Segura vizcaíno El negociador incansable

Ha vivido por y para la política, su gran pasión Pretendía terminar la carrera de Derecho y ejercer Su objetivo inmediato era recuperar Viator para el PSOE

Juan Antonio Segura Vizcaíno observa desde detrás de las cortinas un pleno en la Diputación Provincial.
Antonio Lao

10 de abril 2015 - 01:00

Juan Antonio Segura Vizcaíno (Viator 1957-2015) moría el jueves por la noche en su casa de Viator a causa de un infarto. Su madre, de 83 años, se lo encontró cuando regresaba de la vivienda de su hija, muy cercana a la suya, donde pasaba gran parte del día.

Segura Vizcaíno, un histórico del socialismo almeriense, ha vivido por y para la política, su gran pasión. Todo lo que no fuera el ejercicio de esta labor para él tenía carácter secundario. Negociador incansable, derrotaba a sus oponentes por cansancio. Siempre dijo que en un proceso de este tipo sólo había que tener tres cosas: agua, tabaco y paciencia. A partir de aquí se trataba de dialogar, de exponer, de dulcificar, de tensar y destensar la cuerda en la misma medida que el contrincante, nunca enemigo, te indicaba el camino a seguir. No había prisa. Así lo hizo en múltiples ocasiones y sacó rédito a gran parte de ellas, aunque en otras, por más que lo pretendió, la victoria se volvió esquiva.

Memorable fue la negociación que mantuvo con el Partido de Almería (PAL) para gobernar la Diputación en 2007 y 2011, primero apoyando a Pepe Añez durante una legislatura y luego recuperando el ayuntamiento de ayuntamientos para su partido, con Juan Carlos Usero como presidente, aunque quien de verdad tuvo mando en plaza fue él. Tanto es así, que la fotografía que ilustra este obituario pasará a ls historia, por reflejar de forma clara el perfil de este viatoreño. Se asoma, tras una cortina, controlando todo lo que sucede en uno de los plenos de la Corporación, atento a lo que sucedía, sin perder un sólo detalle.

Conocí a Juan Antonio Segura Vizcaíno allá por el año 1987. Entonces era diputado provincial de Turismo, con Tomás Azorín de presidente de la Diputación Provincial. De él aprendió mucho: talante, talento, blando en los gestos, una roca en los hechos. De aquellos tiempos quedó la puesta en marcha del Patronato Provincial de Turismo, la asistencia a las ferias más importantes del sector, a nivel nacional e internacional, y la marca "Almería, tierra de cine". De él surgió la idea, junto al resto de la Coporración Provincial de entonces, de promover la construcción de unos estudios de cine en la provincia, con el fin de recuperar los rodajes para esta tierra. Un proyecto en el que se implicaron los empresarios del sector (Grupo Hoteles Playa o Viajes Alysol), aunque al final no llegó a cuajar. Sin embargo, fue el germen de los frutos que estos años se han ido recogiendo, que no han sido pocos. Alcalde de Viator, parlamentario andaluz y diputado provincial, Segura Vizcaíno ha sido sobre todo un hombre de partido. Ha gestionado con guante de seda y mano de hierro la agrupación local, donde ha puesto y quitado alcaldes cuando lo ha creído conveniente: Joaquín Álvarez o Cristóbal Urrutia, son dos ejemplos. Pero, sobre todo, se ha implicado y ha estado en todos los contubernios que el Partido Socialista ha vivido en los últimos treinta años, en los buenos y en los malos, en los dulces y en los amargos.

Ha estado arriba en muchas ocasiones, triunfante, pero también mordió el polvo y atravesó su particular Rubicón en otras tantas. Siempre con el PSOE, se adelantaba como nadie a las corrientes que se avecinaban. Integrado en el núcleo duro en la época de Blas Díaz Bonillo, José Antonio Amate, Tomás Azorín o Torres Tripiana, vio pronto las diferencias entre Felipe González y Alfonso Guerra, trasladadas a Almería. Atrincherados los guerristas con José Antonio Amate a la cabeza, se opuso de forma frontal a sus formas de hacer política y estuvo en el núcleo fundacional de los renovadores, con Blas Díaz Bonillo, Francisco Contreras, Juan Callejón o Francisco Espinosa a la cabeza. Antológicos fueron los congresos de Tabernas, en los que José Antonio Amate mantenía de forma holgada el poder y desde Sevilla, el secretario de Organización Luis Pizarro anulaba por el "decreto 33" (porque así lo queremos). Mañanas de frío en Las Eras o tardes de calor en el edificio de Servicios Múltiples, Juan Antonio Segura, cigarrillo en mano, teléfono en la otra, conspiraba y negociaba en intentos baldíos por alcanzar acuerdos en los que él y los suyos estuvieran incluidos. No lo logró hasta el cónclave de Adra, en el que Amate Rodríguez por fin cedió el poder a Martín Soler, y en el que jugó un papel destacado.

Fue su vuelta al primer plano de la política y al mando en plaza. Parlamentario andaluz, excelente relación con la dirección socialista andaluza,encabezada por Manuel Chaves, Luis Pizarro y Gaspar Zarrías negoció y maniobró a partes iguales el sostenimiento de la mayoría que ejerció el poder en la provincia durante una decena de años, con Martín Soler a la cabeza. Cuando este proceso se truncó, en especial por los malos resultados electorales y por los modos de ejercer el liderazgo de la dirección provincial, Segura Vizcaíno retomó -si es que alguna vez lo dejó- el vaso de agua, el cigarrillo y la paciencia en la búsqueda de una nueva mayoría. No tuvo éxito. Aunque participó en la caída del secretario general de entonces, Diego Asensio, no fue capaz de arbitrar en torno a él una mayoría que le diera el liderazgo del partido, que alcanzó el actual secretario general, José Luis Sánchez Teruel. Se presentó al Congreso Provincial y lo perdió. Dejó su acta de parlamentario y su cargo en el partido. Regresó a los cuerteles de invierno y tuvo claro durante un tiempo la necesidad de recuperar la normalidad. Decidió concluir la carrera de Derecho que había empezado, se retiró un tiempo a Mojácar, para huir de la noche almeriense, tratando de poder orden a un débil corazón que ya le había dado algún aviso.

Fumador empedernido, amante del buen beber y el buen yantar, el estrés y la tensión ganaban terreno a un hombre curtido en mil batallas, acostumbrado a no mostrar un sólo gesto, como un buen pistolero frente a su oponente en los duelos. Aunque la realidad es que la procesión siempre iba por dentro. Le quedaba una asignatura para culminar la carrera, Derecho Penal, que es la que estaba preparando la fatídica noche del miércoles en su casa. Estaba como pasante en el despacho de Paco Torres, uno de sus grandes amigos de siempre, al que quería y admiraba a partes iguales. Su corazón no aguantó más. Quiero imaginar que no sufrió y que dejó de latir mientras memorizaba un artículo del Código Penal, repasaba una nueva Ley, buscaba la forma de recuperar la alcaldía de Viator para su partido el próximo 24 de mayo o negociaba un nuevo equilibrio de poder en el PSOE en el que él recuperara protagonismo. Descanse en paz.

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