Miles de roscos de pan son lanzados a las calles como manda la tradición

Era la época del hambre, de la miseria. De todos los pueblos cercanos la gente necesitada se acercaba a Sorbas para recoger el pan que se tiraba; no cualquier pan, no, el rosco que lanzaban quienes habían hecho 'mandas', promesas a San Roque en ruego de salud para algún familiar enfermo. Con el paso de los años se acabó la hambruna pero quedó la costumbre. La tradición lo cuenta así de modo que para seguir la tradición se lanzan miles de roscos desde los balcones a la calle donde centenares de brazos extendidos hacia arriba intentan coger al vuelo cuántos más mejor. San Roque desfila en procesión por las calles de Sorbas; en la superficie del trono, repleta de roscos de pan, roscos dulces de aceite, cubren los pies del Santo Patrón. Después, en la plaza será repartidos entre todos los vecinos y visitantes.

Ana Amador, 95 años de edad, "que los cumplo en octubre si vivo para entonces", ha vivido en Sorbas las fiestas en honor del Patrón San Roque todos los años de su vida. "Las cosas han cambiado mucho y a mejor". A su lado, Ángeles, la hermana menor, tan sólo 83 años y madre de Cristóbal Fernández Amador, cicerone de lujo y enamorado de la historia de su pueblo.

Desde el balcón de la casa familiar de Ana y Ángeles Amador, se aprecia el remolino de personas, jóvenes en su mayoría, con la intención de acaparar todos los roscos posibles. Desde algunos balcones, por sorpresa y para refrescar a la multitud, se arrojan cubos de agua, mojadura agradecida en días de calor como el de ayer en Sorbas.

Tras el paso de San Roque preceden al alcalde de Sorbas, José Fernández, y al párroco Francisco Martínez, las reinas y damas infantiles y juveniles de las Fiestas. Isabel Menchón, Reina infantil, y sus damas Mercedes Sánchez y Olaya García; la Reina de las Fiestas Maite Pérez, y sus damas de honor Lorena Braut y Carmen Bonillo, hacen honor a su reinado y representación en el desfile procesional. Saludan a la multitud de personas que siguen la procesión del día grande de Sorbas.

Muy cerquita, con un rosco en la mano cada una de ellas, las mellizas de dos años Claudia y Natalia, en brazos una de su abuelo Juan y la otra en los de su padre Baltasar, toman buena nota de todo cuanto sucede a su alrededor. Ellas y tantas como ellas tomarán un día el relevo para que la tradición perdure.

Mientras tanto, en la plaza se espera la llegada de los roscos ensartados en largas cuerdas.