Luis Roldán y los disturbios de Alhabia
Almería
Hace 30 años, la casa cuartel del pueblo, abierta desde el XIX, se clausuró y los guardias fueron trasladados
Durante este puente de la Virgen del Pilar, en el que la Guardia Civil celebra su Patrona, viene a la memoria el verano de 1993. El de hace 30 años fue el más tumultuoso y tenso de cuantos vivieron los habitantes del municipio almeriense de Alhabia desde el final de la Guerra Civil. Concentraciones, barricadas, manifestaciones, huelgas, encierros, disturbios y hasta lesionados. Todo porque una decisión adoptada en marzo de 1991 por un político corrupto afectó de lleno a la localidad. Tanto, que, por obra y gracia de la firma caprichosa de Luis Roldán, el entonces director de la Guardia Civil, Alhabia perdió su centenario cuartel de la Benemérita instalado en una propiedad municipal. El pueblo no aceptó la decisión de desmantelar las dependencias y trasladar a los efectivos y desde finales de julio se produjeron desórdenes graves que, incluso, se trasladaron a la capital. El final lo sabemos: Roldán huyó con los millones de sus chanchullos; fue detenido en Bangkok, enjuiciado, condenado y encarcelado. Pero Alhabia se quedó sin un destacamento permanente de agentes del cuerpo militar. Hoy, el inmueble donde la Benemérita tenía su sede es un centro para la tercera edad.
Un cuartel de más de cien años
A finales del siglo XIX Alhabia ya contaba con una casa-cuartel de la Guardia Civil. Sus integrantes mantenían el orden en el casco urbano –donde residían cerca de 2.000 personas-, en pequeños municipios cercanos (Santa Cruz de Marchena, Bentarique, Alboloduy, Terque y Alsodux) y en las barriadas o anejos próximos. Se ocupaban de capturar a bandoleros fugitivos, resolver hurtos y peleas por linderos, riñas vecinales con armas de fuego y pequeños robos agrícolas o ganaderos. Cuando en la comarca ocurría una desgracia, como la de “El Crimen de La Chava”, ocurrida el 19 de junio de 1898, no paraban hasta resolver el caso. En esa ocasión, la vecina de Santa Cruz María García Gea fue brutalmente degollada en su casa para robarle 2.000 pesetas.
La labor de vigilancia y control de los guardias civiles de Alhabia en la zona rural fue determinante durante la primera mitad del XX. En 1954, el alcalde, Antonio Navarro Ginel, consiguió que el gobernador, Manuel Urbina Carrera (1913-1976), destinara 120.000 pesetas para reformar, reparar y acondicionar el cuartel, que ya tenía sus años. Lo dejó firmado antes de su nombramiento para Cádiz. En ese momento, los responsables del cuerpo en la comarca eran el capitán Agustín Pantojo y el comandante de puesto Gregorio Illana García.
Allí siguieron durante décadas, con unas instalaciones modestas en la calle Príncipe, integradas en la sociedad local y evolucionando con los tiempos. En 1976 solo 70 empresas o vecinos disponían de línea telefónica –manual y por centralita- y el cuartel ya disponía de la suya. Si querías llamar tenías que solicitar a la operadora una conferencia con el número 2 de Alhabia. También recibió como vehículo patrulla un Renault 4, apropiado para aquellos caminos pedregosos y polvorientos.
En 1983, los guardias destaparon en la comarca una red de vendedores de ganado robado que desembocó en la localización de un matadero clandestino en Málaga. Y en abril de 1991, los agentes de puesto detuvieron a un peligroso fugitivo, huido desde Lidia (Valencia), acusado de un delito de robo.
Cuando, en la década de los noventa, Luis Roldán barruntaba en su despacho de Madrid tachar con su pluma de oro el cuartel del pueblo, los cerca de 800 vecinos gozaban de la tranquilidad de llevar a sus hijos o nietos al colegio Juan XXIII, de participar en las actividades de la “Asociación Cultural de Albillero” o del grupo de teatro “Los Bolilleros”, de ver nacer la banda de música “Nuestra Señora de la Visitación” o de asistir al concierto que ofreció Manolo Escobar, que llevaba 35 años sin pisar el municipio.
Pero ahí estaba Roldán, con su deseo irrefrenable de reducir el cuerpo y aumentar su cuenta bancaria. En marzo de 1991, expuso en la comisión de Justicia e Interior del Congreso que innumerables pequeñas casas cuarteles de la Guardia Civil de toda España se cerrarían “ante la insuficiencia de miembros operativos”. En ese momento, en Almería existían 42, de las que el 75 % mantenían un buen estado de conservación.
