Almería

TÍJOLA. Matriarca de los Dominguín

Gracia Lucas, matriarca de los Dominguines

Gracia Lucas, matriarca de los Dominguines / D.A.

Ante la heterogénea posibilidad de personajes destacados que nos brinda Tíjola, optamos por dos de muy distinto perfil. Casi coincidentes en el tiempo, de extracción humilde y biografía contrapuestas. Mujeres ambas, paya y gitana.

Mª Gracia Lucas Lorente representa a la mujer andaluza ligada al mundo del toro por vínculos afectivos-filiales. Nacida en Tíjola en los albores del siglo XX, marchó en su adolescencia en busca de horizontes de bienestar, llevando consigo, amén de un recio carácter, la afición por la pelota vasca, práctica común en numerosos pueblos de la provincia.

Gracia Lucas, matriarca de los Dominguines Gracia Lucas, matriarca de los Dominguines

Gracia Lucas, matriarca de los Dominguines / D.A.

Al igual que su hermana Lola, se hizo profesional del entonces deporte nacional; moda a la que no resultó ajena las permitidas apuestas monetarias. En una gira norteña coincidió en la estación de Alsasua (Navarra) con Domingo González “Dominguín”. Y tras el flechazo amoroso, la vicaría en 1919. La pelotari se retiró de los frontones para ponerse al frente de un prolífico matriarcado. Además del esposo, toreros fueron sus tres hijos varones: Domingo, Pepe y Luis Miguel; el de mayor nombradía y al que, para jalearlo en el ruedo capitalino de la Avda. de Vílches decenas de tijoleños se desplazaron a la Feria de 1944, primera de sus comparecencias; estaba casado con Lucia Bosé y fueron padres de Miguel y Bimba Bosé Dos féminas, Gracia y Carmen, completaban la unidad familiar. Las hijas habidas del matrimonio de esta última con Antonio Ordóñez (Carmina y Belén) casaron a su vez con diestros de fama (Paquirri y Beca Belmonte), mientras que otras tres nietas lo hicieron con Curro Vázquez, Ángel Teruel y Paco Alcalde. En la última generación (biznietos de Dª Gracia, fallecida en Madrid en abril de 1983), se contabilizan tres matadores alternativados más: Ángel Teruel (hijo), Francisco y Cayetano Rivera Ordóñez.

Emilia Fernández Emilia Fernández

Emilia Fernández / D.A.

Canastera en los altares

Siguiendo la estela del también gitano oscense El Pele, Emilia Fernández Rodríguez falleció en “olor de santidad”. La joven gitana vino al mundo el 14 de abril de 1914 en la calle Bodeguicas del barrio de Las Cuevas, en la salida del camino a Bacares. Cuarta hija del matrimonio entre Juan José y Pilar, fue bautizada en la parroquia de Santa María, aunque no inscrita en el Registro Civil. El padre era marchante de caballerías; mientras que la familia se buscaba la vida con la cestería de mimbre que vendían en el mercado del sábado o en pueblos del Almanzora. La niña asistió a la escuela muy esporádicamente, así se deduce el que a edad adulta no supiera leer y escribir o “desconociera las oraciones elementales”.

Buena moza, alta, delgada, morena y atractiva, se casó a los 23 años por el rito gitano con Juan Cortés, quien previo a la guerra civil desertó del obligado servicio militar. Cuando intentaron incorporarlo al frente -ya casado y esperando un hijo- la pareja recurrió a una treta peligrosa: Emilia le aplicó en los ojos varias gotas de un producto usado en agricultura para sulfatar, aunque la lesión revertió rápidamente. Ello motivó la detención de ambos y el ser condenados en junio de 1938 a seis y cinco años en las cárceles de El Ingenio y Gachas Colorás. Al quedar viudo, Juan se casó en segundas nupcias con Isabel, hermana menor de nuestra protagonista.

Gachas Colorás

Emilia padeció todo tipo de penalidades, agravadas por el embarazo con el que ingresó y la nueva situación, extraña a la cultura calé y a sus vivencias en libertad. No obstante, tuvo la suerte de ser bien acogida por sus compañeras de reclusión, especialmente por la falangista Dolores del Olmo Serrano, quien al comienzo de la guerra ocultó en lugar se3guro la talla de La Inmaculada de Las Puras. Entre las mujeres detenidas figuraban varias monjas. P, siendo Pilar Salmerón Martínez la subdirectora del centro penitenciario. Pese a la dureza del día a día aún les quedaba tiempo para la práctica religiosa a hurtadillas: oraciones y rezo del Rosario. Emilia lo aprendió de Lola, convertida en su catequista. Enterada la gobernanta, pretendió que la gitana tijoleña la delatara a cambio de suavizar las condiciones del encierro. Optó por el silencio y sufrió mayor rigor, aislada en celda solitaria.

Soportando hambre, frío y quebrantos físicos que obligaron a su ingreso provisional en el Hospital Provincial, el embarazo llegó a término y el 13 de enero de 1939 dio a luz a una niña sobre una estera; bebé al que las reclusas “bautizaron” con el nombre de Ángeles. Las hemorragias del parto forzaron a una nueva hospitalización hasta el día 19 en que le dieron de alta, falleciendo el 25 de dicho mes víctima de una infección puerperal y bronconeumonía. La niña fue depositada por orden del gobernador en un establecimiento benéfico de Diputación, presumiblemente en la Casa-cuna o en la Casa Azul de Pechina

La Causa de Beatificación instruida en abril de 1995 por iniciativa de la diócesis almeriense concluyó el 25 de marzo de 2017 en el marco de una ostentosa y profusamente publicitada ceremonia en el palacio de congresos de Aguadulce, presidida por el cardenal Ángelo Amato. Con Elena, la joven canastera de Tíjola, fueron beatificados 95 sacerdotes y 19 laicos más, entre ellos otra mujer: la abderitana Carmen Godoy Calvache.

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