Crónicas desde la ciudad

Paseo de la Caridad (y II): Villa Cecilia

  • Villa Cecilia es el título oficial que figura en el Registro de la Propiedad y Padrón, sin embargo es conocida por Cortijo Fischer o del Gobernador y menos como finca Santa Isabel

Hoy sede del Instituto Andaluz de la Mujer, Villa Cecilia es la auténtica joya del Barrio de la Caridad; rehabilitada por el arquitecto Ramón de Torres por encargo de la Junta de Andalucía. Aunque ya escribí años atrás es obligado regresar a ella.

Enclavada al norte de la ciudad, su arquitectura no guarda parangón con la tipología de vivienda diseñada por López Rull o Trinidad Cuartara, los más prestigiosos arquitectos en la Almería a caballo de los s. XIX y XX. El palacete de Federico Fischer es el edificio menos historiado en publicaciones especializadas (guías, Pgou). Incluso, en estas, además de los consabidos “corta y pega” se deslizan errores notables respecto a la fecha a que corresponde el inmueble o a la situación familiar de su promotor. Debo aclarar que en su origen parte de tales errores obedecen a la (des)información proporcionada por descendientes suyos a Alfonso Ruíz, publicada (2002) por el experto en Historia de la Arquitectura en el Boletín de Arte de la Universidad de Málaga. En su momento, y a la vista a la vista de documentos oficiales, procuramos corregirlos, aunque mucho me temo que por inercia, comodidad o ignorancia los seguirán reproduciendo.

Fischer en Almería

Herman (Her-man, indicativo a modo de señor, don, míster) Federico Fischer Drws se trasladó a nuestra capital en 1875 procedente de Málaga, donde fue cónsul de Dinamarca y otras naciones europeas. Contaba 26 años de edad y aquí prosiguió dicha representación consular. En el material manejado se afirma que nació en el país, pero no se especifica provincia o lugar; los citados familiares indican que ocurrió en la ciudad, hoy alemana, de Lübeck. Avecindado en c/. La Almedina, en el nº 31 estableció su domicilio social, dedicado a la comercialización de barrilería y exportación de uva. Más adelante el almacén debió trasladarlo al cortijo huercalense de Las Mascaranas:

“Barriles para uva de 55 y 50 libras de cabida con o sin serrín se hallan de venta en casa de H.F. Fischer. Almedina”, rezaban lo iniciales anuncios en periódicos.

El equipo multidisciplinar dirigido por el arquitecto Ramón de Torres la rehabilitó para nuevo uso

Un carácter discreto y poco dado a la ostentación social posiblemente justifique su nula presencia en el generoso tratamiento que los diarios dedicaban a la decimonónica burguesía local. Tampoco hay constancia, pese a la relevancia económica alcanzada, de que ostentara cargos en sociedades recreativas, mercantiles o uveras. En cambio, valga como anécdota, adquirió uno de los primeros automóviles que circularon por nuestras calles: un Marot y Gardón francés, conducido por su chofeaur Bernardo Vizcaíno, hijo de Vizcaíno Iniesta, aparcero de la finca donde erigió Villa Cecilia.

Matrimonio, hijos y defunciones

Es obligado subrayar que contrajo matrimonio solo en una ocasión, ya que una hipotética segunda esposa, Inga, es una confusión de la versión original. Presumiblemente, los herederos dispondrán de información de primera mano que concreten fecha y lugar de su boda con Cecilia Winslow Jensen, natural de Copenhague, entre 1875-76 y desde luego no en nuestra ciudad. Una curiosidad más en la vida del personaje: era hijo de un español, Juan Martín Fischer, marino de profesión, aunque por ignorada razón adoptó su segundo apellido.

La pareja tuvo en 1876 a su primer hijo, Juan, quien sobrevivió a la madre y falleció antes de alcanzar la pubertad; la segunda Cecilia, murió a los dos meses de edad, de “congestión cerebral”; Johann Laurist es el tercero de los fallecidos prematuramente, con diez meses, de “meningitis granulosa”. Nacidos en Almería capital, a los tres extendió certificado de Defunción, el abnegado Dr. Litrán López, amigo de la familia, y los tres están enterrados en el abandonado Cementerio Inglés (al igual que Litrán), aledaño al municipal de San José. Posteriormente, en Dinamarca, nacieron los dos menores y herederos: German y Guillermo, quienes ya crecidos regresaron a la capital.

Se ha repetido hasta la saciedad que Cecilia murió a consecuencia de una caída galopando a caballo por la finca, leyenda romántica a la que yo también di por válida confiando en lo publicado. Nada más lejos de la realidad. La ciudadana danesa, hija de Lorenzo y Jacobina, falleció el 26 de septiembre de 1883, a los 28 años de edad, en su dormitorio matrimonial de La Almedina (“tisis caseosa”), atendida por el citado facultativo Litrán López (1845-1889). Me extrañaba que en atención a su posición social y aparatosidad del accidente los periódicos locales y nacionales no se hiciesen eco de la noticia. Ahora, con el certificado rescatado, no cabe duda.

Trinidad Cuartara la calificó de bella, elegante, sólida y con las mayores garantías de seguridad

Federico Fischer Drws mantuvo el estado de viudedad hasta su óbito el 13 de julio de 1918 en su nuevo domicilio del Quemadero -limítrofe al Cerro de las Cruces y Paseo de la Caridad- , diagnosticado de arteriosclerosis. Pese a que le sucedieron sus hijos Germán y Guillermo, la partida de Defunción señala “que si otorgó testamento, se ignora”. Ahora La Crónica Meridional sí edita un cortés obituario, en el que tras referirse a una larga enfermedad y a la avanzada edad, recordaba que “había vivido entre nosotros cuarenta años… Larga vida dedicada al Comercio, donde dejó huella de su siempre honrada iniciativa y de su bondad y caballerosidad sin límites”. Recibió igualmente sepultura en el Cementerio Británico.

Cerro de las Cruces

Villa Cecilia es el gran legado del acomodado Federico Fischer y razón de que su nombre haya llegado hasta nuestros días con el nombre de su propietario, Cortijo del Gobernador o Finca Santa Isabel. Es unánime la opinión de que se trata del más bello e importante ejemplo Modernista de la ciudad, sin embargo, los especialistas no se ponen de acuerdo en el modelo que siguió su proyectista: inspirado en viviendas alemanas o en villas renacentistas italianas de recreo.

Lo que sí queda meridianamente claro es que el “hotel particular” (en el argot municipal) no es de finales del s. XIX. El 15 de marzo de 1910 solicitó al Ayuntamiento el correspondiente permiso de habitabilidad, finalizando el oficio de manera sorpresiva: “Que se le conceda la correspondiente licencia, para poder alquilar la casa de referencia o para habitarla”. En el AMAL “Adela Alcocer” no hemos hallado legajo alguno con planos, proyectos, tasas a abonar o certificaciones de obra. Sólo este que citamos. El inspector de Sanidad elevó un informe muy favorable. Ahora resulta anacrónico, pero en el alborear del siglo XX supuso un avance impensable en las viviendas almerienses:

“… El edificio en cuestión, elegante y lujosamente construido reúne todas las condiciones higiénicas que puedan imaginarse, no habiendo economizado absolutamente nada para llegar al más alto grado de salubridad e higiene y estando dotado de pozos negros de moderna construcción y Water Closed (subrayado) numerosos, y pilas de baño de todas clases para el aseo personal de sus habitantes, incluso para los domésticos al servicio del edificio”.

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