'Trogloditas' del siglo XXI

Vivir en una casa-cueva es hoy día una forma de vida para muchos vecinos de Terque, Gádor o la capital, donde en algunos casos son el techo para el 50% de su población · La Junta ayuda en su rehabilitación

Francisco Martínez tiene 60 años y nació en esta cueva del barrio del Castillejo en Benahadux. Ahora la tiene como segunda vivienda.
Francisco Martínez tiene 60 años y nació en esta cueva del barrio del Castillejo en Benahadux. Ahora la tiene como segunda vivienda.
Norberto López / Almería

24 de octubre 2011 - 01:00

"Tienes una temperatura constante todo el año y supone un importante ahorro económico en la factura de la luz". Esas son dos de las ventajas que encuentra Remedios López, alcaldesa de Santa Fe de Mondújar, para vivir en una casa cueva. Como ella, el 20% de la población de esta pequeña localidad del Medio Andarax -unos 80 vecinos- también optan por este tipo de construcción frente a la tradicional vivienda unifamiliar o bloque de pisos.

En Terque ese porcentaje alcanza el 50% de la población (menos de 500 habitantes) y marca, como en ningún otro pueblo de la provincia, su fisionomía urbanística. "Todas las casas se hicieron delante de la cuevas en el tiempo de los Moriscos. Eso ha provocado que todos los años tengamos problemas en las calles cuando hay averías de agua y alcantarillado si no las captamos a tiempo se inundan las casas. El año pasado tuvimos que hacer un muro de contención para evitar inundaciones", señala el regidor de la localidad, Baldomero Cadenas.

Cerca de allí, a escasos treinta kilómetros, en la capital, la situación es similar, aunque más focalizada. Barrios históricos como La Chanca, Fuentecica, Cuevas de Los Úbeda o Cuevas de las Medinas, son un hervidero de cuevas en los que es difícil encontrar una construcción que no esté pegada a la roca. En estos barrios, según datos aportados por la Empresa Pública del Suelo de Andalucía (EPSA), hay casi 400 cuevas y casas-cueva de las que 246 están habitadas.

La Junta ha trabajado desde hace décadas para rehabilitar estos inmuebles horadados en la roca. Por eso se constituyó en 1996 la Oficina de Remodelación Urbana de La Chanca que ha permitido la rehabilitación de muchos de los hogares ubicados a la espalda de La Alcazaba.

Este es un caso concreto con una ente específico, pero en general, según informan fuentes de la delegación de Obras Públicas de la Junta de Andalucía, no hay ningún programa como tal para rehabilitar casas-cueva. De los programas de rehabilitación que prevé el Plan Concertado de Vivienda y Suelo 2008-2012, el único que puede servir para actuar en esta tipología de vivienda es el programa de eliminación de infravivienda que prevé una subvención de hasta 30.000 euros por vivienda para proceder a la rehabilitación. Con cargo a este plan se están ejecutando 140 viviendas en la provincia de Almería: Cuevas del Almanzora, 8; Dalías, 15; Huércal de Almería, 20; Huércal Overa, 8; Purchena, 40; Serón, 10; Tíjola, 19; Turre, 13; y Canjáyar, 7. De ellas, 35 han sido para casas-cuevas: Canjáyar, 7; Cuevas del Almanzora, 8; Huércal de Almería, 3; y Tíjola, 17.

Tras el desprendimiento en la barriada de El Realengo, en Cuevas del Almanzora, que dejó tres víctimas mortales y un barrio urbanísticamente tocado y hundido en toneladas de tierra, las dudas sobre las ventajas reales de vivir en este tipo de viviendas se han disparado. Algunos como Francisco Martínez, vecino de Benahadux, lo tiene muy claro: "Compro un jamón sin curar, lo cuelgo y en un par de semanas ya está curado", afirma. Tiene 60 años y dice que nació en la cueva que nos muestra, que tiene más de cien años. Para él, lo ocurrido en Cuevas "no tiene explicación" porque a su juicio "esos desprendimientos se ven mucho antes de suceder". Aún así afirma que no se iría de su casa-cueva: "Es un lugar muy seguro, aunque esté desconchado, tengo todo el año una temperatura constante tanto en verano como en invierno", afirma.

Para muchos almerienses vivir en una casa-cueva forma parte de su estilo de vida, una tradición que se hereda de padres a hijos. Así lo asegura Josefa Cortés, que vive en una de las cuevas del Pecho, a espalda de la Alcazaba. "Ni por todo el oro del mundo me desprendería de mi hogar. Es un dúplex", afirma tras la rehabilitación que llevó a cabo EPSA hace un par de años. Allí también es muy común utilizar las cuevas como pajareras, una fórmula para reciclar estos inmuebles y contar con un lugar perfecto para la cría de palomas. Para otros, también es una fórmula barata para vivir a pesar de contar con muy pocas comodidades respecto a una vivienda normal. Es el caso de El Realengo, donde muchas familias, la mayoría de etnia gitana e inmigrantes, han ocupado casas-cueva, muchas de ellas abandonadas, ante la asfixia económica.

En otros municipios este tipo de vivienda están en recesión, como es el caso de Canjáyar o Benahadux donde quedan menos de una veintena distribuidas entre los Castillejos, El Chuche y la Calle Santa María, o en Alhama de Almería, donde según explica su alcalde , Cristóbal Rodríguez, "las pocas que quedaban ubicadas en el Cerro de la Cruz se tiraron y se construyeron nuevas viviendas alejadas de la ladera".

En otros lugares, como en Gádor, a diferencia de la capital, las casas-cuevas comparten espacio y conviven con edificios. Allí, en julio de 2008 un desprendimiento en menor escala que el de Cuevas, provocó grandes daños materiales en varias cuevas al precipitarse una roca de 700 toneladas. Once familias tuvieron que ser desalojadas. Cuando tuvieron lugar las fuertes lluvias a principios del año pasado, más de 50 casas-cueva quedaron afectadas por la humedad, lo que provocó que muchas de ellas quedasen inhabitables. Un hecho que llevó a su alcalde, Eugenio Gonzálvez, a una cruzada contra la Junta para solicitar su arreglo ya que puntualiza "que no podemos olvidar que Gádor es la población con más casas cueva habitadas".

Y es que hay que recordar que Almería es famosa por este tipo de vivienda, cuevas que se han convertido en casas a lo largo de los últimos siglos y que a día de hoy perduran y protegen a los que en ellas viven del calor sofocante del desierto.

Humedad frente a temperatura constante. Riesgo frente a ahorro en la factura de la luz y silencio casi sepulcral durante todo el día. Una balanza con condimentos que hacen que la elección se torne difícil excepto para los que aman este tipo de hogar, los denominados trogloditas del siglo XXI.

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