Almería

Tico Medina, el “veterano amigo entrañable de Almería”

  • El recientemente fallecido periodista granadino que siempre tuvo a Almería en el corazón.Tico Medina recibió en 1997 el “Indalo de Oro” de Mopjácar y en el 83 el premio “Bayyana”

Tico Medina

Tico Medina / D.A.

El popular periodista y presentador de televisión Tico Medina se llamaba Escolástico Medina García y nació en Píñar (Granada) el 11 de septiembre de 1934. Pero Tico Medina, sin ser almeriense, amaba sobremanera a Almería. Ya, en 1963, escribió “Almería al sol” y desde 1997 tenía el “Indalo de oro” de Mojácar. También obtuvo el premio “Bayyana” en 1983, el mismo año que el arzobispo Padre Méndez o el ministro Barrionuevo. En la entrega del galardón se dijo que el gran valor de Tico Medina era que “nunca había estado lejos de Almería”.

Tico Medina Tico Medina

Tico Medina / D.A.

Tico Medina sufría con las cosas tristes de la provincia y se alegraba cuando nuestra tierra destacaba en algún acontecimiento. Mantuvo siempre una estrecha relación con Almería y hacía gala de conocer nuestras costumbres y tradiciones, desde las migas en días de lluvia a las majestuosas tapas de los bares del centro. Llegó a decir que el Paseo de Almería “era la calle más bonita del mundo porque está la gente de Almería que es la mejor del mundo”. Además, si por él hubiese sido habría dejado evidencia de que Walt Disney era mojaquero. También presentó, junto a Marisol González, la segunda edición del “Festival Internacional de la Canción de la Ciudad Luminosa de la Costa de Sol”, que se celebró en los jardines del colegio La Salle hace exactamente medio siglo. Fue pregonero de las fiestas de Huércal Overa en 1975, tertuliano cuando podía en la “Indaliana” de Bartolomé Marín … y tantas otras cosas. Recordaba fue su conferencia en el Círculo Mercantil e Industrial de Almería sobre “las muertes que yo viví”, en la que haciendo un alegato a la vida y al amor habló de su experiencia periodística cubriendo la muerte de un novillero; la guerra de los seis días en Israel, el terremoto de Agadir o los días del cólera y el hambre en la India. Como si de un reportero de El Caso se tratara terminó afirmando que “la muerte es la gran protagonista de la vida”.

Ilustración de Tico Medina Ilustración de Tico Medina

Ilustración de Tico Medina / David Cuesta (Almería)

A principio de los años setenta Tico Medina presentaba en Televisión Española el programa “Buenas tardes”, un espacio tipo “magazine” de una hora de duración donde cada vez que podía hablaba, y bien, de Almería. Hizo lo propio con su informativo matinal en Radio Popular, allá por 1982; en ABC; en el programa “El detector de verdades” o en el gran espacio para Latinoamérica “300 millones”. Tanto que el periodista almeriense Manuel Falces lo definió “como el veterano amigo entrañable de Almería”. Ya, mucho antes, en febrero de 1963, el Ayuntamiento pidió un reconocimiento público para el periodista porque en “Pueblo” había publicado nada menos que 48 reportajes de Almería “en los que de forma fluida y maravillosa encomia todos los encantos de nuestra ciudad”, como recoge el acta de la sesión. “Tico Medina trabaja con ahínco en su propósito de incorporar la vida de nuestra provincia a la prensa nacional”, expusieron las autoridades de la época.

En los setenta llegó a proponer al alcalde de la capital que Almería tuviera un museo del cine y otro museo gitano, para resaltar las cualidades de la ciudad ante ambas cuestiones y que se convertirían en “únicos en España”.

