Lamento de Saetas (I)

lEl III Congreso de Religiosidad Popular (IEA, 2003) acogió mi ponencia sobre tal música

Lamento de Saetas (I)
Lamento de Saetas (I)

25 de marzo 2018 - 00:41

Un año más me corresponde firmar la contraportada del cuadernillo que esta cabecera del Grupo Joly dedica diariamente a la Semana Santa almeriense. Después de muchísima ediciones y decenas de artículos sobre la misma, el autor siente cierto agobio en su afán de no caer en repeticiones de la propia cosecha. No obstante, la Saeta, como arraiga manifestación popular, merece nuestra mayor atención. Cuando fechas atrás preparaba la presentación del cartel de la XXXV Muestra (obra del fotógrafo Juan Lax) que desde 1982 organiza la peña El Morato, me topé en el ordenador con la ponencia presentada al 2003 al III Congreso de Religiosidad Popular, auspiciado por el Instituto de Estudios Almerienses: "La Saeta en Almería. Estado de la cuestión". A ella le dedicaré distintos capítulos en el transcurso de la semana

Cantar del pueblo andaluz

que todas las primaveras

anda pidiendo escaleras

para subir a la Cruz

La rima poética, precisa y preciosa, define como pocas sus rasgos esenciales. Lírica encendida de Manuel Machado que señala las fechas propicias y se adentra en la razón última de la copla genuinamente sureña. Letra de contenido religioso con la que un pueblo, nuestro pueblo, se dirige a la divinidad. Individual y no gregario, sin filtros ni intermediarios. Como un dardo o sagita latina dirigida certeramente a cristos y vírgenes.

Pero no siempre fue así. Hasta 1803 la RAE no admitió tal vocablo: "Saeta. Cada una de las coplillas sentenciosas y morales que suelen decir los misioneros, y que también se suelen decir durante la oración mental". Por tanto, vemos que aún nada se explicitaba sobre su expresión "jonda". Para alcanzar tal consideración debió recorrer un dilatado trayecto.

LOS ORÍGENES

El espacio disponible nos obliga a una estricta síntesis del legado cultural recibido. Su antigüedad se remonta al Medievo y va unida a la Orden Franciscana y en menor medida a los Capuchinos Descalzos. A los primeros se debe asimismo la práctica en España del vía crucis pasionista, importado de sus misiones en Jerusalén y Santos Lugares. La documentada primera referencia corresponde a fray Antonio de Escaray, en un librito de largo título: "Voces del dolor nacidas de la multitud de pecados que se comenten por los traje profanos, afeites, escotados y culpables ornatos… Dábalas fray Antonio de Escaray, predicador de su Magestad y Apostólico de Propaganda Fide de las Indias Occidentales, de la ciudad de Querétaro", impreso en 1691. Ahí se precisa:

Mis hermanos, los reverendos Padres del Convento de Nuestro Padre San Francisco, de Sevilla, todos los meses del año hacen misión, bajando la comunidad a andar Víacrucis con sogas y coronas de espinas; y entre paso y paso, cantaban Saetas. Después hay sermón...

Pareadas estrofas que en su primigenia métrica eran de esta guisa:

Quien perdona a su enemigo / a Dios gana por amigo

En asco y horror acaba / todo lo que el mundo alaba

¿Cómo se piensa salvar, / quien no quiere confesar?

Saetas penetrantes y exhortativas, catequesis callejera con pretensión de mover a la piedad desde el temor. Franciscanos y dominicos prosiguieron en la tarea, sumándoles a las anteriores otras narrativas, admonitorias y moralista, en tercetos rimados. De entre los que se dedicaron a tal menester catequético destacan fray Antonio de Castro y fray Diego de Cádiz. La recopilación de la obra del segundo fue editada en 1947 por Diego de Valencina en la, quizás, más completa colección de letras medievales. Valencina también misionó en nuestra provincia.

Los Hermanos del Pecado Mortal tomaron el relevo a los clérigos. Con este nombre se conocía a los miembros de las Cofradías de Ánimas extendidas por toda Andalucía, incluida Almería; donde tuvo especial predicamento la establecida en la parroquial de san Sebastián extramuros. Escuchar las advertencias apocalípticas proferidas por aquellos procesionantes debía resultar realmente tétrico. Vean la cita de Benito Más y Prat en su obra La tierra de María Santísima:

Una noche fría y áspera por las heladas, el lúgubre retumbar de pasos por húmedas y empedradas calles. Filas de penitenciales enfundados en sayones de basta arpillera y portando faroles en cuyos cristales iban pintadas fantásticas alegorías del Infierno.

Y repasen las fúnebres voces:

De parte de Dios te aviso / que trates de confesarte / si no quieres condenarte.

Restituye y paga luego / que una mortaja no más / de este mundo sacarás.

La gula engruesa los cuerpos / con sus regalos profanos / para cebo de gusanos.

Avanzamos en el tiempo hasta alcanzar otro hito historiográfico en el devenir cofradiero: la Desamortización estatal a finales del siglo XVIII de Carlos IV y la posterior de Mendizábal y Madoz, en el primer tercio del XIX; iniciativa que produjo serias dificultades económicas a hermandades y cofradías. Además de un severo control en sus actividades, aminoró el número y boato de los cortejos procesionales y redujo buena parte de ellas, obligándolas a refundirse en la cofradía sacramental de la propia parroquia, si la hubiese.

A partir de esta fecha, clero y cofrades dejaron su práctica al común del pueblo, que las siguió interpretando en la calle e interior del templo, no necesariamente durante la Semana Santa; basadas en momentos de la Pasión de Jesús y pasajes de textos sagrados. Cantos llanos, monótonos y repetitivos, salmodiados y sin relieves melódicos. No flamencos, pero vislumbrando ya su pronta incorporación a estilos propios del Arte Andaluz. Aquellas coplas litúrgicas, bíblicas, narrativas, etc. han perdurado hasta nuestros días en determinadas localidades andaluzas: Marchena, Puente Genil, Arcos de la Frontera, Loja o, en Almería, Turre.

stats