Almería

PECHINA. De Alhamilla a Cartagena trovaba un minero

PECHINA. De Alhamilla a Cartagena trovaba un minero

PECHINA. De Alhamilla a Cartagena trovaba un minero

Ni los pasos de Salzillo

ni el arte de Calderón,

ni los lienzos de Murillo,

causan tanta admiración

como cantando Castillo 

Antes de su llegada definitiva a la sierra de Bacares-Serón, José Castillo Rodríguez había sido uno de los más famosos troveros del Campo de Cartagena. Honesto y poseedor de una vasta cultura autodidacta, sus muy humildes orígenes lo llevaron siendo niño a trabajar en las minas de Sierra Alhamilla y de ahí a Cartagena y La Unión, donde se distinguió por defender los derechos laborales de sus compañeros, razón por la que sería encarcelado.

Calmados los ardores juveniles y unido en 1907 con Josefa Marín, en junio de 1911 arribó a Las Menas (entonces término municipal de Bacares) con dos hijas de corta edad, pretendiendo superar pasados infortunios. Pese a las malquerencias de obreros y lugareños, sería nombrado -tras un pequeño periodo de barrenero y listero- responsable del economato de la sociedad The Cabarga San Miguel, merced al apoyo del ingeniero-jefe alemán. Sus pocas horas de asueto e intimidad las dedicó a escribir páginas en prosa y verso y a tocar la guitarra con cadencia andaluza. 

De Almagrera a La Unión, en las sierras mineras del Sureste peninsular el arte de trovar contó con una legión de admiradores. El pechinero Castillo y el murciano Marín se disputaron sobre los escenarios el cetro y supremacía. Algunas de aquellas rimas improvisadas pasaron al repertorio flamenco cantadas por fandangos, tarantas y tarantos con la etiqueta de popular. Castillo sufrió en la posguerra los rigores del Tribunal de Responsabilidades Políticas, acusado de pertenecer a UGT cuando trabajaba en la Sociedad Cabarga, en Las Menas. La depuración ideológica acarreaba la pérdida de destino, amén de sanciones económicas y el estigma de “rojo”. 

José Castillo José Castillo

José Castillo

Hijo de un humilde jornalero, ya desde pequeño (nació en Pechina en septiembre de 1872) demostró sobradas condiciones para el estudio. El maestro y el párroco del pueblo pretendieron que continuara su enseñanza en la capital, pero el padre, al trasladarse a Sierra Alhamilla, lo puso a trabajar en la mina cuando no había cumplido diez años. En 1884 emigraron al campo de Cartagena, empleándose de peón y acarreador y soportando todo tipo de penalidades. A mayor mérito, robándole horas al descanso, cultivó su inteligencia devorando libro tras libro y asistiendo al Ateneo obrero. En este periodo de formación se embebió de los clásicos y adquirió notables nociones de Retórica, Gramática e Historia. Tal bagaje cultural lo puso al servicio de su gran pasión: el verso repentizado, de excelente factura literaria. Pronto se hicieron épicos en la comarca sus encuentros con José Mª Marín, amigo y rival. Castillo tocaba, además, la guitarra y cantaba “con gusto andaluz” malagueñas y guajiras. Dado su insobornable sentido de la justicia, se vio envuelto en huelgas sindicales; sufrió prisión, colaboró en la prensa, lideró un gremio minero, ejerció de maestro en Mazarrón y de maestro y secretario municipal en la Pechina natal. Tabernero en La Unión y dramaturgo frustrado, escribió sus memorias Algo de mi vida y Anecdotario retrospectivo.

Dado su compromiso con las reivindicaciones obreras, en mayo de 1898 se sumó a la huelga general de la minería en la cuenca de La Unión/Cartagena. Pese a su demostrada inocencia hubo de sufrir dos años y medio de cárcel hasta su absolución sin cargos. Siguió trabajando en el tajo, salvo un tiempo en que abrió una modesta taberna en la calle Pinar del Río (La Unión), cerrándola rápidamente al ser contrario al ambiente de vicio que generaban estos antros por aquella época. Alternó su estancia murciana con la presidencia del sindicato El Despertar, la enseñanza en Mazarrón y continuos encuentros troveros con Marín y la totalidad de repentintas locales; veladas que se trasladaron en giras por localidades de Jaén y Almería.

Asentamiento en Las Menas

Tras su matrimonio fallido con Juana Escudero y vistas las míseras perspectivas laborales, José Castillo se estableció (1911) en Las Menas en busca de un futuro digno. Atrás quedó el trovo que tanto prestigio y algo de dinero le proporcionó. Nunca más volvería a hacerlo en público, aunque sí continuó su afición por la guitarra y la escritura, en prosa o verso. De unas segundas nupcias con Josefa Marín nacieron María del Rosario y Amelia. Su presencia no fue bien recibida en el coto filabrés hasta que el ingeniero de The Cabarga San Miguel lo nombró su secretario y jefe del almacén general de la compañía. Años de tranquilidad previos al alzamiento militar de 1936. Las hijas, estudiantes de Filosofía y Letras en Madrid, se afiliaron a la CNT (la mayor fue asesinada en Valencia) y él en UGT. Al concluir la contienda, alentados por el párroco del lugar, Luis Domene, denunciaron su actividad en el Sindicato. El Tribunal lo absolvió. Tras fallecer el 31 de enero de 1958 fue enterrado en el cementerio de La Loma del Marchal de Serón. Los vecinos y aficionados al flamenco aglutinados alrededor de la pechinera peña El Yunque editaron un libro y rotularon calle donde se ubica con el nombre “Trovero Castillo”. Asimismo, el sacerdote Luis Díaz elaboró su primera biografía. 

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