La ONCE festeja el once
Crónicas desde la ciudad
La Organización Nacional de Ciegos ha cumplido su 73º aniversario, aunque en Almería, al mantenerse fiel a la II República hasta el fin de la contienda bélica, debemos restarle un año a la efeméride
TENDRÁ que transcurrir un siglo completo para que en el calendario universal coincidan tal cantidad de "onces". La siguiente confluencia numérica ocurrirá -con un "uno" más añadido- el 11 de noviembre de 2111. Aprovechando que el Tajo pasa por Toledo, la mercadotecnia de la ONCE ha estado diligente a la hora de rentabilizar una oportunidad única de negocio, promoviendo un sorteo extraordinario que ha batido todos los récords de expectación y ventas. Sólo ha faltado que el sustancioso premio mayor del viernes anterior hubiese terminado en "uno" (Los Claveles en el argot de los antiguos Iguales). Tras felicitar al afortunado que adquirió su cupón en Aguadulce, huelga decir que Almería capital, haciendo gala de su secular gafe, no ha rascado un euro del chorreo de millones. En fin, como diría Bogart en "Casablanca", siempre nos quedará el Gordo de Navidad, el del Niño por Reyes, la Bono Loto y el susum corda. Al hilo de la noticia, las dos próximas crónicas las dedicaremos a los inicios en la ciudad del popular juego. Justo cuando mañana, ¡hay que joderse con la casualidad de fechas!, se cumplen 36 años del pasar página a cuatro negras décadas de nuestra Historia. Confiemos en que la losa no se remueva de su sitio.
ÍNDICES DE CEGUERA
Ante el lujo y boato exhibido por la burguesía local, la reina Isabel II no alcanzó a vislumbrar en su visita de 1868 las carencias físicas y morales en que se desenvolvía el pueblo almeriense; con el hambre, el analfabetismo y la enfermedad ensañándose sin piedad en la clase obrera. Parejo a la mortalidad de epidemias recurrentes (cólera, tifus) debemos catalogar la elevada morbilidad por ceguera entre niños y adultos (con mayor incidencia en la mujer). Almería, superada solo por Albacete y Córdoba, lideró la funesta estadística española de 1860, porcentual y en cifras absolutas: 659 en una población de 30 mil almas. Los coeficientes aumentaron -acompañados ahora de Alicante y Murcia- en las encuestas de población de 1928 y 1933: 1.075 y 741 damnificados.
A grosso modo, las causas estaban íntimamente ligadas al grado de pobreza padecida por estas provincias. No deja de ser sintomático que Almería, Alicante y Murcia contabilizasen los mayores contingentes migratorios al Oranesado francés (norte de África) a caballo de los siglos XIX y XX. La patología ocular se encuadraba entre las enfermedades sociales; con el tracoma (conjuntivitis granulosa y contagiosa) como principal afección infecciosa, tanto aguda como crónica. La malnutrición y hacinamiento, propios de la indigencia, eran su principal agente causal; coadyuvaron con ellos, en buena medida, la aridez del terreno, las muchas horas/año de exposición solar, altas tasas de salinidad en la franja costera y el polvo desprendido en la manipulación del esparto (durísimo sector productivo al que debieron recurrir durante largas temporadas hombres y mujeres). Nada de extrañar por tanto que Almería, por mucho que doliese escucharlo, ostentara la leyenda de "tierra de las tres cosechas: esparto, lagartos y legañas".
Tampoco extraña que la ceguera se considerase sinónimo de mendicidad. Podrían emborronarse folios y más folios con citas sobre tan triste menester y la legión de menesterosos solicitando limosna a las puertas de las iglesias o de casa en casa. Y que un altísimo número fueran invidentes. Ciegos romanceros, de coplas y letanías. Ciegos pedigüeños y músicos ambulantes dejados de la mano de dios y del prójimo. Personajes populares de guitarra y bandurria al hombro cantando y tocando de tugurio en tugurio, en bodas, bautizos y serenatas o entreteniendo a juerguistas a riesgo de afrentas y mal pago. Francisco Giménez Belmonte "Ciego de la Playa" (1864-1925) es sin duda su paradigma. Y La Lira Hispánica -con sede en la Plaza Vieja- su más eficaz refugio "sindical". Pero ambos merecen tratamiento por separado.
ESCUELA DE CIEGOS
La desprotección de los humildes era casi absoluta. Si acaso, recibían el amparo de instituciones de asistencia mutua (gremios, cofradías), familias generosas y conventos; asilos, lazaretos, fundaciones pías o Inclusas a expensas del Obispado y cabildo catedral. Y una mínima atención del Estado, hasta erigirse las juntas de Caridad y (posterior) las de Beneficencia pública, atendidas por Diputación y municipios; aunque de estos no hemos hallado partida específica consignada al mayoritario grupo de invidentes, salvo los atendidos en el Hospital y el apartado genérico de "baños para pobres de solemnidad" (según el preceptivo Padrón revisado anualmente) con cargo al Ayuntamiento, en el balneario y baños de Sierra Alhamilla, El Recreo y Diana.
Conforme profundizamos en el tema nuestra sorpresa va en aumento, máxime teniendo en cuenta el dudoso liderazgo que ostentaba Almería. Tampoco se benefició de las leyes, decretos y órdenes dictados por la Ilustración en el último tercio del Siglo de las Luces urgiendo a la creación de Escuelas de Ciegos en ciudades importantes y de mediano rango. Ya muy avanzado en el tiempo, la primera tentativa local resultó fallida. Amparados en una veintena de firmas, con fecha 7 de noviembre de 1914 elevaron instancia al Consistorio en demanda de ayuda económica:
"… Somos todos los firmantes padres de algún niño ciego. Con ser pobres (el dato no es rigurosamente cierto, había varios suficientemente acomodados), no es la pobreza nuestra mayor desgracia, sino la de contar en el seno de nuestros hogares a estos pedazos de nuestra alma abatidos por tan tremenda desventura… El niño pobre y ciego no puede acariciar más esperanzas que la de vivir entregado a la caridad pública, con la mano tendida en medio de la noche que le fingen sus ojos muertos… El remedio consistiría en la creación de una Escuela de Ciegos (a la que tenemos derecho), en la cual el niño desgraciado pudiera recibir la rudimentaria cultura literaria y musical que le libraría de la miseria y la mendicidad. Pero estas enseñanzas hasta la hora presente no pueden tener efectividad alguna… La (inexistencia) de estas por una parte y el olvido en que se tuvo a esta colectividad de desgraciados lo vedan". Finalmente, y tras seguir argumentando en esa línea: "Suplicamos que en mérito a la justicia que impera en esta solicitud, se sirva acordar la creación de una Escuela para niños ciegos". La solicitud, pese a su manifiesta necesidad y urgencia, ni siquiera llegó a discutirse en Sesión plenaria.
Los progenitores firmantes debieron tantear otra vía, ahora con más fortuna. La buena nueva se publicó en diciembre del mismo año:
"Desde el primero de mes está funcionando en Almería una escuela especial para ciegos adultos, niños y niñas, en la que se dá enseñanza bajo los mismos métodos que se siguen en el Colegio Nacional de Ciegos y Sordomudos de Madrid". Abierta en calle Las Tiendas nº 24 por el profesor D. Joaquín Cravioto Vicente, exalumno de la madrileña, fue gratis para los que acreditasen la condición de necesitados: "Vivamente deseamos que esta, primera que se funda en Almería, adquiera la importancia que merece".
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