Crónicas desde la Ciudad

Maestro Cuadra. Primer violín (I)

  • El violinista Antonio Cuadra Román (Alhabia, 1910-Almería, 2004) es uno de los más grandes instrumentistas almerienses de toda su historia musical y sin duda el más brillante y olvidado Concertino

ENo es la primera ni será la última vez que reivindique los méritos de almerienses, mujeres y hombres, admirados tiempos atrás y que hoy, injustamente, duermen en el anonimato. Y lo voy a seguir haciendo pese a libelos como el firmado recientemente (¿o se lo han escrito?) por la concejala de Turismo, María Vázquez; un ataque personal que sólo a ella desacredita. En cualquier caso, para el tiempo que le queda en el convento… Sólo por su ineptitud se justifica el anuncio de su jefe de filas de cerrar el Área municipal que preside. Mientras otros se entontecen con Gran Hermano, Mujeres Ricas o Belén Esteban yo prefiero invertir mi tiempo en procurar una placa que indique donde nació o vivió Gaspar Vivas, Fermín Estrella, Concha Robles o Tapia Garrido a sabiendas de que es el alcalde quien se cuelga las medallas. O de, y concluyo, censurar -la falta de compromiso y desconocimiento histórico de la ciudad que rigen es manifiesta- la no celebración del Bicentenario de la concesión Real de la Feria a Almería o de la Invasión Francesa. Hecha la introducción que salda una deuda, vamos con lo que realmente nos ocupa y preocupa: dar a conocer a grandes rasgos la biografía de un vecino ilustre fallecido hace un lustro: el músico Antonio Cuadra Román.

Alhabia

Una sólida tradición musical forma parte de las señas de identidad de los pueblos ribereños del Andaráx. Decía el maestro Rafael Barco que en Alboluduy, por ejemplo, los niños nacían con una partitura bajo el brazo en lugar del consabido pan. De aquí marchó modesto matrimonio de jornaleros agrícolas: Francisco y Matilde a la cercana Alhabia, al calor de una hermana. Y en Alhabia nació nuestro hombre el 23 de diciembre de 1910, vísperas de la Natividad de Belén.

Filomena Cuadra, hermana de Francisco, estaba casada con Antonio Mª Gómez García, un personaje singular. Hijo de ricos hacendados, tras su paso por el Instituto (hoy Escuela de Artes) lo llevaron a Madrid, donde en su Universidad realizó la carrera de Filosofía y Letras. Entre el cuadro de profesores destacaba la figura imponente de don Nicolás Salmerón y Alonso, un cuasi paisano de Alhama la Seca con el que estudió la asignatura de Metafísica, de clara influencia krausista; clases continuadas por la tarde, a título particular, en su propia casa matritense de la calle Montalbán. A su regreso al pueblo jamás ejerció el título adquirido, comportándose como el clásico señorito terrateniente que visitaba las fincas paternas a lomos de un caballo y entretenía las horas vespertinas en largas tertulia con las fuerzas vivas, es decir, el cura, médico y el farmacéutico Sánchez Yebra (en honor de su esposa erigió en el jardín de su casa una primera estatua en homenaje a la Mujer del Farmacéutico Rural).

Mientras tanto, los padres del futuro músico se vieron obligados -dadas las necesidades sufridas en esas décadas- a emigrar como tantos miles más, en su caso a Barcelona; dejando al cuidado de la hermana y del cuñado la custodia del niño. La influencia del "filósofo" marcaría su posterior devenir humano y profesional desde el mismo momento en que le inculcó su amor por la música, a la par que le enseñaba a balbucear las primeras notas y le construía un rústico violín transformando un pequeño "guitarro" al que le adaptó dos cuerdas. Quede aquí reflejado como anécdota: Antonio, con tan sólo ¡tres años!, ofreció su primer "recital" con tan rústico stradivarius en un almacén de envasado de uva de embarque al finalizar la campaña.

El chaval fue enviado a la capital a iniciarse en el estudio reglado de solfeo y armonía en la Academia (Dibujo y Pintura, Manualidades, Música y Declamación) que Joaquín Martínez Acosta tenía abierta en la calle Real de la Cárcel, bajo la atenta mirada de sus docentes José Cruz Oña (pasada las décadas fueron compañeros en el Quinteto Municipal), Francisco Sánchez y José Barco, hermano del también pianista Rafael.

Premio Nacional

Con diez años se examinó (y aprobó) en el Real Conservatorio de Música y Declamación del ingreso y dos primeros cursos. Volvió a Almería y con doce regresó definitivamente a Madrid. De su formación se encargó Odón González, Violín Primero de la Capilla y Teatro Real; y junto a profesores igualmente del Conservatorio (Matilde Torregrosa, Pedro Fontanilla, Rogelio del Villar y José Foros) las disciplinas de Solfeo, Armonía, Música de Cámara y Estética e Historia de la Música. En junio de 1927 terminó brillantemente la carrera con la calificación de Sobresaliente, a la edad de ¡16 años! No contento con el logro alcanzado, y ante la expectación generada, se alzó con el Primer Premio de Violín del citado Real Conservatorio de Madrid (su yerno, José Ramos Santander, me ha proporcionado un ejemplar de la revista Blanco y Negro en la que sale fotografiado).

A renglón seguido, viviendo tutelado con una familia amiga, es continuamente solicitado por experimentadas orquestas para actuaciones musicales en teatros y salas capitalinas en las que estrenan o reponen zarzuelas, óperas, operetas y revistas. En ese interín, el maestro Seco del Valle ya había fundado la Orquesta Clásica de Madrid, interesándose vivamente en que el joven Antonio entrase en ella en calidad de Concertino o Violín Primero. El 11 de octubre de 1929 debutó, iniciando una de las etapas más felices de su dilatada trayectoria: recorrió un extenso listado de escenarios y ciudades de España; fue dirigido por distintos directores y completó sus conocimientos en el marco profesional hasta conseguir el reconocimiento como uno de los más brillantes solistas del país (en 1933, al fallecer Seco del Valle el maestro José María Franco empuñó la batuta).

Boda y regreso

No pierde el contacto con Almería -a la que regresa regularmente- ni con sus padres, industriales establecidos en Barcelona y en la que habían logrado cierto desahogo económico. En uno de estos viajes entabla amistad con la joven Amalia Santaella Abad, residente en la calle Conde Xiquena, muy próxima a Campomanes nº 3, casa propiedad de sus tíos de Alhabia. De la amistad al noviazgo y del noviazgo a la boda el 30 de julio de 1935 en el Distrito de la Audiencia del Registro Civil ante el Juez Municipal D. Gabriel González, según consta en la preceptiva Acta de Matrimonio (previamente había tenido lugar la ceremonia religiosa en la parroquial del Sagrario de la Catedral). El matrimonio marcha a Madrid, donde establecen su domicilio y desde el que el joven "Profesor de Orquesta" prosigue sus giras y conciertos a las órdenes del afamado José María Franco. En esta tesitura le sorprende la maldita guerra incivil, teniendo que volver a la capital de su provincia natal. Es movilizado e incorporado como escribiente en oficinas militares de Valencia -a la que tras el asedio de Madrid por los militares sublevados hubo de marchar el Gobierno legal de la República- completando su servicio en filas en la propia Almería. Con el nacimiento en 1936 de su primogénita, Amalia, hacemos punto y seguido hasta el capítulo de mañana.

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