abraza a sus piernas.
Los 63 legionarios caminan hacia el avión. Falta poco para el momento de la despedida, que para muchos es el inicio de una cuenta atrás que finalizará cuando termine la misión. La hilera caqui que se gira, saluda, sonríe. Mochila a la espalda.
La Brileg regresa a Afganistán después de que en julio de 2008 aterrizase en el aeropuerto de Almería la última de las tres rotaciones de militares integrados en la Aspfor XIX desplegados cuatro meses antes en las bases de Qala e Naw y Herat, donde 435 efectivos con base en Viator donde desarrollaron labores de apoyo.
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