Almería

El muro de la torre de San Miguel de Cabo de Gata termina por ceder

  • La estructura era ya un queso gruyere a finales de verano, dejando libre el acceso a intrusos

El muro semiderruido ya no funciona como elemento para evitar el acceso a este Bien de Interés Cultural.

El muro semiderruido ya no funciona como elemento para evitar el acceso a este Bien de Interés Cultural.

El muro perimetral de protección de la atalaya del siglo XVIII, emblema de Cabo de Gata y que es Bien de Interés Cultural, ha dejado definitivamente de atender sus funciones. Buena parte de la tapia se ha venido abajo, posiblemente por las fuertes rachas de viento que suelen soplar en este espacio natural del término municipal capitalino, dejando vía libre a los intrusos, que ya durante el verano se colaban en el recinto a través de los huecos existentes para hacerse los selfies de las vacaciones, ajenos –o no– a la peligrosidad por el mal estado que presenta la torre de San Miguel en elementos como la escalinata de acceso a su interior.

El muro semiderruido, con los ladrillos sobre la arena, es la última imagen que ofrece este BICsobre su progresivo deterioro ante la ausencia de mantenimiento. Voces de grupos políticos como Ciudadanos se han sumado a las múltiples reclamaciones vecinales que a lo largo de los últimos quince años han reivindicado actuaciones para su puesta en valor, habiendo conseguido durante la pasada legislatura la convocatoria de un concurso de idas para la rehabilitación de la torre y un reconocido estudio de arquitectos ganador del mismo –Cano Lasso, autor de Madrid Arena o el Pabellón de España en la Expo de Sevilla–, con un proyecto que, además, cuenta con financiación dentro del Plan Turístico de Grandes Ciudades de Almería, pero las obras no llegan.

No solo porque están programadas para la segunda fase de dicho plan (entre los años 2023 y 2024), sino porque el Ayuntamiento aún hoy no ha conseguido la titularidad de este inmueble, que en su día sirvió para vigía de la Guardia Civil, quedando cerrada esta casa cuartel en la década de los 80.

El muro es una estructura añadida al torreón que carece de valores arquitectónicos e históricos –de hecho el proyecto no contempla su conservación–, si bien evita la entrada al BIC. O, al menos, hasta el pasado año.  Ya en noviembre, Diario de Almería recogía en su edición del día 8, la agonía del BIC con un muro plagado de grandes huecos que, a modo de queso gruyere, permitía la entrada al recinto, así como deficiencias en elementos que sí forman parte de la atalaya. Entre ellos, la pérdida de fracciones de fracciones de las almenas y unas escalinatas cada vez más dañadas y peligrosas. La torre, hecha una pena

No disponen de barandilla a lo largo de los peldaños y la parte correspondiente a la entrada al Torreón (el descansillo), es un amasijo de hierros oxidados, cuya soldadura ya no lo es por lo que están parcialmente sueltos.

Es muestra de la imagen dejadez –y aún así atractiva para los turistas– de esta torre defensiva, que, además, acumula restos de botellón, basuras variopintas, puertas venidas abajo y graffitis. Residuos y expresiones de arte mal entendido que denotan de igual manera la ausencia de un mantenimiento periódico.

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