Puerta de Purchena (III)
Legado. Distintos visitantes extranjeros y autores locales dejaron escritas sus impresiones sobre la capital, en forma de cuadernos de viaje, memorias o relatos costumbristas
SI la semana anterior la dedicábamos a viajeros foráneos que dejaron escritas sus impresiones sobre el centro de la capital, hoy lo hacemos igualmente con eruditos locales que se sumaron a la descripción, más o menos pormenorizada, del paisaje que les vio nacer. En forma de memoria sentimental o como contexto de su producción literaria. Así, al igual que en La Regenta Leopoldo Alas "Clarín" convierte a Oviedo en Vetusta, capital del Principado, Antonio Ledesma Hernández retrata a Almería con el seudónimo de Miralmar. Su protagonista parte de la Puerta de Purchena, modelo atípico de plaza, para mostrarnos el Paseo:
Miralmar en menos de tres lustros se había transformado y embellecido. Aquel cinturón de murallas que le oprimía quedó roto, alzándose en su lugar manzanas de casas… Aquella, en otros tiempos llamada Alameda de los Tristes, rodeada de huertas y situada extramuros, era la arteria principal de la urbe moderna, con barrios laterales, anchas calles afluentes, viviendas lujosas de ricos decorados, tiendas espléndidamente iluminadas, y hasta un palacio de balconaje de mármol de Macael, que descollaba orgulloso.
Su hijo, Ramón Ledesma Miranda, sigue en La casa de la Fama (1951) la narración comenzada por el padre:
El viajero regresó a la cercana ciudad, a la vieja Almería de álamos, palmeras, murallas y recogidas plazas que embeben en sus árboles el dorado azul de los cielos…
Con anterioridad (1902), el tribuno republicano y director del diario El Radical, José Jesús García, edita una novela (Tomás Iº, 1902) en la que le asigna el apelativo de Pinares al recrear un drama provinciano y burgués, de amores y desencuentros a la orilla del mediterráneo almeriense.
Pasadas las décadas, el periodista José Miguel Naveros vuelve a sus raíces para regalarnos dos atractivos títulos de temática local: Almería en mi tinta (1968) y Mis pintorescos raros (1974), aquí Almería es Villa Claudia, Y para el poeta José Ángel Valente, la Ciudad Celeste. El historiador Tapia Garrido no quedó al margen, dedicándole un capítulo en Almería, piedra a piedra (1996). El vecino Francisco Giménez Fernández, en un ejercicio costumbrista (Aquella Almería, 1975), vivido en primera persona, no le anda a la zaga al postrer cronista de la Villa. El farmacéutico, con laboratorio de análisis clínicos en la acera de Las Mariposas, encabeza sus apuntes autobiográficos con un escueto enunciado: Puerta de Purchena; brindándonos 14 deliciosos subtítulos rebosantes de gracejo y alarde memorístico:
El Pingurucho de los Coloraos, Los coches de caballos, La botica de Felipe, La Sevillana, El tío Berroncha, La casa de las Mariposas, La Garbancera, El Cañillo, El Río de la Plata, Los charlatanes, León Salvador, Los pintores, El Chirigota y Reformas.
El epílogo a las aportaciones locales lo firman Fermín Estrella y Manuel del Águila (Almería en el recuerdo, 1975). Del primero, pronunciadas en la conferencia dictada en la Biblioteca Villaespesa en noviembre de 1974, con ocasión de su segunda venida a Almería (entré llorando y salí llorando de la ciudad) desde que a corta edad se vio obligado a emigrar con sus padres a Argentina, fue esta petición desgarrada, premonitoria y esperanzadora:
¡Almería! Salvad las casas de antaño, llenas de armonía y señorío; las viejas iglesias, las plazas y placitas de la zona que van de la Puerta de Purchena al Malecón y del Paseo a las estribaciones de la Alcazaba. Que las nuevas construcciones se levanten en lugares libres no edificados. Salvad el alma de Almería, suma de muchas generaciones que hicieron y amaron a esta ciudad. Almería tenía dignidad y señorío en su recatada sencillez. Lo nuevo está destruyendo, tal vez sin querer, esa dignidad y esa sencillez entrañable y encantadora. Detened, todavía se puede salvar algo, la ola de destrucción y "renovación" que todo lo amenaza. Hacedlo. Almería merece que lo hagáis. ¡Maldito el caso que le hicieron!
El poliédrico Manolo del Águila no vino de América a reivindicar. Él residía muy próximo al "cañillo" por donde vio discurrir la vida y la muerte. Al comienzo de la céntrica calle Granada:
Dejemos esa Puerta de Purchena, irregular y bizarra, más que plaza vivo corazón urbano, que centra y aflora en todas las direcciones la vida local y que se vierte hacia la Rambla, antesala y repetición del Mercado de Abastos…
En su poemario Cantos y Ripios (1934) el periodista Rogelio Úbeda "Luis de Tabique", no alude en sus versos a la Puerta de Purchena. Lo traemos a este revival por estar dedicado a José Campos Peral ("amigo de corazón y hermano de ideales, con mi estimación y afecto"), nieto de los promotores de Las Mariposas.
En definitiva, todos coinciden en la importancia real y simbólica de nuestro céntrico enclave, acceso al laberinto urbano que se abre al casco histórico y a los nuevos barrios del ensanche obrero. Y en destacar a su perímetro como palenque de noticias y sucesos heterogéneos: alegres unos, tristes otros. Un lugar para citarse. Una pasarela para el lucimiento personal. Evocación del emigrante y caminar obligado del residente.
Referencia continua y relevante en prensa a la hora de titular secciones o columnas ("Puerta de Purchena", en Ideal). O específico de la revista editada por la Casa de Almería y Las Alpujarras en Madrid
RETRATISTAS Y POSTALES
Pero si ésta fue contada y cantada en prosa y verso, más aún ha sido retratada. En todas las épocas y desde todos los ángulos posibles, se prestó al ojo artístico de cuantos fotógrafos visitaron Almería y de los propios profesionales nativos. En paridad con los más atractivos y repetidos paisajes: Alcazaba y San Cristóbal, Parque y Puerto, Catedral y Estación del Ferrocarril, Paseo y Mercado Central, Plaza Vieja y Pingurucho, Plaza de Toros y Santo Domingo…
En las últimas décadas del siglo XIX y primeras del XX, los escaparates y vitrinas de los más conocidos bazares y de las imprentas-librerías de Isidro G. Sempere, José Orihuela, Vda. de Cordero, José Guillén o Non Plus Ultra, se vieron adornadas de aquellas cartulinas editadas (Narciso Campra Espinar es su mayor coleccionista) por acreditadas firmas nacionales y extranjeras. Reproducidas en tarjetas postales -tan de moda en la correspondencia epistolar- se pusieron en circulación las realizadas por Andrés Fabert, E. Cortés, Alberto Martín o Gustavo Gilman. Sin desmerecer a los almerienses Hilario Navarro, Victoriano Lucas, Agustín Morales, Manuel Suárez, Belmonte, Balonga, etcétera; hasta llegar a los contemporáneos Luis Guerry, Mateos, Rojas y Ruíz Marín. Todos ellos, con gabinete propio (Guerry en Puerta de Purchena, altos de El Río de la Plata), alternaron rincones pintorescos y edificios representativos con retratos de personajes y escenas cotidianas. Algunos como corresponsales de revistas gráficas madrileñas o barcelonesas; y los más, de periódicos provinciales y granadinos. Sin olvidar las ilustraciones anuales que acompañaban a los bien confeccionados programas de Feria editados por el Comercio o la Asociación de la Prensa.
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