Coronavirus en Almería

Lucainena de las Torres: la vida en un pueblo de Almería libre de coronavirus

  • Es uno de los 26 municipios almerienses que no han tenido aún ningún contagio

  • Las mascarillas y los saludos con el codo son los únicos rastros de la pandemia

A un lado, las casas blancas que relucen al sol aún veraniego de principios de septiembre. Al otro, el suelo amarillento y tostado que anticipa el Desierto de Tabernas. A la entrada, un cartel da la bienvenida a uno de los “pueblos más bonitos de España”: Lucainena de las Torres. Es uno de los 26 municipios almerienses que permanecen libres de coronavirus desde que comenzó la pandemia. De los más de 5.500 contagios que se han producido en la provincia, ninguno ha sido en la localidad.

Sus calles estrechas y llenas de flores están silenciosas a media mañana. Algunas puertas permanecen entreabiertas para que corra el fresco. Unos niños pasean en bicicleta por uno de los parques, junto al tanatorio, como cualquier otro verano. Y el camión de los congelados hace sonar una melodía anunciando su llegada. Salvo por las mascarillas que cubren parte del rostro de los vecinos que se reúnen en la plaza y los saludos con el codo, nada hace recordar que la provincia está viviendo la segunda ola de una pandemia.

La plaza es el corazón de Lucainena de las Torres. Allí está la tienda de José Miguel, la única que hay en todo el pueblo. Las señoras que van a hacer la compra se tienen bien aprendida la lección:“Estoy aquí fuera esperando a que salga la persona que hay ahora mismo dentro; solo podemos entrar de una en una”, explica María Ruiz, una vecina del pueblo de toda la vida.

La de José Miguel es la única tienda que hay en todo el pueblo La de José Miguel es la única tienda que hay en todo el pueblo

La de José Miguel es la única tienda que hay en todo el pueblo / Javier Alonso (Lucainena de las Torres)

Quien sale, ya con su pequeña bolsa llena con lo que necesita para el día, es Rosa García. Ella vive en Barcelona, pero en cuanto acabó el estado de alarma se vino al pueblo para cuidar a su madre. “No sé cuando volveré, pero no me puedo quedar aquí para siempre porque tengo a mi familia allí en Cataluña”, cuenta.

Ambas llevan mascarilla. Aseguran que, en general, la gente cumple y se la pone. Aunque siempre hay excepciones. “Ojalá que sigamos así, sin tener ningún caso de contagio en el pueblo”, dice María. No sabe cuál es el secreto para que seis meses después sigan libres del virus, “seguramente que somos muy pocos”.

En Lucainena hay empadronadas 538 personas. Aunque en verano y los fines de semana la población crece. “Hay mucha gente que son del pueblo pero viven y trabajan fuera y aprovechan los fines de semana para venir o en verano los que están en Cataluña o Francia”, explica Esteban Álvarez, concejal de Lucainena.

Todos ellos pasan por la tienda de José Miguel. Antes fue de su madre y antes aún de sus abuelos. Lleva abierta desde 1965, “aunque si las cosas siguen así no le quedan más de diez años”, lamenta. Él es uno de los pocos jóvenes que siguen viviendo en un municipio que, como muchos otros de la zona, sufre el ‘virus’ de la despoblación.

José ha jugado un importante papel durante la pandemia, y no solo detrás del mostrador. “Durante el confinamiento, los domingos decidí cerrar pero aprovechaba para llevarle la compra a la gente que vive en los cortijos”, cuenta el tendero.

El de Lucainena es un caso extraordinario en varios aspectos. No solo han conseguido contener al virus (“por ahora”, dicen siempre mientras tocan madera), sino que además lograron también librarse del desabastecimiento de productos como la harina o el papel higiénico. Mientras los grandes supermercados tenían sus estanterías vacías, la pequeña tienda-estanco de José Miguel Rivas vendía kilos y kilos de harina a sus vecinos. “Se corrió la voz de que aquí había y venían desde otros pueblos de la zona a comprar”. La moda de hacer bizcochos durante el encierro...

En la plaza también está el ayuntamiento, pero mucho menos frecuentado que la tienda. La puerta está abierta, pero un cartel indica que hay que realizar las gestiones por teléfono o email. El alcalde, Juan Herrera, se congratula porque “las cosas se están haciendo bien”. Asegura que, “aunque al principio costó un poco más, ahora todo el mundo es consciente y usa la mascarilla y sigue las normas”. Tiene mérito, pues en un pueblo sin Policía Local ni Guardia Civil (a veces vienen desde Sorbas a dar una vuelta) son los propios vecinos los que tienen que hacer ver a los infractores que deben cumplir. “En definitiva esto es cuestión de hablar con la gente, porque es algo que es por el bien de todos”, asegura el regidor.

Mari Ángeles cogió su moto desde Huéneja para visitar el municipio. Mari Ángeles cogió su moto desde Huéneja para visitar el municipio.

