Almería

TAHAL. Gentilhombre de la reina Isabel II

Gentilhombre de la reina Isabel II

Gentilhombre de la reina Isabel II / Javier Alonso

El Dr. José Martínez Oña, especialista en Cirugía y Traumatología con sanatorio en la capitalina calle Terriza, tenía en común con la Santa de Ávila su espíritu andariego. La mística por campos de Castilla y Andalucía y el médico humanista en largos recorridos en coche y a pie por el interior de una provincia que sufría por enésima vez el vaciamiento demográfico forzado a la emigración a Cataluña y a la diáspora europea. De aquellos pioneros y placenteros viajes nos dejó “Mis rutas por Los Filabres” (Editorial Cajal 1975), libro a modo de cuadernos de campo, En él nos describirá paisaje, caminos, collados, valles y caseríos con tejados de pizarra; usos, tradiciones y costumbres de sus gentes; su clima, fauna y flora… Un exquisito ejercicio descriptivo y antropológico. En una de aquellas etapas por la sierra llegó a la villa de Tahal.

A la cabecera del “estado” y residencia del gobernador, estaba su representante Enrique Enríquez, primo de Fernando de Aragón y descendiente del almirante de Castilla. Éste y sus sucesores (marqués de Aguilafuente incluido), vivieron en Baza y no en la capitalidad de un extenso señorío, centro comercial de sus contornos. Todos ellos obtuvieron pingües beneficios con la venta de pastos para las invernadas de ganado lanar procedente de regiones del interior peninsular.

Martínez Oña y acompañantes se detuvieron al pie del castillo de Los Enríquez, testigo de enconadas batallas entre musulmanes y cristianos recientemente restaurado y convertido en un multiusos cultural en medio de un ajardinado perímetro. La tradición señala que el monarca pernoctó Isabel de Castilla en su desplazamiento a Almería para tomar la ciudad de manos del rey Zagal. El cirujano-traumatólogo paseó por angostas y encaladas calles hasta llegar a la plaza, al bar de un yerno de Diego-Diego. Merece la pena transcribir la información que nos proporciona el singular septuagenario:

“Dicen que lo llaman dos veces Diego por su mal genio. Se ha casado tres veces y nos cuenta que salió para Méjico cuando contaba 16 años de edad. Eran los tiempos de Pancho Villa. Los frecuentes tiroteos le hicieron emigrar a California, donde trabajó en un molino de maderas, recordando que su salario era de tres dólares al día. Recorrió más tarde Pittsburg y Pennsylvania y allí su nuevo oficio fue el de jornalero en una fábrica de aceros, con la mejora de 5-6 dólares diarios. Volvió al cumplir los 30 con un pequeño capital, suficiente para comprar unos olivos y tierras para sacar adelante a la familia”

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Tahaleño ilustre

Tras la jugosa charla encaminó sus pasos a la iglesia parroquial de la Encarnación. Incendiada cuando la guerra mudéjar, la reconstruyó el obispo de Guadíx, a cuya diócesis pertenecía. De las sucesivas reformas realizadas destaca la de finales del XIX, encargada por el obispo José Mª Orberá al arquitecto diocesano López Rull. Ya gozaba de torre “exenta respecto a la nave del templo, perteneciendo a la tipología de templos encastillados con torres campanarios”. Del templo sale en procesión el Santo Cristo del Consuelo durante su onomástica patronal en septiembre. En su visita, al cronista le sorprendió la lápida de mármol en el lateral derecho del templo (anteriormente enmarcada junto al altar mayor) que justifica el encabezamiento de esta página y perpetua su memoria:

“Aquí yace el Excmo. Sr. D. Rafael Joaquín Sánchez Torres, Caballero Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica, Comendador de la de San Carlos, Mayordomo de Germanía, Gentilhombre de Cámara con ejercicio de S.M. la Reina Doña Isabel y Jefe Decano de la misma clase, Caballero de la Llave Dorada, Diputado a Cortes en varias legislaturas y Comandante de Caballería. Falleció el 10-5-1854. Fue modelo de virtud, de moralidad y de honradez. Los Reyes han perdido a uno de sus hijos. E.P.D.”

La carrera ascendente del tahaleño comenzó en Madrid siendo protagonista directo, dicen, frente al desbocamiento de los caballos que tiraban de la carroza real, a los que detuvo con arrojo y riesgo de su vida. Sabemos la fecha de defunción no así la de nacimiento, solo que era hijo de Teresa de la Torre y Gil. Las condecoraciones forman parte del Patrimonio Artístico-Histórico del municipio. En cualquier y caso, y a la vista del extenso catálogo de cargos y distinciones honoríficas, sus méritos personales debieron superar con creces el mero control de los corceles encabritados, aunque no estoy en disposición de concretarlos. Por tradición oral entre sus paisanos, se trataba de un hombre agraciado, valeroso y de considerable vigor físico.

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