Especialmente dura y sincera fue la carta que Tico Medina escribió al alcalde de la ciudad, en 1970, con ocasión del derrumbe del Edificio Azorín. Triste, abatido y dolorido por la pena de toda Almería. Para la edición del libro “Azorín 1970”, en 2019, tuve la suerte de obtener del maestro periodista aquella carta que hizo llorar a muchas personas por la muerte de quince obreros bajo los escombros de un monstruo de hormigón que cayó como un castillo de naipes. La carta, textualmente, decía así:

“Querido alcalde: Sabes que uno debe estar con su gente, en las alegrías y en las tristezas. A la hora de las cigalas y a la hora de las lágrimas. Sabes, querido alcalde, que las cosas de Almería son mis cosas, por muchas viejas y entrañables razones que me vienen del hueso del mismo corazón. Porque el corazón tiene un hueso ¿sabes? Como la manzana. Y en el corazón, allá al fondo, en el mío, hay un fragor de máquinas que trabajan y de manos que apartan escombros. Verás, alcalde, a mí los muertos si son del pueblo me duelen más. No sé cómo explicártelo, aunque imagino que no es asunto que necesita de muchas explicaciones. Yo no quiero adornarme con flores metafóricas. Yo quiero decirte que esa casa que se hundió en Almería ha hundido a su par, con ella, dentro de mí, al menos por un cierto tiempo la sonrisa. Y si no, verás. Tu sabes, bien lo sabes, que yo no soy más que un periodista. Simple, lisa y llanamente un periodista. Pues hace unos días Paco Gómez-Angulo, querido alcalde, me preguntaba un compañero de armas, un periodista también, como uno, nacido al otro lado de la frontera que limita al Norte, dónde me gustaría estar en ese preciso momento.

Tico Medina Tico Medina

Tico Medina / Diario de Almería

-No, en el despacho de Husseim, no...

-Pero es que eso es el summun, Tico… conseguirlo es un triunfo.

-Hay muertos que me son ajenos, camarada. Yo quisiera estar en Almería…; ahí... Con esos hombres que no cejan, que no se revientan, que arrancan la vida de entre tanta muerte.

-Pues vete.

-Pero no puedo, amigo. No puedo… porque yo no quiero ir a escribir de la muerte de mis leales, porque sé que ahí habrá amigos que desconozco. Verás alcalde. Yo no he ido a Almería, ahora que tenéis la muerte en derredor, ¡maldita sea! Porque no parecía que iba a representar un papel en la tragedia de obrero de la demagogia. ¿Me entiendes? Yo quería ir a Almería, no para contar en la urgencia del teletipo, en la angustiada voz del teléfono para el periódico, sino para manejar la pala y estas dos manos tan débiles que Dios me puso a lo largo de los brazos para trabajar. Por eso me quedé aquí poniendo en el aire un telegrama azul y arrancando otros cascotes. En mis noches de vigilia, que las he tenido; en mis días de pregunta al pie del teléfono, he querido saber y he manejado al mismo tiempo las excavadoras de mi deseo. Sabrás que tengo llagas, casi como un milagro, en las manos; sí, en las manos, de arañar tanta destrucción. Sabrás que mi pulso estaba junto al pulso del que rebañaba entre el polvo y el cemento… Sabrás que en la distancia me he quedado sin aliento de tanto doblar el espinazo con vosotros. Con los obreros que se mueren en estas todavía absurdas e inexplicables historias negras, se muere un pedazo de los que tenemos vida. Hay otros que no, otros que van muertos caminando. No nos interesan, alcalde. De la misma forma que en otras ocasiones he compartido con vosotros, mis amigos, contigo, con Ángel, con Pepe, con Manolo, que también ayudó desde arriba, seguro, que, con una maroma de hierro invisible, jalando de las palas que buscaban el quejido, de la misma forma que me alegré en tantas cosas de esa tierra que ahora resucita, ¡con tanto trabajo, Dios mío! Yo quiero que tu sepas por ti y por cuanto representas que estuve a vuestro lado como era mi obligación y mi capricho. Mi capricho, sí. Como estaré siempre, a la hora de la vida y a la hora de la muerte. Hay veces que por Almería me he puesto mi corbata de lunares.

Hoy, por Almería, mi crónica y mi persona tienen este negro ramalazo de luto que vamos a ver cómo nos arrancamos. Porque hay que seguir viviendo. Y peleando. Te abraza. Tico Medina”.

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