Juicio por el crimen del niño Gabriel

“Puse la camiseta porque quería que me cogieran, quería que me atraparan”

  • La autora confesa dice ahora que quería suicidarse tomándose las pastillas que llevaba en su mochila cuando fue detenida

  • Asegura que se considera “inocente” pese a admitir que mató al pequeño ‘Pescaíto’

Ana Julia Quezada durante la vista oral de ayer, con una de las primas de Ángel Cruz al fondo siguiendo con atención su declaración. Ana Julia Quezada durante la vista oral de ayer, con una de las primas de Ángel Cruz al fondo siguiendo con atención su declaración.

Ana Julia Quezada durante la vista oral de ayer, con una de las primas de Ángel Cruz al fondo siguiendo con atención su declaración. / Rafael González (Almería)

La segunda jornada de la sesión contra Ana Julia Quezada, trajo este martes algunas sorpresas con nuevas declaraciones que la autora confesa de la muerte del ‘Pescaíto’ Gabriel Cruz no había efectuado hasta el momento. Revelaciones o contradicciones, según las acusaciones, con las que la acusada da un giro a su argumentario dibujando a una Ana Julia que “no podía más” y estaba incluso dispuesta a acabar con su vida y hacer lo posible para que la Guardia Civil la apresara.

Aunque este relato no convenció a la fiscal Elena María Fernández y al abogado Francisco Torres, que ejerce la acusación en nombre de Ángel Cruz y Patricia Ramírez, los padres del pequeño de 8 años muerto el año pasado a manos de Quezada, queda por saber si la nueva versión de ésta calará en los siete mujeres y dos hombres que forman el jurado popular que la enjuiciará hasta el próximo 18 de septiembre.

Por ejemplo, sostuvo que el 3 de marzo del año pasado colocó la camiseta del menor, que había guardado hasta ese momento en el cuarto en el que ella y Ángel dormían en la casa de la abuela en Las Hortichuelas Bajas tras matar y desvestir al infante, entre unos cañaverales porque “quería que me cogieran, porque no era capaz de decirlo con mis propias palabras, yo quería que me atraparan”.

Aunque previamente había manifestado que lo hizo para dar “esperanzas al padre del niño, Ángel Cruz, este martes sostuvo en respuesta a la fiscal que quería que la “encontraran porque no podía aguantar más ese secreto”. “Vamos (...) al barranco de Las Negras, por las Agüillas, por esa zona. Le dije, vamos a dar un paseo. Cogí la camiseta del armario. La metí en la mochila, cogí mi coche. Vamos Ángel y yo a ese sitio. Yo fui a colocar la camiseta allí”, relató la investigada.

Yo solo quería que se callara, que me dejara de decir esas cosas, de lo demás no me acuerdo

Según ella, aprovechó que el padre estaba “hablando por teléfono con un médium o un periodista” y que subió a ver un cortijo para dejar la camiseta en un cañaveral y entonces simuló encontrarla.

No es la única novedad en su versión de los hechos. Aunque cuando el 11 de marzo del pasado año comenzó a gritar a los agentes que la detuvieron a la llegada de la casa de Ángel en la que ambos convivían en Vícar: “Yo no he sido”, exculpándose por anticipado cuando llevaba el cadáver de Gabriel en el maletero de su coche, que había desenterrado poco antes de la finca de Rodalquilar en la que lo había matado el mismo día de su desaparición el 27 de febrero previo, subrayó ayer entre llantos que tenía pensado suicidarse.

El letrado Francisco Torres, acusación particular en la causa, comparte impresiones con los medios en un receso de la sesión de ayer. El letrado Francisco Torres, acusación particular en la causa, comparte impresiones con los medios en un receso de la sesión de ayer.

El letrado Francisco Torres, acusación particular en la causa, comparte impresiones con los medios en un receso de la sesión de ayer. / Rafael González (Almería)

“No decidí ir a la finca para deshacerme del cuerpo de Gabriel. Perdóname Judith, perdón a todo el mundo. La finalidad que tenía era ir con mi perrita y dejar a Gabriel en el garaje y subirme a casa, escribir dos cartas, una para Ángel y otra para mi hija, explicándoles lo que había pasado y pidiéndoles perdón”, dijo, precisando que iba a dejar a su perra en la cocina “con bastante agua y comida y la puerta de la terraza abierta, dejarla ahí, coger todo el medicamento que llevaba, tomármelo y echarme en el sofá”. Es cierto que reconoció en su primera declaración que dio muerte al niño. “Sí”, ha dicho Quezada, cuando ha sido preguntada si acabó con la vida del menor de 8 años. Sin embargo, la acusada por delitos de asesinato y lesiones psíquicas a los padres, afirmó que se ve “inocente”, ratificando su relato previo por el que sostuvo que mató a Gabriel de forma accidental.

Perdóname hija mía, perdóname Ángel y toda la familia, que me perdone Dios”

“Perdóname hija mía, perdóname Ángel y toda la familia, que me perdone Dios por lo que he hecho, pero todo fue un accidente”, espetó mirando a la cámara dispuesta para grabar la vista oral.

