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El lado oscuro de Almería
Almería/2 de Abril de 1985. Son las 10:15 de la mañana. Un patrullero zeta del 091 de la Policía adscrito al sector de Pescadería recorre como cada día las calles de la barriada de Pescadería. De pronto, uno de los miembros de la dotación del patrullero, observa en la carretera de Málaga esquina a la calle Cordoneros, un desvencijado seat 127 matrícula de Oviedo, ocupado por seis personas, que infunde sospechas al veterano agente que dejándose guiar por el olfato “policial” insta a su compañero a identificar a las personas que van dentro.
Bajan del coche y por una de las ventanillas les solicitan su documentación. En el vehículo cuatro hombres y dos mujeres, que aparentan una cierta tranquilidad y que en principio no dan el aspecto clásico de lo que se puede clasificar como vulgares “chorizos”.
De imprevisto, dos ellos salen del coche y sin mediar palabra atacan violentamente a los policías, que no son capaces de reaccionar, logrando los individuos zafarse de los agentes y en apenas unos segundos se introducen de nuevo en el vehículo que temerariamente comienza a circular por el laberinto de calles de la barriada.
El patrullero sube por la calle Cordoneros, con los lanza -destellos y sirena activada mientras el conductor fugado, hábilmente va esquivando peatones y ciclomotores que peligrosamente salen por las bocacalles, sin respetar señales ni otras indicaciones.
Los ocupantes del coche en su huida para intentar disuadir a los policías que le persiguen asoman por una de las ventanillas del vehículo un arma de considerables dimensiones. Los agentes del patrullero cruzan el coche en mitad de la calle e inician a pie la persecución por las calles adyacentes, ya que el Seat 127 ha entrado en una calle donde la salida es complicada.
No habían pasado más de dos minutos cuando una patrulla de la Policía Local que hacía su ronda por la zona del parque Nicolás Salmerón hace acto de presencia en la calle. Los motoristas, antes de que llegaran a bajarse de los vehículos y desconocían como estaba realmente la situación, se vieron encañonados por los delincuentes utilizando las pistolas de los policías nacionales. Inmediatamente dos de ellos comenzaron la huida a pie por la calle Puntal desprendiéndose de la escopeta recortada que por la ventanilla del vehículo arrojaron a los bajos de un coche estacionado en la calle, mientras que las otras cuatro personas que permanecían el seat 127 matricula de Oviedo lograron salir del barrio enfilando la carretera de Aguadulce.
Los agentes aúnan esfuerzos y activan el dispositivo de búsqueda del vehículo y sus ocupantes, Como objetivo los dos delincuentes a los que se les había perdido la pista quienes pistola en mano robaron el coche a un pescador que se dirigía a su domicilio en las inmediaciones de la calle Rosario obligándole a llevarlos hasta el centro de la capital.Por el parque Nicolás Salmerón, el Renault 5 conducido por el atribulado pescador se dirige hasta el casco viejo de la capital.
Los fugitivos no conocen la ciudad, pero al llegar a la fuente de La Marina a la altura de la calle Real, le piden al conductor que gire a la izquierda y aminore la marcha. Finalmente tras ir examinando las calles adyacentes se apean en la confluencia la calle de Las Tiendas frente al bar Casa Puga no sin antes indicarle al conductor que siga su camino y se olvide de lo ocurrido.
. Pasadas las once de la mañana el seat 127 fue interceptado en el cruce de Almerimar. De inmediato fueron detenidos sus ocupantes, Rafael Catena Campos, Eva María San Pedro Martín, Lorenzo Campos Gómez y María Campos Gómez quienes no opusieron ningún tipo de resistencia.
Sobre las 10 de la noche los fugitivos alquilaron un taxi en la calle Murcia a cuyo conductor le indicaron su intención de dirigirse a Adra. Una vez allí tras deambular por las calles del puerto, se dirigieron al bar Avanti, situado a escasos metros de una vivienda de la calle Brasil, que según se supo posteriormente, desde el mes de septiembre habían alquilado las hermanas Encarna y Carmen Moreno Arias. Los sujetos que no llegaron a levantar ningún tipo de sospechas a los clientes del bar preguntaron por unas chicas forasteras conocidas suyas que desde hacía unos cinco o seis meses vivían en esa calle, aunque desconocían el número de la vivienda y el piso.
A primeras horas de la mañana del día siguiente en las inmediaciones del paseo marítimo de Adra, en furgonetas típicamente agrícolas e incluso simulando reuniones de vecinos con charlas intrascendentes, veinticuatro guardias civiles, la mayor parte de paisano y uniformados, se iban colocando estratégicamente por las inmediaciones de la calle Brasil esperando la llegada de los dos delincuentes a la vivienda así como la vuelta de las jóvenes inquilinas de la casa y otras tres personas más.
Con el mandamiento judicial preceptivo para registrar la vivienda, el teniente Alías fijó las 12:15 de la noche, como el momento de activar la operación. El oficial a la cabeza de un grupo de agentes tocó la puerta de la vivienda situada en el segundo piso, del edificio Brasil. Una de las muchachas se encargó de abrir la puerta. Tras ordenar salir a los ocupantes de la casa, tres mujeres y dos hombres acataron la orden salieron brazos en alto. Una vez inmovilizados los agentes comenzaron a registrar el domicilio.
Al llegar a uno de los dormitorios fueron recibidos a tiros por los dos fugitivos, que se habían ocultado entre unos muebles. En el cruce de disparos, murió uno de los delincuentes Juan González Galera y resultó herido grave el teniente Alías.El oficial de la Guardia Civil, recibió cinco impactos de bala en el pecho, que no le afectaron ya que iba provisto de un chaleco antibalas. De los tres disparos recibidos, uno de ellos le rompió la femoral y precisó una transfusión de más de dos litros de sangre.
Pero tuvo suerte, porque antes, uno de los delincuentes, Juan Francisco García Parra, durante el tiroteo llegó a ponerle una pistola en la sien, que no activó por tener puesto el seguro y tras haberle vaciado antes el cargador de otra de las armas.El delincuente muerto, Juan José González Galera tenía 33 años de edad. El fallecido, junto a Juan Francisco García Parra de 25 años, que el 15 de marzo de ese mismo año se escaparon de la cárcel de Jaén a punta de pistola, junto a otros dos reclusos más fueron relacionados con un doble asesinato cometido unos días antes en el caserío de Santa Isabel de la localidad jienense de Úbeda.
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