Paseo de Almería (X)

Suntuoso. El hotel Simón, del austriaco Rodolfo Lussning, hunde sus raíces en el último tercio del siglo XIX, en el sólido edificio mandado a construir por el fondonero Bernardo Bueso García

Antonio Sevillano

08 de enero 2017 - 02:30

Ael Lión d' Or fue el último y más lujoso café cantante almeriense en resistir los embates de las nacientes modas musicales al alcance de un público mayoritario. En especial la llamada Ópera Flamenca, basada en grandes elencos artísticos en gira continua; con las plazas de toros, terrazas-cine y teatros (en Almería, el Cervantes) como marcos escénicos y Pastora Pavón, Niña de la Puebla, Pepe Marchena, Valderrama, Pepe Pinto o Canalejas los abanderados. La estocada definitiva a la vieja fórmula de salones de varietés se la dio el concurso de Cante Jondo celebrado en Granada en 1922 a iniciativa de Manuel de Falla y García Lorca.

Con el fin de facilitar el acceso al Mercado de Abastos inaugurado en 1893, el Ayuntamiento abrió la calle Aguilar Campóo tras la expropiación ese mismo año de la casa en la que radicó el teatro Las Delicias, café Universal y cervecería Suiza. Sobre el solar libre el arquitecto Trinidad Cuartara construyó un edificio, esquina al Paseo, en cuya planta baja Pedro Tortosa y Juan Álvarez instalaron en julio de 1904 el Café Nuevo -antecedente del Lión d` Or-, adquirido un lustro después por los hijos de Fulgencio Pérez (propietario de la pañería El Río de la Plata, en Puerta de Purchena), con ventanales y puertas a dos fachadas. Los decoradores García Aguilar y Fernández Navarro (autor de la estatua de La Caridad) no escatimaron detalles en sus dos salones modernistas, de airosas columnas de hierro y paredes en verde pálido. Uno cubierto de divanes, donde el experto cafetero, Amat Zapata, servía exquisitos helados, sorbetes y licores; y el anexo ocupado por mesas alrededor del tablado presidido por el piano que tocaba el maestro titular, Sánchez Picón.

En ambos abundaban los cortinajes, floreros y elegantes tulipas eléctricas. Sin embargo, fueron sus espectaculares nueve espejos Saint-Gobaine, enmarcados en pan de oro y tallados con las iniciales del establecimiento, los que le dieron prestancia y justificada fama al Lión. Fabricados en París, tras su almoneda lucieron en la Jamonería Andaluza, casino La Tertulia (Alhama de Almería) y en casa del coleccionista indaliano Antonio Díaz. En el inmueble con sabor taurino solían abrir las taquillas para las corridas de Feria y en la planta principal la primera peña (club) en honor de Relampaguito antes de aquí se trasladase el hotel Inglés desde la glorieta de san Pedro. Cerró avanzados los años veinte, a la par que su sucursal frente al teatro Cervantes. A los herederos de Fulgencio Pérez les habían reemplazado en el negocio Leandro Cebrián y Rafael Usero, empresario de espectáculos y dueño de la popular fonda El Sur de España, en Obispo Orberá. Entre la calle Aguilar Campóo y Paseo, al Lión le sucedieron el dicho hotel Inglés, pensión Flores, tejidos Plaza, confecciones Avenida y almacenes Marín Rosa.

Puesto que las contrataciones en sus dos décadas y media de existencia dan para un libro, me limito a los paisanos, y no a todos. El guitarrista fíñanero Manolo el de Orán, alumno de Julián Arcas, es del primero que tengo noticia. Le siguieron los también tocadores Miguel Gil y el virgitano Eduardo Salmerón Clemente, uno de los más admirados concertistas del último tercio del XIX, con actuaciones ante el zar de Rusia o el rey Eduardo de Inglaterra; el cantaor Francisco Fuentes "Barranquete" (dueño de un bar en la circunvalación del Mercado), el malacitano José Vergara "Niño de Álora" (empadronado en Almería tras adquirir un "puesto" de verduras en la Plaza), La Berjeña (bailaora) o Frasquita la Calandria, cantaora de rompe y rasga (No es posible que yo muera / sin que vengue mis enojos, / romperte la cantarera / y arrancarte hasta los ojos). Nacida en la parroquial de san Sebastián, entre las calles Silencio y Cantares, anduvo en amoríos con Arturo Álvarez, esposo de Carmen de Burgos "Colombine". Causante, entre otras suripantas, de que la legítima se marchara a Madrid con el validado título de Maestra de Escuela en su poder.

HOTEL SIMÓN

Con seguridad es el establecimiento capitalino más veces reseñado en cualquier soporte escrito. Aunque la historia no arranca, ni mucho menos, con su adquisición en 1909 por Rodolfo Lussning (1876-1950) cuando ya se denominaba Gran Hotel París (antes La Granadina). Gerente de hoteles en Lisboa, Alicante o Málaga, el empresario austriaco avecindado en Almería a comienzos de la pasada centuria con su esposa, la malagueña Mª Teresa "Resi" Arjona, le cambió el nombre (ignoro el porqué de "Simón") e introdujo importantes mejoras, sin embargo el prestigio y lujo venían muy de atrás. Puesto que sus panegiristas obvian o desconocen los orígenes decimonónicos, nos dedicaremos a ello en detrimento del más publicitado. El legajo 336 en el AMAL (citado por el fabulista y auxiliar archivero Martín del Rey) contiene la solicitud a 30 de enero de 1858 del fondonero Bernardo Bueso García para la construcción sobre el solar de su propiedad, "en lo que fue huerta del extinguido convento de San Francisco en esta Ciudad", de una "casa que pudiera servir de fonda, café, baños y otros usos análogos". Los planos lo firmaba un maestro alarife y fueron rechazados por el arquitecto municipal, Fabio Gago, dado los defectos de forma y ornamentación en las tres fachadas alzadas a otras tantas calles en proyecto. Después de un agrio cruce de oficios e informes, el pleno autorizó el sólido edificio de tres plantas. Inmueble que la excavadora se llevó por delante en 1965, respetando, menos mal, al de su vecino Banco Central.

Bueso abrió la fonda en la planta principal y un establecimiento de baños templados de agua dulce (con abonos por temporada) en la esquina de las hoy calles Castelar y san Francisco. En 1877 se la vendió a Francisco Tortosa, mesonero de la calle Cid (Eduardo Pérez): "Este grandioso hotel ha experimentado notabilísimas mejoras en su decorado, así como en su mobiliario… Y a pesar del poco tiempo de su instalación cuenta ya con una escogida concurrencia, tanto de huéspedes españoles como extranjeros, pudiendo ofrecer espaciosas habitaciones para familias, un amplio y elegante comedor, piano y salón de conversaciones, de igual índole a los de las más populosas capitales". A la suntuosidad se unía la excelente cocina española y francesa del reputado chef Tortosa, como puso de manifiesto en el almuerzo ofrecido en el andén de la Estación y en la Cámara Agrícola con motivo de la inauguración del Ferrocarril en julio de 1895 o que instaurase la moda de las comidas a domicilio por encargo. En sus habitaciones pasaron consulta médicos venidos de Granada, Madrid o Valencia y en la planta baja se instalaron diferentes negocios. A comienzos del siglo, a Francisco Tortosa le compró el establecimiento Apolonio Romero y José Mesa a éste en 1904. Bajo el nuevo reclamo de Gran Hotel París-La Granadina se mantuvo hasta su adquisición un lustro después por Rodolfo Lussning. Benito Pérez Galdós fue el último viajero ilustre hospedado en el lujoso y bien amueblado París .

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