Tomás Martínez (I) "Chatillo de Almería"

Crónicas desde la ciudad

Tomás Martínez (I) "Chatillo de Almería"
Antonio Sevillano / / Historiador

21 de enero 2012 - 01:00

CORREN malos tiempos para la Cultura. Vistos los nubarrones financieros que no se disipan pese a las muchas promesas electorales, recordamos a aquel peregrino a Lourdes que al despeñarse al vacío en una silla de ruedas exclamó: "Virgencica, que me quede como estoy". Almería es de las provincias que más revistas -y de mayor calidad en contenidos- se editan: Afal, Velezana, Farua, Axarquía, Almansura, Alcantillo, Alfiñaque, Nacimiento o El Eco de Alhama. Publicaciones de ámbito local o comarcal que han sabido granjearse el respeto de los lectores. Pero hoy, lamentablemente, atraviesan tan serias dificultades económicas que algunas han debido suspender el último número o reducir la periodicidad, a pesar del denodado esfuerzo de un puñado de personas comprometidas con su propia patria chica. Y todo ante la general indiferencia de una Administración que en último extremo debería velar por su permanencia.

Es el caso de El Eco de Alhama y del tesón de su directora, Mª Carmen Amate. Con su aquiescencia, y atendiendo a la indicación editorial, me permito reproducir (debidamente comprimido) "Semblanzas biográficas del banderillero y hombre taurino Tomás Martínez Rodríguez "Chatillo de Almería", publicado en el nº 31 del pasado mes de diciembre. Artículo con el que pretendo homenajear a un hombre de bien nacido en la Alhama del insigne D. Nicolás Salmerón y Alonso

REFLEXIÓN INICIAL

La nómina de toreros locales no se corresponde con la arraigada afición de siglos en Almería. En su historia no dispone de figuras legendarias ni de dinastías mediáticas. La lejanía a fincas donde pasta la cabaña brava española es, si no la única, sí la más verosímil explicación. Si acaso, como excepción, es obligado subrayar el prestigio de certero estoqueador conquistado por Julio Gómez Cañete "Relampaguito" en ruedos de España, Francia, Portugal e Hispanoamérica. Bien por nacimiento o vecindad, cuatro de los que en distintas etapas se vistieron de luces, que sepamos, están ligados a Alhama: el propio Tomás y Relampaguito, José Martínez "Pollito" y José Luis Lorca "El Alhameño", de Paterna del Río.

Desde 1907 -fecha en que Julio Gómez tomó la alternativa- once han sido los paisanos que adquirieron la condición de "doctor en tauromaquia": Francisco Ferrer "Pastoret", Octavio Martínez "Nacional", Enrique Vera, Juan Luis de la Rosa, Juanito Gimeno, Ruíz Manuel, Curro Vivas, José Gabriel Olivencia, Jesús Almería y El César. Y dos más a título anecdótico o romántico: Playerito de Adra y Antonio Márquez.

En cambio son legión los aspirantes que sepultaron sus sueños de gloria en cunetas de polvorientas carreteras bajo la mirada nada amistosa de guardiaciviles camineros. Torerillos guiados por una afición desmedida en busca de ganaderías desprotegidas de vaqueros y gañanes; de cerrados en noches de luna llena o de capeas -más peligrosas que pintorescas- en pueblos perdidos del Sur, La Mancha o La Meseta. Sin nada que echarse a la boca, durmiendo en fondas de mala muerte y amedrentados por alcaldes omnipotentes. La España de Buñuel y Berlanga, a partes iguales. Una travesía del desierto sufrida por Tomás, (mal) apodado ya como Cuatropelos.