Mari Ángeles cogió su moto desde Huéneja para visitar el municipio. / Javier Alonso (Lucainena de las Torres)

La plaza es también el lugar en el que acaban los turistas (tras visitar los Hornos de Calcinación, claro). Allí, entre los lucainenses que charlan a la sombra de un toldo y un enorme árbol, destaca una foránea equipada con rodilleras, coderas y hombreras que llega sobre una moto Honda. “Soy granadina, estoy pasando las vacaciones en Huéneja (Granada) y salgo a hacer rutas con la moto a diario”, cuenta Mari Ángeles Olivares. Este viernes la carretera le llevó hasta Lucainena para conocer uno de los pueblos más bonitos de España. “Me ha encantado, es un lugar muy agradable”, admite antes de poner rumbo a Níjar.

Un bar con dos meses

A pocos metros de la plaza está La Troje, uno de los tres bares que quedan en el pueblo. Al entrar todo huele a nuevo:“llevamos solo dos meses abiertos”, cuenta su propietaria, Pilar García. Se han atrevido a poner en marcha su negocio en plena pandemia. Y es que llevaban dos años trabajando en el proyecto cuando el virus hizo acto de presencia. “Nos hemos venido a vivir al pueblo desde Almería, porque se estaba quedando vacío”, explica. ¿Se puede sobrevivir con un bar en un pueblo tan pequeño? “Vuelve el año que viene y te lo digo”, bromea Pilar.

Antonio, Josefa y Olga se toman algo en la terraza de La Troje, uno de los tres bares del pueblo. Antonio, Josefa y Olga se toman algo en la terraza de La Troje, uno de los tres bares del pueblo.

Antonio, Josefa y Olga se toman algo en la terraza de La Troje, uno de los tres bares del pueblo. / Javier Alonso (Lucainena de las Torres)

Por lo pronto, lo que sí han notado es que este verano hay menos movimiento por las calles. “Ha venido menos gente de fuera y la limitación de aforo de la piscina también se nota”, cuenta. El viernes a las dos, su terraza apenas tenía unos pocos clientes.

En una de las mesas, Antonio, Josefa y Olga se refugian del sol y toman unas cervezas y unas tapas. “No vivimos obsesionados con el coronavirus, pero hay que protegerse y cumplir con las normas, sobre todo por respeto a los demás”, asegura Antonio. Él lleva siete años en Lucainena. Se vino para trabajar en el espectáculo de loros del Mini Hollywood.

Mucho más tiempo en el pueblo lleva Josefa Giménez. 23 años ya desde que llegó de Níjar. Trabaja en ayuda a domicilio, una de esas profesiones claves durante la pandemia. “En el confinamiento solo podíamos atender a las personas que no tienen familia; de los demás se tenían que ocupar sus familiares”, explica. En total hay unas 20 personas dependientes en el municipio que requieren de ayuda en su día a día.

La piscina no ha cerrado en todo el verano. La piscina no ha cerrado en todo el verano.

La piscina no ha cerrado en todo el verano. / Javier Alonso (Lucainena de las Torres)

Abajo, casi saliendo del pueblo, está el otro lugar de encuentro: la piscina municipal. Hay dos cosas que simbolizan la ‘nueva vida’ que adquiere un pueblo del interior en verano: sus fiestas y la piscina. Las primeras no se han podido celebrar pero la segunda, contra todo pronóstico, ha aguantado todo el verano y seguirá abierta hasta el 13 de septiembre.

Nieves es la socorrista. Explica que cuando cerraron las piscinas de otros pueblos cercanos, como Lubrín, Tabernas o Sorbas, tuvieron que tomar la medida de permitir la entrada solo a los empadronados en Lucainena y quienes tienen una segunda vivienda allí. “La gente cumple con la separación que les decimos, usan la mascarilla y no ha habido ningún problema en todo el verano”, asegura.

Y es que ser uno de los pocos pueblos que quedan libres de coronavirus en toda la provincia les ha permitido seguir una cierta normalidad este verano. Ha habido actuaciones musicales en los Hornos de Calcinación, un espectáculo de magia en la plaza o cine de verano, también en la barriada de Polopos.

Lucainena de las Torres, un pueblo sin COVID-19 Lucainena de las Torres, un pueblo sin COVID-19

Lucainena de las Torres, un pueblo sin COVID-19 / Javier Alonso (Lucainena de las Torres)

El Ayuntamiento ha puesto todo de su parte para poner una barrera al virus. “Hemos repartido mascarillas, tanto de Diputación como propias; desinfectamos frecuentemente las calles, del casco urbano y de las barriadas; compramos diez cajas de líquido hidroalcohólico; limitamos el aforo de la piscina de 150 personas a 70...”, explica Juan Herrera, el alcalde. Todo ello y "el factor suerte” han conseguido que a día de hoy no tengan que lamentar ningún caso positivo de COVID-19.

Lucainena de las Torres está haciendo bien las cosas. Eso creen al menos su alcalde y sus vecinos. No obstante, el virus sigue ahí, muy cerca, en los pueblos vecinos. Pero ellos tienen una ventaja: “Tenemos muy poca población; para unas cosas es malo pero para otras nos viene bien”, bromea su alcalde.

Lucainena, uno de los pueblos más bonitos de España, acoge siempre a los visitantes con los brazos abiertos. A todos menos al coronavirus.

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