Paella y buena gente en la fiesta de La Candelaria en Los Moralicos

A pesar de la fuerte lluvia, en lo alto de Sierra Cabrera, los vecinos del municipio de Turre continuaron con una tradición centenaria en la que por primera vez se practicaron ejercicios de reforestación

No podía faltar la paella en una cita como ésta. Nadie se quedó con hambre en este pequeño rincón de Sierra Cabrera.
Ricardo Alba / Sierra Cabrera

02 de febrero 2009 - 01:00

En lo alto de Sierra Cabrera los almendros blancos se guardaban dentro de la caja fuerte de la niebla. La jara verde y las mimosas amarillas señalaban el camino a Los Moralicos, aldeilla de Turre, donde ayer se celebró la fiesta de La Candelaria, una tradición centenaria en la que por vez primera se practicaron actividades de reforestación.

La grosera climatología no amilanó a los vecinos de Turre y de otros municipios que subieron a Los Moralicos; una carpa previsoramente dispuesta daba cobijo a quienes bajo ningún concepto quisieron faltar a las fiestas de La Candelaria que, en otros lugares, ya sabe, extiende su manto sobre la ermita.

Antaño, a mediados del pasado siglo, una cincuentena de casas daba vida a Los Moralicos; en una de ellas nació y vivió durante cuarenta y dos años Catalina Torres González: "aquí hacíamos de todo menos robar y cosas malas. Hemos segado trigo, arrancado garbanzos, arrancado cebada, hemos cogido leña, hemos encendido el horno y hemos amasado nuestro pan". Catalina lleva aún el cántaro de agua en la cabeza con garbo y salero, las manos hacían falta para otras cargas, leñas y cosas así.

Catalina Torres recuerda que "en aquellos tiempos todo lo hemos llevado para adelante, con mucha esclavitud. Los chiquillos iban a un colegio que había en El Puntal, otra cortijada de Turre, luego lo quitaron y hubo que llevarlos a Turre, que eso hizo que esto se abandonara aún más, pero, mire usted que cada vez que vuelvo aquí para mi es una fiesta". En la conversación tercia Ana Belmonte, veinte años vividos en Los Moralicos, "como dice Catalina nos reuníamos en un cortijo, hacíamos baile, nos juntábamos los mozos, las mozas, también los casados, y los muchachos pegaban tiros al aire con las escopetas, como si fueran cohetes y lo pasábamos muy bien".

Dice la copla que el día de la Candelaria fuimos a coger palmitos y yo como la quería le daba los más bonitos. Al alimón, ambas buenas mujeres van ensartando recuerdos "antes, en la fiesta de la Candelaria, nos juntábamos todos para coger palmitos, nos íbamos al campo con un hacha, con una hoz, les quitábamos la punta y comíamos lo que daba el día. Nos traíamos un puñado para nuestras casas. Nos lo pasábamos bien, como no había otra cosa volvíamos contentos".

Otra coplilla decía 'el día de la Candelaria íbamos a coger palmitos y como tu eras mi novia te daba los más bonitos'. "Tuvimos poco trabajo en conocer a nuestros maridos, porque también nacieron aquí. Ellos tiraban de nosotras. Catalina y Ana cuentan que "arrancábamos la cebada, la trillábamos, luego con la horca la aventábamos y cuando terminábamos de aventar la acarreábamos al pajar, cribábamos los granos, los medíamos con una cuartilla para saber las fanegas que había y cuando terminábamos, la juventud nos juntábamos a bailar y éramos felices porque no había otra cosa".

Un acordeón y una guitarra formaban la orquesta de baile y "cuando no había ni guitarra ni acordeón, pues nosotros cantábamos. Ya le digo, con un hilo hacíamos una mantilla". Felipe Torres, toda la vida en Los Moralicos hasta que irremediablemente hubo de bajarse a Turre cuenta que "este era un sitio muy aislado, hicimos el pequeño camino, ahora asfaltado, que nos unía con Turre. Todo lo que necesitábamos teníamos que traerlo con las caballerías. Nos dedicábamos a labrar el campo y, la verdad, que a pesar de todo nunca hemos pasado hambre. Entre todos los vecinos teníamos una armonía muy franca; era un lugar donde las casas tenían las puertas abiertas".

Los del lugar se arreglaban los dolores con unas pastillicas y cuando ya no se podía más "bajábamos al médico de Turre, y si dolía una muela nos la sacaban; como volvíamos en las mulas, el día que nos la sacaban lo pasábamos fatal".

Los Moralicos, ayer con un capote oscuro y húmedo de niebla, un lugar en el que siglos atrás se asentaron los repobladores que enviaron los Reyes Católicos a una Sierra Cabrera, ayer también inusualmente verde, que se pobló con muchas cortijadas: El Ventorrillo, la Fuente, Cortijo Ramón, La Majalarga, El Puntal, Cufrías, La Carrasca, Afichedas, El Dondo, Cortetes, Los Perelicos.

Ayer, en Los Moralicos, La Candelaria se festejó naturalmente con paella, y no se pudo ordeñar a las cabras como mandan los cánones; el mal tiempo, la lluvia, no era cosa de ponerse a tocar las ubres al aire libre; el pastor y las rumiantes al establo, bajo techo, el ordeñe bajo cobertizo y el año que viene, será otro año y habrá otra Candelaria. El cura Paco ya está haciendo rogativas para que luzca el sol.

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