Almería

Terrible accidente ferroviario en Gádor

EL pueblo de Gádor y en general, toda la provincia de Almería mantiene aún presente en el recuerdo el dramático accidente ocurrido en esta localidad del Bajo Andarax el 17 de noviembre de 1994 en donde murieron siete personas entre ellas dos bebés de escasos meses, al arrollar una locomotora de cien toneladas a una ambulancia en uno de los pasos a nivel existentes a la salida de la localidad. Ninguno de sus ocupantes sobrevivió al terrible impacto.

A las siete víctimas hubo que sumar otra más, que no viajaba en el vehículo pero que estaba directamente relacionada con el dramático suceso. Fue la madre del conductor de la ambulancia que no pudo superar la noticia de su muerte y falleció un día después como consecuencia de un infarto de miocardio.

El accidente se produjo a las nueve y diez minutos de la mañana en la zona de la Cuesta del Rayo. La ambulancia conducida por Manuel Pelayo López de 42 años natural de Alhama de Almería, trasladaba a siete personas desde las localidades de Illar, Alhabia y Albolduy a la residencia sanitaria de Torrecárdenas para asistir a distintas sesiones de rehabilitación que venían recibiendo los pasajeros desde hacía varias semanas.

El vehículo sanitario matrícula AL-3229-L de la empresa Indalica que circulaba por la carretera comarcal 332 en dirección a la capital irrumpió en el paso a nivel, a pesar-según informó entonces la compañía Renfe- de que la semi barrera se encontraba bajada. Fue visto y no visto. Tras el impacto en apenas tres minutos la ambulancia fue arrastrada unos doscientos metros por la locomotora que se dirigía hasta Huéneja.

Los siete cadáveres quedaron aplastados bajo un amasijo de hierros y chapas de la ambulancia siendo necesaria la intervención de la Unidad de Salvamento del parque contra incendios de Almería para rescatar del vehículo los maltrechos cuerpos sin vida de los pasajeros del vehículo sanitario.

Todos los ocupantes de la ambulancia murieron en el acto, por lo que pese a la rápida intervención de los equipos médicos de Gádor y Benahadux que se presentaron al poco tiempo de conocerse la magnitud del terrible accidente su presencia desgraciadamente no llego a ser necesaria. La hipotesis generalizada sobre el accidente fue que la niebla pudo dificultar la visión del conductor de la ambulancia a la hora de atravesar el paso a nivel y no advertir la presencia de la locomotora. Las señales luminosas indicaban que el paso de un tren era inminente. Quizás la niebla y la confianza del conductor que realizaba el recorrido a diario pudieron unirse en una fatal alianza que se saldó con las siete victimas mortales.

Este accidente en un paso a nivel de Gador no fue el primero ocurrido en los cuatro existentes entonces en el municipio. Cuatro personas habían muerto desde el año 1980 y el Ayuntamiento gadorense tenia numerosas denuncias de los vecinos sobre el mal funcionamiento de las barreras.

Los responsables de Renfe achacaron el accidente a la mala visibilidad por la niebla y a un descuido del conductor de la ambulancia. Según las comprobaciones de los técnicos ferroviarios, en presencia del juez de guardia, tanto la semibarrera como las señales luminosas y acústicas del paso a nivel funcionaban perfectamente. Para algunos vecinos de Gádor existian dudas sobre estos datos. Eugenio González, el alcalde, calificó estos pasos como «trampas mortales» y en varias ocasiones había pedido su desmantelamiento.

TRES DIAS DE LUTO

Tras un pleno municipal extraordinario, la localidad declaró tres días de luto. El consejero de Salud y Consumo de la Junta de Andalucía, anunció la apertura de una investigación para aclarar por qué la ambulancia llevaba más pasajeros de los previstos

La noticia corrió como la pólvora entre las localidades del Bajo Andarax y a escasamente una hora de producirse el accidente, numerosos familiares de los fallecidos ya se habían desplazado hasta Gádor desde los pueblos limítrofes intentando conocer la suerte que habían corrido los ocupantes de la ambulancia. Poco antes de la una de la tarde, el titular del juzgado de instrucción número 9 de Almería, que previamente había ordenado el levantamiento de los cadáveres ordenaba la identificación de los fallecidos que de manera provisional fueron trasladados hasta el depósito municipal de Gádor.

Entre los fallecidos se encontraban la mujer y el hijo de siete meses de Francisco Martínez en aquellas fechas, alcalde de Alboloduy.

El dolor unió a los cuatro pueblos del Bajo Andarax. Los familiares y amigos de las victimas, inmersos en una especie de nube no acertaban a comprender lo ocurrido. Todos ellos insistían entonces en la necesidad de eliminar los cuatro pasos a nivel que transcurren por el municipio de Gádor lamentándose que el Gobierno hiciera oídos sordos a estas reivindicaciones.

Junto al conductor de la ambulancia Manuel Pelayo, fallecieron Manuel López Rodríguez de 52 años, natural de Alhama, Gregoria Maillo Cabello de 31 años, natural de Illar, Francisca Ayala Valverde de 37 años y su hijo de siete meses Alejandro Martínez Ayala, Ana María Castellón Orta de 30 años y su hija Milagros Larios Castellón de cinco meses ambas vecinas de Alhabia. El accidente convocó a las primeras autoridades provinciales con la gobernadora civil entonces Rosario Peral Pérez y al consejero de Salud de la Junta de Andalucía, José Luis García Arboleyas a la cabeza, que en helicóptero se desplazó desde Sevilla hasta Gádor para unirse a los familiares de las victimas del terrible accidente.

Para los conductores, el paso a nivel estába señalizado con un semáforo y una bocina, incorporada a la barrera. Esta desciende minutos antes de la llegada de un tren. La locomotora también encuentra en su camino señales que le alertan de la posición de las barreras. Pero según explicó el portavoz de la compañía ferroviaria, si el maquinista cree que tiene vía libre, no puede detenerse inmediatamente aunque quiera, ya que una locomotora que circule a 80 kilómetros por hora necesita aproximadamente 500 metros para detenerse.

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