En los primeros días, el gobernador civil Ramón Lara Gómez (1940) –ingeniero industrial gaditano nombrado en enero de 1988- confesó que él de cerrar el cuartel de Alhabia “no sabía nada, que ni idea” pero, eso sí, dejó claro que su gobierno había invertido 1.356 millones de pesetas en seis años. El tema quedó tapado hasta que en el julio de 1993 la información del desmantelamiento del cuartel y el traslado de su media docena de agentes llegó al pueblo. Y éste se revolucionó. El alcalde, José Antonio Cortés Martínez –un independiente al que la cúpula socialista convenció para afiliarlo al PSOE- se puso de lado de sus vecinos e incluso ofreció al nuevo gobernador, el sevillano Pedro Valdecantos García (1933-2013), unos terrenos municipales para la construcción de otras dependencias. Ya se oía el “run-run” de las chorizadas de Roldán, pero el ejecutivo fue inflexible y Alhabia contundente: paro general el 30 de julio, manifestaciones, asambleas, recogida de firmas, cierre de comercios y bares, pancartas, concentraciones ante el cuartel…
La tensión fue en aumento conforme avanzaba el mes de agosto, a pesar de la presencia pacificadora en el pueblo del gobernador Valdecantos y del teniente coronel de la Guardia Civil en Almería, Miguel Astrain Pérez (1944). El jueves 5, a pesar de que fue el día más caluroso del verano con 40 grados, quinientos vecinos impidieron con barricadas y coches viejos volcados la salida de los guardias hacia Alhama, mientras los políticos provinciales del partido gobernante daban una de cal y otra de arena: apoyaban a los habitantes en su reivindicación, pero obedecían la orden de desalojo impuesta por el corrupto. Varios mandos de la Guardia Civil arriaron la bandera de España del mástil del cuartel que, rápidamente, fue sustituida por otra que izó un vecino trepando por la ventana. Mientras, el gentío gritaba y canturreaba la canción “No nos moverán” de Joan Baez. Los alcaldes de los otros cinco pueblos perjudicados, Francisco Martínez Matarín (1958), José Cirera González, Enrique Cantón Amate, Antonio Abad García y Joaquín Navarro dejaron la tibieza y se sumaron a las peticiones vecinales, a pesar de que sobrevolaba el rumor de la próxima llegada a la comarca del Grupo Rural de la Guardia Civil.
Efectivamente, el 12 de agosto de 1993 las fuerzas antidisturbios recibieron la orden de intervención con objeto de cumplir la orden de Luis Roldán. Una unidad provincial y 45 efectivos desplazados desde Sevilla se presentaron de forma masiva en el municipio provistos de furgones, cascos, porras eléctricas, escopetas lanza botes, escudos y material para reprimir y disolver manifestaciones. El caos no tardó en adueñarse del pueblo: barricadas, carreras, enfrentamientos, guardias y ciudadanos heridos, mujeres desvanecidas, lanzamiento de ladrillos y piedras, hematomas, magulladuras... El alcalde fue aporreado y muchos residentes pateados y apaleados. Los vecinos de Alhabia manifestaron que ellos no eran violentos…
El Pleno de Alhabia se reunió y criticó con extremada dureza al gobernador, exigiendo su dimisión mientras la cúpula provincial del partido en el poder jugaba a dos cartas: apoyando de boquilla a los vecinos declarando que en Madrid moverían papeles, pero con un contundente “¡Sí, Bwana!” a la orden de Roldán.
Con el cuartel cerrado, los vecinos se desplazaron a la capital para protestar por la carga policial. El escándalo había saltado a la prensa nacional y los políticos locales no ocultaban su preocupación por la erosión que podía ocasionarles a sus carreras políticas. En la calle Arapiles, 300 vecinos corearon frases muy duras contra los responsables nacionales del gobierno y de los mandos antidisturbios: “guardias, sí”, “porras, no”, “protección, no humillación”, “viejos apaleados y niños esposados”, “gobernador, dimite”, “teniente, pistolero vete a Sarajevo”, “con la eléctrica prohibida hay mucha gente herida” …
Era el final del verano de 1993. Solo unas semanas después, el 3 de diciembre, el promotor de aquel desastre, Luis Roldán, era cesado como director general de la Guardia Civil, acosado por sus tejemanejes mil millonarios. Alhabia se quedó sin cuartel, pero Roldán huido a Laos y posteriormente detenido y encarcelado, se convirtió en el icono de la corrupción sin escrúpulos.
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