Martín García Ramos y su novela 'Camino del desierto'
LOS centros y ambientes en los que Martín García Ramos (Arboleas, 1921-Almería, 1999) fue modelando su personalidad son los del Valle Medio del Almanzora, rememorados ejemplarmente en algunos relatos. De las influencias, en su etapa de formación, recordaba con cariño al maestro Enrique Guerrero Ramos. Cursó el Bachillerato de manera libre en Cuevas del Almanzora (Almería) y Lorca (Murcia), recreando, años después, estas circunstancias en un excelente y testimonial cuento titulado "La beca". En su intenso trabajo de practicante (ayudante técnico sanitario) encontró hueco para realizar los estudios de Filosofía y Letras, igualmente como alumno libre, en la Universidad de Murcia. Hombre liberal, progresista, dialogante y tolerante. Ha superado los años y una guerra civil, literaria y magistralmente recordada en varias narraciones: "Los pechos privilegiados", "Cosas de la guerra", "El sargento Liborio" (Cuentos del Almanzora,1987).
La identidad espacial de Martín García con el Valle del Almanzora se intensificó, si esto era posible, al no tener que salir de su tierra, pues fue nombrado profesor titular, primero, y catedrático, posteriormente, de Lengua Castellana y Literatura en el Instituto de Albox. En éste, en la línea trazada por su maestro, desarrolló una extraordinaria labor, en unos tiempos difíciles, no sólo docente, sino de extensión de las enseñanzas medias/profesionales a amplios sectores de la población, siempre con el horizonte de los más desfavorecidos social y económicamente. Dando ejemplo por encima de sus ideas políticas y literarias. Juan José Ceba, uno de sus muchos alumnos que siempre lo recuerdan con admiración y afecto, dice que contagiaba el entusiasmo por los clásicos, porque transmitía sus disfrutes de lector y sus emociones, pero nada impuesto, nunca el ordeno y mando.
Martín García, que desde joven cultivó la poesía, con su diversidad de saberes, se encuentra en la estirpe de los grandes maestros. El geógrafo Ángel Cabo Alonso, evocaba con admiración a sus profesores del Instituto San Isidro de Madrid, como el de Ciencias Naturales Juan Dantín Cereceda, el cual lo mismo escribía un manual de agricultura, que una antología de cronistas de Indias, o una geografía física de España.
Su gran capacidad de trabajo e inquietud intelectual hacía que, no obstante, su dedicación a la enseñanza y a la expansión de la misma, tuviera tiempo para relacionarse y mantener una gran amistad con quienes se preocupaban a nivel comarcal por incentivar las inquietudes literarias, así participó activamente en los "Encuentros de poetas almerienses", organizados por el ayuntamiento de Oria, y en 1972 fundó el Grupo Cultural Batarro con la revista literaria del mismo nombre, junto con Diego Granados. Son numerosas sus colaboraciones en esta revista y en los periódicos Ideal y La Voz de Almería. Su fina percepción territorial, así como también la identidad espacial con el Valle del Almanzora /Arboleas y sus habitantes, y su amplio y diverso saber se ponen de manifiesto en relatos cortos como "La riada" (Cuentos del Almanzora, Granada 1987) y en artículos de síntesis sobre Arboleas y Albox, publicados en Almería pueblo a pueblo (La Voz de Almería, 1996).
En García Ramos la faceta de creador literario se unía armoniosamente con la de investigador sobre el habla, la toponimia, la historia o la etnología del Valle Medio del Almanzora: Toponimia del Valle Medio del Almanzora, Colección Batarro de Ensayo 1989 y El mundo de los canteros y el léxico del mármol, Arráez Editores, 1996.
Los últimos años de su actividad docente los pasó en los institutos de Cogollos Vega y en la extensión del Instituto Nacional de Bachillerato a Distancia en Granada.
Tras la jubilación volvió a sus orígenes, al Valle del Almanzora, y vivió los últimos años de su vida en Arboleas, localidad omnipresente y a veces verdadera protagonista, con el nombre de Morazara, de Camino del desierto. Aquí retomó, sin olvidar la creación literaria y la investigación, la actividad agrícola. Faceta testimonial de identidad espacial y de solidaridad con el agricultor del Almanzora, y su conflictivo modo de vida, en un vivir desviviéndose, pero compenetrado con el territorio.
No obstante, los planteamientos sociales de vocación universal y espíritu abierto Martín García Ramos fue siempre un hombre del Valle del Almanzora, de Arboleas/Morazara, hecho reflejado magistralmente en toda su obra, especialmente en la novela Camino del Desierto.
Del paisaje real de Arboleas al paisaje geopoético de Morazara: Camino del Desierto no es un libro de Geografía ni de Historia con toques de Antropología, sino una novela. Sin embargo, la acertada percepción del autor sobre su territorio hace que tanto el Medio Físico como el socioeconómico estén omnipresentes, la sequía, las lluvias excepcionales, el ferrocarril pueden convertirse en verdaderos protagonistas. Por otra parte, la experiencia cotidiana respecto al espacio lleva a M. García Ramos a plantear magistralmente las interrelaciones de hombres y mujeres con su Medio Físico, social y económico.
Nuestro autor fue siempre un gran "contador de historias", desarrolladas sobre un territorio real, más o menos aparente, donde mora el mito, el paisaje geopoético, en las que conjugaba historia, tradición y memoria.
Camino del Desierto es una biografía del Valle Medio/Bajo del Almanzora, una Historia de la gente sin historia de un significativo espacio del Sureste Peninsular, en el cual con más frecuencia de lo deseado viven desviviéndose, pero con el que están plenamente identificados, convirtiéndolo incluso en un territorio simbólico.
«Eran las últimas palabras escritas por don Benigno al dorso de las páginas azules. Lo cerré y me quedé pensativo durante unos segundos. Pasado un rato, se me cayó al suelo y se quedó abierto por aquella página en que hablaba una vez más de mis paisanos.
Cada vez comprendo menos a estas gentes. No comprendo su vano intento de continuar viviendo en esta tierra, irremediablemente condenada a convertirse en un desierto. Su valor y sus virtudes rayan, a veces, en el heroísmo. Bajo un sol implacable, azotados sus rostros y sus cuerpos por este eterno viento de poniente, que aleja las nubes de este valle de lágrimas, derriba las casas y los árboles y deja las cabezas atontadas, -¿cuántos locos hay ya en Morazara?- se obstinan en arrancarle a esta tierra sedienta el pan que siempre les niega.
Emigran a lejanas tierras y, en cuanto juntan unos miles de pesetas, vuelven otra vez aquí a comprar con ellas un pedazo de tierra sobre el que irán dejándose los sudores y la piel para no conseguir nada jamás. Qué tiene
esta tierra reseca y polvorienta para que sus hijos vuelvan siempre a ella y desdeñen la ocasión de vivir en otros países en los que acaso han encontrado unos medios de vida más fáciles?
Las gentes se van a otras partes. Los que no pudieron irse siguen sembrando la tierra cada año con la esperanza de que vengan alguna vez esas lluvias que nunca llegan. La gente mira al cielo y pretende adivinar
por la marcha de las estrellas y otros signos más o menos disparatados si el tiempo va a cambiar de una vez, si el tiempo será bueno y lloverá por fin este año.»
(M. García Ramos, Camino del Desierto)
Ilustraciones
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