Mantuvo en todo momento que no ha tenido “ningún problema nunca” con Patricia Ramírez, la madre del menor, con quien ha asegurado que tenía una buena relación. Relató cómo llegó a Las Negras, en Níjar (Almería), junto a una anterior pareja de Burgos, y que conoció a Ángel Cruz, el padre de Gabriel, en el bar que había montado con éste en la Nochevieja de 2016, iniciando su convivencia en la casa de Vícar del progenitor en septiembre del año siguiente.

Así, según contó, los martes por la tarde recogía a Gabriel del colegio porque Ángel “tenía que ir a trabajar y a las ocho de la tarde lo llevaba el padre con su madre”, ya que el régimen de visitas establecido entre los progenitores establecía que éste tuviese al niño los fines de semana alternos, martes y jueves. Pasaban tiempo de forma habitual en la casa de la abuela del menor en Las Hortichuelas Bajas porque al niño “le gustaba” el sitio. Todo ello recalcando que su propia relación con el niño era “buena” y que no tuvo problemas con él, que únicamente una vez le dijo: “Qué nariz más fea tienes, parece que tengas una hostia en la nariz, pero no se lo tuve en cuenta, me reí”.

Sobre el crimen en sí, declaró que unos días antes del 27 de febrero se habían trasladado Ángel, Gabriel y ella a la casa de la abuela. Ese día, según Quezada, habría ofrecido a esta última y al niño que la acompañaran a pintar a la finca de Rodalquilar, pero que al no querer el pequeño, la abuela prefirió quedarse en casa con él. Como quiera que volvieron tarde de hacer unas compras, la abuela preparó unos macarrones con pescado y tomate y tras comer, el niño salió a jugar con sus primos. Ella, reiteró, cogió una Coca Cola, miró su Facebook en el móvil y abandonó la casa diez minutos después pero se encontró al niño entre unos matorrales, “a la derecha” de la salida de la vivienda de su abuela en Las Hortichuelas Bajas.

Ana Julia Quezada llega escoltada por agentes de la UPRde la Policía Nacional a la Audiencia Provincial de Almería, donde ha declarado este martes. Ana Julia Quezada llega escoltada por agentes de la UPRde la Policía Nacional a la Audiencia Provincial de Almería, donde ha declarado este martes.

Ana Julia Quezada llega escoltada por agentes de la UPRde la Policía Nacional a la Audiencia Provincial de Almería, donde ha declarado este martes. / Rafael González (Almería)

“Le dije, qué haces ahí. Me dijo que estaba haciendo tiempo para que comiesen los primos. Le pregunté si quería venirse conmigo a Rodalquilar aunque no pintemos, ventilamos la casa y te traigo en 10 o 20 minutos con tus amigos y se vino conmigo”, afirmó. Una vez en esta finca, que Ángel y ella rehabilitaban para alquilarla o pasar temproradas en la misma, habría entrado a ventilar la casa y tras llamar al ‘Pescaíto’ lo habría visto dirigirse a ella con un hacha en la mano espetándole que era “fea”, que no quería que estuviera con su padre y que se fuese a su país.

“Le dije, te vas a hacer daño, deja el hacha. Me dijo: Tú a mí no me mandas, que no eres mi madre, que tienes la nariz fea, que no quiero que estés con mi padre, que quiero que te vayas a tu país”, ha manifestado Quezada en su declaración. “Simplemente le tapé la boca, no quería hacerle daño al niño, quería que se callara”, le puso la “mano derecha en la boca y en la nariz, no recuerdo en la nuca o dónde”, destacando que estaba “muy nerviosa”.

Ana Julia Quezada, la autora confesa de la muerte del niño Gabriel Cruz, afirmó ayer que cuando dejó al menor en el suelo, “el niño ya no respiraba”.

No supo concretar si ejerció una fuerza “desproporcionada” o si se echó encima de él: “Le tapé la boca y la nariz con la mano, de lo demás no me acuerdo, cuando lo dejé, ya no respiraba”. “Utilicé las dos manos, la derecha seguro en su boca, la izquierda no lo sé, en la nuca, en la frente, fueron momentos muy rápidos, estaba muy nerviosa”, apreció, reiterando que se dio cuenta de que no respiraba cuando lo soltó porque le puso la mano en el pecho y que entonces se quedó “bloqueada”. “Me quedé un rato y luego me fui a fumar como una loca, salía, entraba, salía, entraba y no sabía lo que hacía”.

Entonces vio una “pala y decidió hacer un agujero”, precisó. Tras esto, intentó cercenar la mano derecha del menor con dicho hacha porque “se le quedó una manita fuera” del hoyo. Tras esto arrastró al niño hasta la oquedad: “Lo cogí de los dos bracitos y lo saqué fuera, y lo metí en el agujero. No recuerdo si se golpeó en la cabeza, puede ser que sí, no lo saqué con cuidado, lo arrastré”, añadió. Una vez en el hueco, lo golpeó con el lado cortante del hacha: “Primero creo que le di uno (un golpe), con la cabeza mirando así (de lado) porque no era capaz. Luego giré y le di otro, creo que uno o dos (...) y lo tapé con la tierra”. Así las cosas, manifestó que no supo cómo reaccionar porque había matado “al hijo de mi pareja, cómo se lo digo yo a Ángel, sólo pensaba en eso”, apuntó.

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