Como en tantas etapas de la historia de España, Política y Religión han ido de la mano en maridaje ventajoso para ambas instituciones, en una simbiosis interesada de la sociedad civil y laica. El Somontín morisco (“balcón del Almanzora en lírica definición del poeta laujareño Francisco Villaespesa), se asienta en Sierra de las Estancias y regado por la fuente de San Sebastián. Tierra próspera en yacimientos de talco o jaboncillo de sastre (esteatita o silicato magnésico), dos personajes influyentes en la ya lejana centuria decimonónica, tuvieron aquí su cuna. Veamos resumidas las biografías de ambos ilustres somontineros. Aunque antes, a título de curiosidad socio-estadística-vocacional, cabe señalar que nos hallamos en el pueblo de España que porcentualmente más vecinos ha aportado a la Guardia Civil y Cuerpos de Seguridad del Estado: casi 200 efectivos durante el pasado siglo XX. Y puesto que en Somontín nos encontramos, no dejen de visitar su urbanismo religioso (iglesia parroquial, ermita) y civil, incluida loa casona habitada por un “familiar” del Santo Oficio y el escudo de la Inquisición que campea en su fachada.

El que fuera canónico-archivero de la seo almeriense, Juan López Martín, se detiene con detalle (“Galería de ilustres sacerdotes almerienses) en la figura de Emilio Jiménez Pérez, sacerdote que alcanzó la púrpura episcopal en el primer tercio del siglo XX. Nacido el 11 de octubre de 1863 (según consta en su partida bautismal), era hijo legítimo de Esteban Jiménez (maestro de Instrucción Primaria) y de Juana Mercedes Pérez, naturales de Olula del Río y Lúcar, respectivamente. A tierna edad marchó al Instituto de la capital y seguidamente el seminario conciliar de San Indalecio. Su capacidad y afán por los estudios le hizo destacar entre el clero almeriense, llamando incluso la atención del prelado de la Diócesis.

Se licenció y doctoró en Teología y Derecho Canónico en el seminario de Granada y en la Semana Santa de 1886 fue consagrado presbítero por el obispo José Mª Orberá. Tras superar las obligadas oposiciones, obtuvo la plaza de canónigo doctoral, ejerciendo, además, como profesor y capellán de la Compañía de María. Su progresión eclesiástica no se hizo esperar, favorecido por el obispo Casanova Marzal, el ministro Silvela y el diputado conservador del partido de Purchena. En febrero de 1918 fue nombrado administrador apostólico de Barbastro (Huesca) y obispo titular de Antendón. En abril del mismo año fue consagrado solemnemente en la catedral urcitana, con la presencia del nuncio en España y los obispos de Almería y Barcelona. Después de una prolongada enfermedad, el somontinero Emilio Jiménez falleció en la villa oscense el 20 de octubre de 1926.

Libro

Trienio Liberal

El 19 de julio de 1879 Juan Oliver y García nació en Somontín, personaje del que desconocemos en gran medida su biografía primeriza, transcurrida en Málaga, donde se instaló. Ahí el somontinero ejerció de concejal Síndico de su ayuntamiento. Con el acta de diputado nacional, juró su cargo en febrero -mediado el Trienio Liberal que supuso un paréntesis en el gobierno despótico de Fernando VII- finalizando su mando en septiembre del año siguiente. Según el Diario de las Cortes, en diciembre de 1822 alcanzó interinamente la presidencia de tan alta institución. Cargo que a finales del mismo siglo XIX ocupó asimismo el alhameño de adopción Francisco Salmerón Alonso.

Licenciado en Derecho, fue oficial de Cuentas en el Ministerio de la Guerra, procurador en el Consistorio malacitano y auditor del Ramo de la Guerra en 1834. Dada su buena formación en asuntos económicos, “se le consideraba un experto en comercio y aranceles”, poseedor, además de grandes dosis de empatía social. El Colegio de Abogados de Málaga lo designó decano, al tiempo que el municipio le nombró cronista oficial de la ciudad y tras su fallecimiento (desconozco la fecha precisa) rotuló una calle con el nombre de “Decano Oliver García”.