La Lira Hispánica
Crónicas desde la Ciudad
En los años veinte del pasado siglo, modestos instrumentistas profesionales de pulso y púa (guitarra, bandurria) fundaron La Lira, sociedad musical de ayuda mutua y de defensa diaria de sus intereses profesionales
DURANTE todo el primer tercio de la anterior centuria -espacio de tiempo en el que discurre la Crónica de hoy- España careció de un sistema estatal de seguridad social mínimo que atendiese las necesidades más perentorias de la población en cuanto asistencia sanitaria y prestaciones económicas imprescindibles (paro, incapacidad, jubilación, etc.). Y ello a pesar de que durante la monarquía alfonsina las Cortes aprobasen la Ley del ministro de la Gobernación, Bernabé Dávila, en vigor desde 1908, por la que se creaba el Instituto Nacional de Previsión. Un INP cuya cobertura era tan deficiente y escasa que, una vez más, nuestro país se distanciaba de la Europa avanzada y con mayor inversión en protección social.
Para paliar sus elementales carencias, la clase trabajadora y los pobres de solemnidad contaban con la Beneficencia Pública y Municipal, instituciones de la Iglesia y, en tiempos de la II República, con la privada Asistencia Social. Los jornaleros, funcionarios y artesanos, siguiendo las prédicas y orientaciones de Pablo Iglesias, "padre" del socialismo español, en sus visitas a Almería, aumentaron en eficacia y celeridad las sociedades obreras existentes o de nueva creación; abriendo además centros culturales y de instrucción pública y una Casa de Socorro propia, La Obrera, en la Plaza de Pavía:
El Triunfo y La Igualdad, arrumbadores y trabajadores del Puerto
Sociedad Obrera de dependientes de tejidos
La Lealtad, peluqueros y barberos
Las Camelias, modistas, sastras y similares
La Homogénea, esparteros
La Tormenta, dueños de carros
Sociedad de Panaderos
La Lucha, vendedores de pescados, etc, etc.
Los tocadores de guitarra y bandurria, imprescindibles protagonistas en verbenas y fiestas en los barrios, salones de baile, Carnaval o Feria, optaron igualmente por el asociacionismo como medio de interlocución ante la Administración. Atrás quedaban solicitudes personales del tipo siguiente:
"Rafael Navarro García, guitarrista, habitante en la plaza de San Antón, expone y solicita al Alcalde Constitucional de esta Capital… que con motivo de la festividad de mañana (Día de Reyes) y teniendo que dar esta noche dos serenatas, una en la calle de Pescadores (Parque Nicolás Salmerón) y otra en el Puerto y siendo necesario el oportuno permiso de VS. para poder verificarlo, es por lo que suplica se digne concedérmelo. Gracia que no duda alcanzar de VS. etcétera… ".
CONSTITUCIÓN
Tras una primera toma de contacto, la junta general celebrada el 4 de noviembre de 1922 (en su domicilio de la Plaza de la Constitución nº 24) le da antigüedad formal a La Lira, Sociedad de Instrumentos de Cuerda de Almería. Al amparo de la vigente Ley de Asociaciones, el gobernador, Luca Escalona, la aprueba con el nº 59 de la sección "Obrera"; siendo Baltasar Díaz López su primer presidente. Por sus Estatutos sabemos que está compuesta de "obreros que se dedican al arte de instrumentos de cuerda; teniendo por base de su pensamiento el de buscar por medio de esta unión social el mejoramiento moral y material de todos sus asociados". Para pertenecer a ella era obligatoria la mayoría de edad, alegar alguna inutilidad física, abonar 50 pesetas y acreditar estar instruido en música, debiendo examinarse ante un jurado nombrado entre los propios socios; si lo superaba, no gozaba de ninguna clase de socorro hasta cumplir un año. El artículo 63º entendía como instrumentos de cuerda a la guitarra y bandurria.
En sus catorce años de vigencia -de Primo de Rivera a la II República (el 26/03/1934 se extiende el último documento que se conserva en el Archivo Histórico)- se sucedieron hasta siete directivas, aunque distintos nombres repitieron cargo dentro de su Junta. Obligados a entregar en el gobierno Civil anualmente el estadillo económico, vemos reflejadas partidas muy módicas incluso para la época: alquiler de local, luz, agua, limpieza, gratificaciones al tesorero y pequeños préstamos a sus asociados (cantidades que era reembolsadas religiosamente).
SEDE Y SOCIOS
Tenía su sede social, decíamos, en el núm. 24 de la Plaza de la Constitución, o sea Plaza Vieja. En ella abría sus puertas un bar con solera, frecuentado por la Almería noctámbula y jaranera, El Nido, vecino a Casa Garrote de posguerra (o acaso sólo cambió de nombre y dueño). De cualquier manera su propietario, José Fernández Peral, lo anunciaba tal que así: "El Nido, la Casa más surtida en bebidas de las marcas más acreditadas. Todo confort, reformado con mobiliario nuevo. Habitaciones cómodas" (en lenguaje cervantino, reservados íntimos, ocultos a miradas inoportunas). Según comprobamos en las cuentas de la sociedad su alquiler era el de 8 pesetas noche. No es de extrañar que al Fernández Peral le adjudicaran una letrilla por fandangos: Talento, / mira si tengo talento / que he abierto una casa putas / frente al Ayuntamiento. Plaza Vieja de arcos castellanos y no morunos… Soportales a la luz incierta de sus forjados faroles propiciando la cita furtiva, en palabras de Manolo del Águila. O por sevillanas en las voces de Los Amigos de Gines: Está en la Plaza Vieja / el Ayuntamiento / cerquita de Las Perchas / placer y contento. ¡Ay!, cuándo coño, con perdón, te reintegrarán a tu ser y estar primitivo
Citado su primer presidente, de entre sus miembros más significados (en enero de 1928 sumaban veintidós; empadronados casi todos entre la calle Antonio Vico, Las Perchas y La Almedina) destacamos a Juan Sánchez, domiciliado en la Subida a San Cristóbal, cuñado del también guitarrista Pepe de Almería, fallecido en Francia y prisionero de los nazis en campos de concentración; Manuel Gil Rodríguez, acompañante de Juan Breva (teatro Trianón) en su última etapa y de Paco Barranquete en el café Lión d´Or; los hermanos Antonio, Juan y Miguel Fernández Cortés "Los Tomates": Antonio y Juan, excelentes bandurristas y guitarristas; Miguel, patriarca de la saga, abuelo de Tomatito y padre de Niño Miguel; Manuel Benavente, primo hermano del Fuegovivo; Vicente Abad, presidente y comerciante; y Eduardo Salmerón Clemente el más acreditado (y más desconocido) guitarrista de Almería en las dos centurias anteriores: director artístico del Café cantante Casino Almeriense (en la plaza de Santo Domingo), del Lión d´Or, en el Paseo, y concertista con actuaciones ante el Káiser de Alemania o el mismísimo Zar de Rusia.
SÚPLICA
En diciembre de 1927 se dirigieron al gobernador en solicitud de un trato preferencial dado sus minusvalías (aunque la mayoría gozaban de una salud normal). "Que motivado a las fiestas de Pascua, las que como es sabido son de alegría y bienestar, incluso de las personas más humildes… y debido a ellas se organizan varios festejos… rogando que dándose cuenta de estos desgraciados, que sufrimos el don más preciado, el de la vista, y que viven únicamente al amparo de todas las clases sociales… nos autorice a tocar hasta después de Reyes en todos los sitios donde soliciten nuestros humildes servicios durante toda la noche". Fueron debidamente atendidos.
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