El nombrecito -me lo comentaba el común amigo Eduardo Marín- le sobrevino durante un lance en la provincia de Albacete ocurrido en los años treinta del pasado siglo. Tras lidiar como dios le dio a entender a una vaca resabiada, cornalona y cargada de arrobas -mano a mano con su compadre Manuel López Villanueva "Caravieja"- se hospedaron, sin cobrar los míseros duros prometidos, en la pensión del villorrio: en ayunas y con el bolsillo vacío. No habían cantado los gallos cuando, ante la imposibilidad de hacer frente al gasto, desaparecieron campo a través por una ventana. Avisada la Benemérita, pronto les dio el alto. La posadera desconocía su filiación, sólo un par de rasgos físicos: "Uno tiene cara de vieja y el otro, cuatro pelos". Naturalmente, con el mote se quedaron por los siglos de los siglos. Lo de Chatillo obedece a un ligero defecto en el rostro, no tiene más historia detrás.

Hijo de Nicolás Martínez Tejada y Margarita Rodríguez Yáñez, el 8 de abril de 1911 vino al mundo; alumbramiento que trajo la alegría al seno de una familia de jornaleros domiciliada en la plaza Nueva. Tanto el padre como la madre y abuelos eran naturales de la parralera villa. Siendo un crío conoció a Relampaguito, a la sazón concejal síndico del municipio alhameño durante la dictadura de Primo de Rivera. A él debe su vocación, las primeras enseñanzas y un consejo vital para su futura carrera profesional: "Mira, Tomás, este oficio es muy difícil, casi misión imposible. Lo más acertado es que si no destacas desde el principio te coloques de banderillero; el porvenir será más halagüeño y podrás comer con dignidad". Le obedeció y sus vaticinios se cumplieron, convirtiéndose en un eficaz subalterno, seguro banderillero y perfecto conocedor de los entresijos de la lidia. El figurar a las órdenes de Pepe Luis Álvarez, Rafael Martín Vázquez, Juanito Posadas, Enrique Vera o Manolo González confirma su categoría. Chatillo fue igualmente imprescindible en las cuadrillas de novilleros locales que despuntaban, caso de Ramón Magaña o José Antº Martín, por poner dos ejemplos.

A los once años se trasladó con la familia a la capital (c/. Alhóndiga Vieja, 1; a espaldas del Ayuntamiento), empleándose de aprendiz en la sombrerería de José Plaza en la calle Las Tiendas. Puesto en contacto con el bullicioso taurinismo local, se cuenta que "a los 14 años se tira de espontáneo en la plaza de Almería en un toro de Ramón de la Cruz; a las pocas semanas la Empresa lo llama para matar cuatro vacas machorras de Pablo Romero". Otro autor en cambio afirma que tuvo lugar en "el año de 1929… donde consiguió un gran éxito". La hemeroteca consultada no confirma ninguna de las dos noticias (salvo que se integrase, anónimamente, en la cuadrilla bufa de Fatigón, Charlot y sus Botones). Sí recoge el mano a mano con Mariano Rodríguez -ante becerros de Pérez Tabernero- la tarde del 17 de agosto de 1930; por tanto consideramos esta como la de su presentación, sin picadores, en Almería.

Su formación se forjó diariamente junto a otros aspirantes a paseíllos imposibles en La Maestranza o Las Ventas. Situada en la Rambla de Iniesta (aledaña al fielato de la Cta. de Granada y antigua fábrica de azufre de Romero Hnos.) en la primavera de 1928 fue inaugurada Villa Rosa, primera Escuela Taurina almeriense. Allí, a reses berrendas de media casta engordadas en la Vega y a las que solo les faltaba licenciarse en Latín, Chatillo dibujó las primeras verónicas de su vida bajo la atenta mirada de un experto cónclave no tan lejano en el tiempo: José López "Iguiño" (su director), Pepe Alcántara, Juan Leal "Lagartija", El Cuqui, Caravieja, el cantaor Manolo de la Rivera o Nicolás Rodríguez "Filigranas" (tío-abuelo del guitarrista Tomatito). En esta tesitura, el 21 de julio del 36 se produce el alzamiento militar rebelde del cuartel de La Misericordia, dando inicio en la capital la Guerra incivil.

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